Capítulo 8

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Kyle
Me encontraba frente a mi doctor, en su despacho. Él me estaba estudiando con la mirada, traté de preguntarle el motivo de mi estancia allí, pero no me contestaba, directamente no vocalizó palabra alguna desde que yo entre por la puerta. Parecía absorto en sus pensamientos, como si estuviera en un profundo debate mental. Finalmente, dijo un simple:
-Toma asiento por favor.
Giré mi cabeza y busque a mi alrededor una silla que se viera mínimamente cómoda, no hubo suerte, así que me limité a sentarme en una silla negra de plástico que había a mi lado.
-¿Por qué me ha llamado?-Me atreví a volver a preguntar.
-Tenemos un tema muy importante del que hablar...-Dijo, y se paró como si estuviera buscando las palabras perfectas para explicar aquello por lo que había pedido mi asistencia.
-De acuerdo- le conteste al ver que no decía palabra alguna, y me limité a esperar su respuesta.
-Bueno...Hemos analizado los resultados de las pruebas que hemos llevado a cabo las últimas semanas- dijo al fin- Y hemos llegado a una decisión...En cuatro días empiezan las clases, así que es imposible que te incorpores a un grupo tan rápido, pero hemos decidido que a partir de octubre comenzarás a asistir a clase en tu nuevo instituto. Mientras tanto, recoge tus cosas, pasado mañana vendrá tu madre a buscarte para llevarte a casa. Pensamos que es bueno que te acostumbres a tu hogar antes de meterte la presión de comenzar a estudiar de nuevo. Claro está, deberás seguir viniendo aquí semanalmente y seguirás teniendo citas en la habitación verde con la psicóloga. Además, pensamos que un cambio de escenario vendrá bien para que sigas recuperando algunos de tus recuerdos. ¿Qué te parece?
Forzó una sonrisa y eso solo hizo que yo apretara más los puños
puños, estaba furioso.
-¿Qué que me parece? Me parece que habéis tomado una decisión sin preguntarme tan si quiera cuando yo soy el más influenciado.
-Por favor tranquilizate Kyle-dijo él- Además, te estoy preguntando ahora.
-No, no me ha preguntado, tan solo me lo ha afirmado, me ha explicado la planificación de mi vida, con la intención de que yo le escuchara y acatará sus instrucciones. ¿Acaso no debería de ser yo quien decidiera si estoy o no listo para llevar acabó ese gran paso al que me queréis someter?
Se quedó callado, y yo me apoye en la silla ya más relajado. Me miró sorprendido, se notaba que no esperaba aquella pequeña rebeldía por mi parte.
-¿Cuándo crees que estarás listo para llevarlo acabo?- me preguntó mirándome fijamente a los ojos.
Ahora el sorprendido era yo, no me esperaba que me preguntará mi opinión, pensaba que se limitaría a regañarme por mi falta de respeto al levantarle la voz.
-Yo...Yo...-dije y tosí para aclararme la garganta- Pido una semana de tiempo para despedirme y recoger mis cosas con calma.
-Así será, en 7 días volverás a casa, no se hable más. Ya puedes irte.
Salí de aquel despacho con paso firme, sin devolverle la despedida, estaba ocupado procesando aquel encuentro. Volví la vista atrás y me sorprendió lo rápido que se me había pasado aquel tiempo en el hospital, y para ser sincero, aunque al principio mi único deseo había salido salir de ahí, ahora me daba pena marcharme. Me dolía tener que despedirme de Celia y Manu. Aunque...El doctor había dicho que yo tendría que seguir viniendo aquí regularmente, podría verles aunque no sería lo mismo. Tenía sus números, así que podría escribirles y así no perder el contacto, sonreí al pensar en aquello.
Los días pasaron con rapidez, sin darme cuenta ya me encontraba terminando de empacar mis cosas. Al día siguiente partiría, solo me quedaba una última noche allí. Celia, Manu y yo habíamos decidido pasar aquella última noche juntos, sin hacer caso de las normas que nos indicaban que cada uno debíamos dormir en nuestras respectivas habitaciones. Terminé de cerrar los broches de la maleta y me senté en la cama, me sentía cansado y los pies me pesaban como si acabase de correr una maratón. Finalmente, me recosté y me quedé contemplando el techo de mi habitación. Pensé en quien ocuparía aquel espacio cuando yo partiera, quizás una sonriente niña de rizos pelirrojos y pecosa durmiese en aquella cama en un par de semanas. Puede que un niño cuyo sueño es ser futbolista y con un pijama a rayas llorase sus penas en la misma almohada que yo en esos momentos estrechaba con fuerza entre mis brazos, quien sabe.

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