Capitulo 17

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Mercedes cumplió su malvada amenaza. Después del día que comparecí ante el juez, acusada, o más bien calumniada por mi suegra con el consentimiento de Arturo, de mi mismo esposo, del hombre alque habia amado tanto, por el que habia dejado y desobedecido a mis padres y pecado contra Dios, desobedeciendo y quebrantando sus mandamientos, las cosas fueron de mal en peor entre Arturo y yo.
Por más que yo le aseguré que no le guardaba rencor y seguí cumpliendo mis deberes atendiéndolo con solicitud, él se dio cuenta de que yo ya no lo amaba.

Se hizo taciturno y colérico, y volvió a tomar hasta embrutecerse y a maltratarnos a la niña y a mí. 
Casti todos los sábados y domingos se embriagaba, y los lunes faltaba al trabajo.

La niña empezó a tener miedo de su padre y a esconderse cuando lo veía llegar borracho. Yo no quería que la niña perdiera el cariño a su padre y decidí hablar con Arturo.
Un dia cuando regresó del trabajo, mientras le servía la cena, puse una mano sobre su hombro y le dije: -Arturo,  quiero, necesito hablarte.
-¿Que tienes que decirme? -me preguntó con aspereza.
- Es acerca de Raquel, nuestra hija.
- Tu hija -me replicó-. Yo nada tengo que ver cobn ella, tu eres la que la educas a tu modo; no dejas de llevarla a tu iglesia y a mí me has puesto en ridículo.
- ¿Por que? ¿Como te pongo en ridículo? No enseño nada malo a la niña.
- No quiero saber lo que le enseñas a la niña. Pero me pones en ridículo porque, cuando en mala hora me casé contigo, yo le prometí al padre Ramón y a mi madre que mis hijos se educarían en la religión católica, y ya ves, tu has seguido haciendo tu capricho. Mi madre dice que no me se fajar los pantalones y el padre Ramón dice que yo tendré la culpa de la condenacion de mi hija ya que... bueno, para que hablamos más.
-Aruro -le dije-, ¿Por que no podemos vivir nuestra vida como antes, sin la intervención de tu mamá y del padre Ramón?

Se levantó casi de un salto y mirandome con rabia me gritó: -¡Porque antes de tener mujer tuve madre! Mi madre me quiere; daría su vida por mi felicidad, en cambio tú ya no me quieres.
- Aruro -dije con sinceridad-. Yo daría mi vida por que tu aceptaras a Jesucristo como tu salvador y asi tuvieras la vida eterna.
- No me hables de tus herejías. Bastante daño me has hecho ya.

Desde ese día fuimos como dos extraños.
Pasaron los meses y los años.
Mi niña tenía ya diez años. Amaba a su padre, pues yo, enseñandole las normas cristianas la había enseñado a amarlo y a perdonarlo.
Arturo seguía tomando, pero no nos maltrataba ya. 
Había perdido el trabajo en la fábrica y ahora trabajaba unos dias aqui y otros allá. Empezaba a faltar a veces el sustento en la casa, de tal manera que yo tuve que coser ajeno para hacer frente a los gastos de la educacion de Raquel.
Hasta dos semanas llegaba a faltar Arturo a la casa.

La primera vez que esto sucedió fui a buscarlo a casa de mi suegra. Allí estaba, y tambien Mercedes.

Arturo estaba un poco tomado. Mi suegra ni siquiera me saludó, pero Mercedes abrazando a Arturo me dijo desafiante: 
-¿Para que lo busca? Ya no quiere tener nada que ver con herejes. Bastante daño le ha hecho ya. Váyase. 
Me retiré en silencio. 

Poco después murió mi suegra dejando a mi marido una pequeña fortuna. Arturo le puso casa a Mercedes y nos abandonó a mi hija y a mi.

En los años transcurridos no estuve sola en mis penas,Dios estuvo conmigo y tambien Petrita y Ricardo que habían aceptado a Jesucristo como su salvavor y se había bautizado. Ricardo se había casado con una joven de la iglesia llamada Miriam. Ya tenian un niño. Petrita vivía con ellos y eran muy felices.

La buena anciana que me visitaba con mucha frecuencia  y Raquel y yo pasábamos los domingos con ellos y asistíamos juntos al templo. Vivíamos en una casa rentada que se componía de dos cuarto, cocina y patio, y estaba en la misma calle donde vivían Ricardo y su familia. En la puerta yo puse un letrero que decía MODAS y gracias a Dios no me faltaba el trabajo.

El día que Raquel cumplió quince años estrenó un vestido blanco que le hice y así fue al templo a dar gracias. Estaba hermosisima. Elevé mi corazón en gratitud a Dios porque mi hija no solo era hermosa sino buena, pues tenía la hermosura de un alma sencilla y pura.

Sí nietecita mía; tu madre fue la más buena de las hijas. Obediente, dócil, cariñosa. Sabia que yo habia sufrido, intuía, no se como, lo que todavía tenía que sufrir y se entregaba toda a mi en amor y cuidados. Era muy querida por sus compañeros de la sociedad de jovenes y muy trabajadora en la iglesia. Era maestra de un grupo de niños de la escuela dominical.
Habiendo ya terminado la secundaria estudiaba comercio, taquigrafía y mecanografía, en una academia.
Yo era feliz por ella y con ella.Nuestra casita era un verdadero hogar, pues aunque no había padre, por que Arturo parecía haberse olvidado de nosotras, estaba en nuestra casa el buen Padre celestial.

Después del culto de accion de graciasen el templo, Ricardo y Petrita le hicieron una bonita fiesta en el salon social con merienda y regalos, a la que fueron invitados los jovenes de la iglesia. Viendo a mi hija y a los jovenes y señoritas jugar y divertirse sanamente como lo hacen los cristianos me sentí feliz, como hacía mucho no lo había sido, porque sabía que mi hija no cometería el error que yo había cometido.

Yo había dicho a mi hija, cuando pudo entenderlo, mi pecado, culpandome a mi misma del fracaso de mi matrimonio, exonerando a su padre de toda culpa; fui yo la que abandone padres e iglesia para unirme con él ante un altar pagano.
Petrita y Ricardo le habían contado todo lo que yo había sufrido y como ahora que ellos tambien eran cristianos, reconocían que yo no debía haber hecho lo que hice.

Mi confesíon hizo que mi hija me amara mas aun, por lo que yo estaba segura, confiando en Dios, que mi hija jamas me daría el dolor que yo le di a mis padres.

Cuando terminada la fiesta regresamos a nuestro hogar, Raquel me abrazó tiernamente y me dijo: -mamacita, soy muy feliz, primeramente porque amo a mi bendito salvador Jesus, después porque te tengo a ti, mi buena madre, y luego... 
Se detuvo y sus mejillas se encendieron como la grana.
- Habla hijita -le dije dandole un beso en la frente-. Soy tu madre y siempre quiero ser tu amiga y confidente.
- Mamacita -me dijo venciendo a duras penas su turbacion-. Ahora, en la fiesta, Rubén me dijo que me quiere, pero que necesitamos tu permiso y por eso quiere hablar contigo. 
- Y tú hija? Tambien lo quieres?
- Tambien lo quiero mamá. Porque es muy bueno y es cristiano. Siempre me ayuda a hacer los trabajos manuales para mi clase de escuela dominical. 

Di gracias a Dios por que todos los intereses de mi hija estaban en la iglesia y ahora su corazón tambien se abría a un amor sencillo y puro. 
- Está bien hija, mañana me prepararé para que venga Ruben a cenar con nosotras y hable conmigo.
- Invita tambien a Petrita y a Ricardo ¿quieres mamá?
Así lo haré con mucho gusto.
-¡Que buena mamá tengo! - dijo mi hija con alegría.
Luego dandome un beso añadió: -Te quiero tanto que hasta daría mi vida por ti.

Al oir sus amorosas palabras, sentí un estremecimiento en todo mi ser y tuve miedo sin saber por que. ¡Ahora ya lo se!









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Hola, por fin despues de tanto tiempo voy a estar subiendo los ultimos capitulos de este libro, espero y esté siendo de su agrado hasta ahora.

En uno de los capitulos les habia preguntado si les gustaria que les recomendara alguna cancion y obtuve respuesta asi que la cancion que les recomiendo en este capitulo está en la parte de arriba de este. Espero sea de bendición


El Yugo De Los Infieles. Autora: Evelina V. De FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora