Capitulo 13

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Para fortalecer mi espiritu para la lucha sin cuartel que sabia tenia que librar crei que necesitaba, ademas de la lectura y meditacion de la Biblia, y la oracion en mi hogar, asistir al templo, adorar a Dios en comunion con mis hermanos y pedirles que oraran por mi. Por lo tanto el domingo siguiente, mientras desayunabamos, dije a mi esposo: --Voy a salir esta mañana. Tengo lista la comida para el mediodia, asi es que cuando regrese que sera como a la una y media, calentare la comida y sin dilacion podremos sentarnos a la mesa. Espero que me permitas hacerlo.

--A donde vas? --me pregunto.
--Voy a visitar a Petrita --conteste.

No menti, pues en realidad iba a verla antes de ir al templo. Sentia necesidad de hablar con ella. Algo dentro de mi me decia que podia confiar en ella. Recordaba con gratitud las palabras que me habia dicho el dia del bautismo de mi niña: --''La quiero a usted como a una hija. No lo olvide.'' Y yo no la habia olvidado ni ella tampoco.
En los años transcurridos desde entonces Petrita no habia dejado de ir a visitarme cuando menos una vez al mes. Sus consejos para la crianza de la niña me habian sido muy utiles, pues no teniendo yo a mi madre, ella bondadosamente me habia dirigido y ayudado. Cuando me visitaba por la noche siempre la acompañaba su hijo Ricardo, quien pasaba unos momentos agradables platicando con mi esposo, entretanto que Petrita y yo acostabamos a la niña y luego nos ibamos a asear la cocina.

La primera vez que acoste a la niña en su presencia, me pregunto: --No la persignas?
--No Petrita, nosotros los cristianos oramos.
Junto sus manitas la niña y repitio conmigo el acostumbrado versiculo de la Biblia y luego yo la bendije con la bendición acostumbrada. Petrita escucho y vio en silencio. Se inclino luego y beso a la niña en la frente y le dijo: --Buenas noches ahijadita.
--Buenas noches madlina. Que Dios te cuide.

Ya en la cocina me dijo Petrita: --Es hermoso lo que ustedes rezan. Creo que es mas hermoso que persignarse.

Por eso y por su bondad y tolerancia, yo sabia que Petrita era realmente mi amiga y que podia contar con ella. Necesitaba decirle cual era la actitud que habia tomado mi suegra y manifestarle el temor que abrigaba de que ella, que tenia tanta influencia sobre Arturo, lo hiciera cambiar y comenzaran otra vez las discusiones y los pleitos y tal vez el empezara a tomar de nuevo.

A mi esposo no le parecio mal que yo fuera a visitar a Petrita. Me dijo que el iria a ver a su mama y estaria de regreso tambien a la una y media para comer.

Arregle a la niña, me arregle yo, tome mi Biblia y llevando a Raquel de la mano sali rumbo a la casa de Dios, a la que hacia tanto tiempo no asistia.

Un anhelo santo, una dulce alegría me llenaban el corazón. Caminaba sintiendo en todo mi corazón y en todo mi ser el deleite anticipado del canto de los himnos, la oración, la lectura de la Santa Biblia, el mensaje y la bendición pastoral.

¡Cuánto, cuanto tiempo había dejado a mi alma sin este regocijo espiritual, sin este alimento del cielo!

Con razón me sentía débil y sola. ¡Ah! Pero ya jamás faltaría a los cultos, y llevaría a mi niña a la escuela dominical para que desde niña creciera en el redil del Buen Pastor Jesús.

Llegamos primero a la casa de Petrita, quien nos recibió con sincera alegría. --¡Que feliz me hacen con venir a visitarme! ¿Van a quedarse todo el día? Ricardo -Añadió llamando a su hijo-- mira quienes están aquí, Noemí y nuestra preciosa ahijadita.
Salio Ricardo a recibirnos también, y después de estrechar efusivamente mi mano se inclinó y besó a Raquel en la frente al tiempo que le decía: --Mi hermosa y querida ahijada, venga con su padrino que tiene un precioso juguete para usted.

La niña le tendió los brazos muy contenta y se dejó llevar por Ricardo a recibir el prometido juguete.
Petrita había pasado su brazo por mi cintura diciéndome: --Pasa hija, estás en tu casa. ¿Arturo viene después?
--No Petrita. Él fue a ver a su mamá. Yo le dije que venía con usted. Petrita -añadí casi con angustia--, necesito su consejo.
--¿Qué te pasa? Ven, dime en que puedo serte útil.
Sentadas en la sala una frente a la otra, Petrita con tono bondadoso me dijo: --mi hijo y yo hemos hablado mucho de ti y de Raquelita. Tememos por ustedes ahora que Josefita regresó.

--¿Ya vino a verla a usted? -pregunté
--Si, vino a reprocharme mi falta de cuidado en cuanto a la enseñanza y dirección religiosa de Raquelita. Me dijo que por mi descuido y por la debilidad de Arturo ya tú estabas haciendo de la niña una hereje. Yo le contesté que a mi no me parecían herejías lo que tu le enseñabas a la niña; que yo la había oído cantar unos cantos que alababan a nuestro Seños Jesucristo, y que si bien era verdad que la niña no sabia persignarse, rezaba y cantaba muy bonito.
Se puso muy furiosa y dijo que se iba a quejar de mi con el padre Ramón para que me llamara a cuentas y añadió que ya no era mi amiga, pues ella no podía serlo de alguien como yo que solapaba tus herejías.

--Cuanto siento -dije--, que por mí se haya roto esa amistad tan antigua, pues según me dijo Arturo, ustedes se conocen desde antes de casarse.

--Es verdad. Pero yo nunca he entendido a Josefita ni ella a mí. Soy Católica, pero nunca he llevado la religión al extremo que ella la lleva. Quiero decir que no me atrevo a condenar a nadie por el solo hecho de que no sea católico. Mira Noemi - me dijo tomando mi mano entre las suyas--, yo no se lo que crees o por qué lo crees; pero sé que eres una buena esposa y madre, y lo que he visto y oído que enseñas a la niña no me desagrada.

--¿Le gustaría a usted Petrita saber en que creemos nosotros los evangelicos? -pregunté.
En eso entró Ricardo con la niña que abrazaba una preciosa muñeca con grande alegría. Sin duda oyó la pregunta que le hice a su madre, pues me dijo: --Si nos gustaría. ¿Verdad madre? Tengo un amigo en el trabajo -prosiguió--, que es también evangélico. Es distinto a los demás compañeros: no toma, no fuma ni se va de parranda. Algunos le hacen burla y a veces hasta lo provocan, pero el a todos respeta y trata con bondad. El me ha hablado algo de su religión y me ha invitado varias veces a su templo. ¿Sabes de quien hablo mamá?
--Si, hijo de Jose, el que ha venido algunas veces a cenar. Es un buen muchacho -y añadió dirigiéndose a mi--, Ricardo y a mi nos ha extrañado el que te casaras con Arturo, porque el tomaba bastante.

--Nunca lo supe -repuse yo--. Duramos muy poco de novios. Mis padres se oponían a mi matrimonio, pero yo ciega los desobedecí y pequé contra ellos y contra mi Dios. Pero estoy arrepentida y desde hoy asistiré a la iglesia y llevare a mi hija para que sea guiada desde pequeña en la religión cristiana. Se que ahora que ahora que vino mi suegra va a ser difícil, pero antes quise venir a suplicarle Petrita, que me comprenda usted y que no me retire el cariño que se que me tiene. Hable usted con Josefita para que trate de comprenderme y nos deje a Arturo y a mi vivir como lo hemos estado haciendo antes que viniera ella, pues aunque mi esposo no quiere oir ni saber nada del evangelio, me deja leer la Biblia, hacer oración con la niña y enseñarle himnos que el mismo le pide después que le cante y goza escuchando a su hija cantar.

--Haz lo que te dice Noemí mamá -dijo Ricardo--. Tal vez te haga caso a ti, para algo son amigas.
--Ella dice que ya no lo somos. Vino a reclamarme el que tu y yo como padrinos de Raquelita hayamos descuidado la enseñanza religiosa de la niña, y además dijo que me iba a acusar con el padre Ramón.
--Eso dijo? -Exclamó con asombro Ricardo--.
--Si hijo, desgraciadamente Josefita es muy fanática. Yo creo -me dijo a mi--, que nada ganaremos con que yo le hable. Por el contrario, la exasperaremos más. Sigue los dictados de tu conciencia y que Dios te ayude, y en lo que yo pueda servirte estoy a tus órdenes.

Con lágrimas en los ojos y el corazón inundado de gratitud abrace a petrita, tendí mi mano a Ricardo y me despedí.
Había caminado un poco llevando a mi niña de la mano, cuando me alcanzo Ricardo.

--Voy al templo con ustedes -dijo con sencillez--.
Mi madre dice que la próxima vez ella ira también.

Levanté mis ojos al cielo y en oración silenciosa di gracias a Dios.




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Mil disculpas por la tardanza, pero lo prometido es deuda.

Muchas gracias a todos por leer, en verdad nunca pensé que llegarían a ser tantos, gracias por tomarse el tiempo de escribirme.

Espero que este libro este siendo de bendición para sus vidas.
Con respecto a lo de pasar mi Facebook, solamente pidanlo, estoy a sus ordenes para lo que necesiten.

BENDICIONES

El Yugo De Los Infieles. Autora: Evelina V. De FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora