Capitulo 12

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Ha volado el tiempo. Mi Raquel ya tiene cinco años. Es una hermosa criatura. Esto no lo digo solamente yo, sino todos los que la ven. Arturo esta orgullosísimo de su hija. El se ha portado bien: no ha tomado, y del trabajo viene a la casa para jugar con su niña antes de que esta se duerma.

Yo he cumplido con lo que ofrecí a Dios. Todas las noches cuando pongo a mi nena en su camita le junto sus manitas y las dos repetimos: ''En paz me acostare y asimismo dormiré; porque solo tu, oh Dios, me haces vivir confiado. Amen'' Luego ya acostadita, pongo mi mano en su frente y la bendigo con la bendición con que Aaron bendecia al pueblo de Israel: ''El señor te bendiga y te guarde. Haga resplandecer su rostro sobre ti y tenga de ti misericordia''.

Arturo asiste en silencio a esta devoción. La primera vez, hace dos años que me vio hacerla, me dijo después de que la nena se durmió y cuando yo lavava la loza de la cena: --Que bonito le rezas!
--No es rezo Arturo, es un versículo que esta en la Santa Biblia, ¿quieres leerlo?
--Mi madre dice que los sacerdotes no quieren que leamos ese libro.
Siempre mi suegra! Hasta hoy me había sido fácil guiar a mi hija a la religión de Cristo. Josefita había tenido que irse, al año de nacida de la niña, a Leon Guanajuato, a atender a una hermana que había quedado paralitica, y cuando la hermana murió después de tres años, tuvo que quedarse para vender la vieja casona de la familia y algunas tierras. Pero ya regresaba, y con su regreso la tranquilidad huiría de mi hogar. Volveria a empezar mi lucha; pero yo ya estaba resuelta a no permitir que ella enseñara a mi niña ni la guiara en camino de error. Lucharia y Dios me ayudaría. Asi se lo suplicaba en cada una de mis oraciones.
Ayer llegó mi suegra. Arturo fue por ella a la estacion. Acababa de poner a la niña en su camita cuando vi que abrieron la puerta de la calle. Me quede indecisa. Me avergüenza confesar que tuve miedo que mi suegra me encontrara haciendo oracion con la niña, pero mi pequeña, cruzando sus manitas me dijo: --Mamita, la oracion--. Y oramos.

Josefita y Arturo que venían hacia el dormitorio, se detuvieron en la puerta. Acoste a la niña y la bendije, luego me volvi hacia ellos. Arturo tenia el rostro encendido, temeroso miraba primero a mi y luego a su madre. Esta, que no se habia dado cuenta de lo que yo habia dicho, y teniendo verdadero deseo de ver a su nieta, corrio hacia su camita y tomando a la niña en brazos la empezo a acariciar entre tanto que decia: --¡Que hermosa y que grande estas!--

La niña rompio a llorar y tendio los bracitos a Arturo, diciendo entre sollozos: --¡Me asusta! ¡Me asusta!.
Arturo trato de calmarla diciendole: --Es tu abuelita y te quiere mucho-- pero la niña lloraba mas.
--Damela --le dije a Arturo-- Yo la calmaré.
La tomé en brazos. Arturo y mi suegra se fueron a la sala entretanto que yo arrullaba a la nena que poco a poco se fue calmando y al fin se quedó dormida.

Tenía ya la cena preparada. Llame a mi esposo y a mi suegra a cenar. Arturo estaba radiante de felicidad; el amaba mucho a su madre.
Cenaron los dos platicando alegremente. Cuando terminada la cena recogi la loza y me dispuse a lavarlos, mi suegra, que me observaba con atencion me dijo: --Estas muy guapa Noemi.
--Es solo que me siento muy feliz señora --le dije--, Arturo es muy bueno conmigo y la nena completa mi felicidad.
No me contesto nada, pero dirigiendose a su hijo le preguntó con aire inquiridor: --Has cumplido con tus obligaciones como te recomendé Arturo?
--Si madre --dijo mi esposo-. Que lo diga Noemi. No he tomado, y del trabajo me vengo a la casa, pues tarde se me hace para abrazar a mi niña y...
--No me refiero a eso --le interrumpio mi suegra--. Si no que si haz enseñado a la niña a persignarse y a rezarle a su patrona la virgen de Guadalupe.
Arturo se puso de todos colores y con voz insegura contestó: Eso es cosa de mujeres, Noemi le reza.
La señora me vio entre asombrada e incredula.
--Sera posible que ya seas catolica? --me dijo--. Si es asi tendre que ir de rodillas a darle gracias a la santísima virgen.
--No señora --le conteste--, no soy catolica.

--Ah --dijo con desencanto mi suegra--. Entonces estas haciendo a mi nieta una hereje como tu.

Luego dirigiendose a su hijo:

--Y tu que haces que no lo impides? --y añadió con resolucion-- pero aqui estoy ya. Tú Noemi, puedes condenarte e irte al infierno si quieres, pero lo que es a mi nieta no me le enseñas tus herejías.

--No son herejías señora --dije con calma--, yo creo en Dios y lo adoro y eso es lo que enseño a mi hija.
--Pero no crees en la santisima virgen que es la madre de Dios, ni la adoras y como te dije ya, tu condenate si quieres pero a mi nieta yo la haré una buena catolica y devota de su santa patrona.
--Señora --dije en tono amable--, ¿quiere usted que yo le explique...
--Tus herejías? --me interrumpio bruscamente-- No no quiero saber nada. El padre Ramon me ordeno que nunca permitiera que me dijeras nada de tus creencias, bajo pena de excomunion. Lo mismo le dijo a mi hijo. Espero --añadio dirigiendose a Arturo--, que no te habrás dejado engañar por el demonio.
--No mamá --contestó Arturo--. Nada me ha dicho Noemi.
--Bueno me voy --dijo mas tranquila mi suegra--. Mañana voy a ver a Petrita, pues creo que ha descuidado sus deberes de madrina.

Diciendo esto se levantó y se dirigió a la puerta de la calle. Arturo la siguió. Luego oí el golpe de la puerta al cerrarse. De mi nisiquiera se despidió. Con la llegada de mi suegra la paz huia de mi hogar. Ella era, por su fanatismo, mi enemiga. Mi verdadera lucha comenzaba. Necesitaba pedir fuerzas al Altisimo.
Me fui a mi cuarto, tome la Biblia y leí el Salmo 64 haciendo de el mi plegaria. "Escucha, oh Dios, la voz de mi queja; guarda mi vida del temor del enemigo. Escóndeme del consejo secreto de los malignos, de la conspiración de los que hacen iniquidad."









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El Yugo De Los Infieles. Autora: Evelina V. De FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora