Pero todo lo que inicia debe acabar.
Recuerdo escucharlo decir por teléfono: "ya no"...
Una vez más alguien decidía por mí.
Al colgar sentía como me rompía por dentro, las lágrimas agolpándose en mis ojos, desbordándose por mis mejillas, y mi mente sólo cuestionaba "¿por qué?".
Él desapareció. De un día a otro. Más valía que me hiciera a la idea.