Capitulo 6

973 10 4
                                    

Asi fue. Arturo avergonzado al principio, ofreció no hacerlo mas. Yo creo que honradamente lo intento, pues pasaban semanas sin que tomara una copa, pero por los amigos y las frecuentes invitaciones a fiestas en donde siempre se bailaba y se tomaba, volvia a hacerlo. Empezó a faltar al trabajo y su carácter se agrió. A veces era aspero conmigo, aunque siempre despues me rogaba cariñoso que lo disculpara.

Pero yo sabia, yo sentia que todo era inutil. Cuando al dar las seis de la tarde Arturo no llegaba, con el corazon oprimido esperaba una hora, dos, mas, y sufria pensando que algo malo le habria sucedido. Lo imaginaba herido, chorreando la sangre de su pecho, en una riña de ebrios o tirado en el inmundo suelo de una cantina, o atropellado por un coche o un tranvia al tratar de cruzar la calle con su paso inseguro y zigzagueante.

Tendida en la cama, sin poder conciliar el sueño, el oido atento al menor ruido, tremante de miedo esperaba por horas y mas horas que me parecian siglos, mientras mis lagrimas corrían en incesante raudal y mojaban la almohada, porque todavia lo amaba, lo amaba con la sencillez de mi juventud y los anhelos de mi alma. Lo amaba con mis ansias de felicidad y mi hambre de cariño. Me sentia huérfana y necesitaba protección.

Estaba profundamente triste, clamaba por un consolador, por el, por mi esposo, por Arturo que habia jurado protegerme y ampararme. Mi ser, mi alma toda clamaba por el, se aferraba a el con hambre de orfandad, y entre profundos sollozos que brotaban de mi corazon temeroso gemia: "¡Arturo! ¡oh Arturo! No te tardes. Ven que te necesito. Tengo miedo."

Pero solo el silencio me contestaba con su misteriosa voz que zumbaba levemente en mis oidos, y las sombras que me rodeaban se hacian mas densas, mas densas.
Por fin unos pasos inseguros se detenian junto a la puerta y una mano torpe trataba en vano de abrir sin acertar a dar vuelta a la llave. Yo saltaba rapida de la cama y corria a la puerta ansiosa de recibir una palabra alentadora, una frase cariñosa de consuelo... solo recibia unas frases bruscas pronunciadas incoherentemente por una voz aguardentosa y el peso de un brazo que se pasaba por mo cuello para apoyarse en mi debilidad. Despues pasaba el resto de la noche junto a un ebrio que roncaba estrepitosamente, procurando alejarme lo mas posible para no recibir en mi rostro su aliento alcoholico y pestilente.

Cierto dia revisando la petaca que habia traido de mi casa, y en la que mi madre habia puesto todas mis cosas de cuando era niña, me encontre la Biblia que habia recibido como premio en un concurso de esgrima bíblico en la escuela dominical.
¡Mi antigua y olvidada Biblia! Que emoción tan profunda senti al tenerte otra vez entre mis manos y aue verguenza tan inmensa y dolorosa por haberte olvidado.

Abri sus paginas y mis ojos se posaron en estas palabras:
"Clama a mi y yo te respondere..."
Y clame, clame con angustia, como nunca antes lo habia echo. Clame con verdadera e intensa hambre del alma; hambre por mi Dios y por las cosas de mi Dios.

Puesta reverentemente de rodillas, abrazando mi querida biblia junto a mi pecho, en mi angustia me acerque a mi buen padre celestial y le pedi, en el nombre Santo de Jesus, amparo, guia y consuelo.
Me levante confortada. Coloque mi biblia sobre la mesa de noche y vi el reloj. ¡Iban a dar las cinco y no tenia lista la comida! Me fui rápida a la cocina y me puse a preparar los alimentos. Me sentia cansada, muy cansada. Tal vez las emociones del dia ----pense-- y seguí en mis labores. Pero el malestar continuaba acompañado de una extraña sensacion de nausea.

Realmente me sentia enferma. Apenas tuve tiempo de poner la mesa cuando llego Arturo. Di gracias a Dios que no se hubiera retardado, pues mi malestar aumentaba, no pude ni ir a recibirlo a la puerta como a mi me gustaba hacerlo.
Arturo entro. Traia en los ojos una expresión de asombro que se torno en ansiedad cuando me vio.
--¿Que te pasa? ¿te sientes mal? ¡estas muy palida! --dijo pasando su mano por mi frente con ademan solicito.
--Si --conteste haciendo un esfuerzo por levantarme de la silla en que me habia sentado. --No se lo que tengo, me siento muy cansada. Tengo nausea y vertigos.
--Te llevare a ver al doctor. 
--Esta bien, pero cena primero antes que se enfrien los alimentos.

Con gran esfuerzo me levante para ir a servirle, pero el, tomandome suavemente de los hombros, me hizo sentarme de nuevo y dijo:
--¡No! Yo servire hoy. No lo hare tan bien como tu, pero hare lo mejor que pueda. No se mueva mi reina, vuelvo enseguida que me lave.
Yo solo tome una taza de cafe bien caliente. Cuando mi esposo termino de cenar me puse un abrigo y salimos. Arturo me tomo del brazo y caminamos lentamente. Mientras caminaba iba recordando las veces en que despues de salir de la oficina, durante mi noviazgo con Arturo, habia salido con el con el corazon lleno de amor y la mente pletorica de ilusiones. Hacia apenas unos meses de eso, pero cuantos recuerdos tristes, mas que alegres, me habian dejado en la mente, y cuantos dolores, mas que alegrias, en el corazon.

Arturo viendome tan silenciosa callaba tambien, pero de cuando en cuando me miraba con cariñosa ansiedad y apretandome suavemente el brazo mw preguntaba:
-¿Estas fatigada? ¿Quieres que descansemos?
--No --contestaba yo--, me siento mejor. El fresco de la tarde me ha echo bien y tu amable solicitud me da alientos. ¡Cuanto te agradezco que te preocupes asi por mi!
--¡Pero vaya con la tontita! --exclamo sonriente--. No tienes por que agradecer nada. Eres mi esposa y te amo. ¿Quien ha de cuidar de ti si no yo? Y lo hago con mucho gusto

¡Que felices me hicieron sus palabras! Hacia tanto que no me hablaba con cariño. Desde lo profundo de mi alma eleve una plegaria de gratitud a Dios. Unas cuantas horas hacia que habia clamado a el y ya me contestaba. ¡Cuan maravillosa es su misericordia!

Habia pocas personas en el consultorio del doctor Mendez, por lo que pronto llego mi turno.
Despues de un examen cuidadoso, el doctor sonriente dijo a mi esposo que esperaba con ansiedad:
--Amigo, no es nada grave si se observan ciertos cuidados y reglas de higiene que son necesarios en estos casos. Lo demas lo provee la naturaleza.
--Bueno esta bien doctor. Pero,¿Puede usted decirme que es lo que tiene mi esposa? --preguntó Arturo con vehemencia.
--Con gusto --contesto el doctor afablemente--. Su esposa le va a traer un regalo que le hace Dios. Van ustedes a recibir el don de un hijo.

Arturo no dijo nada pero su rostro denuncio si inmensa alegria. Por unos instantes se quedo contemplandome con una expresion de profundo amor. Luego, acercandose a mi, me beso en la frente casi con devosion y murmuro dulcemente:
--Gracias Noemi. ¡Mi Noemi!
Yo no sabia lo que pasaba en mi. No sabria definirlo. Aun ahora al escribir estas lineas no podria decir que fue lo que senti en aquellos momentos.

¡Un hijo! ¡Iba a tener un hijo! La nueva me causo profundo gozo; sin embargo, algo dentro de mi me sobrecogio de temor. ¿Presentimiento? Dios tenga piedad de mi. Dios vea con ojos de misericordia a este pequeño ser que dentro de unos meses abrira sus ojos a este mundo de dolor en donde tan caras se pagan las equivocaciones.








〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰〰

Al fin!
Perdon por no subirlo anoche, cuando estaba a punto de terminarlo y se borro mas de la mitad de lo que llevaba escrito 😭😭😭 asi que tuve que literalmente comenzar de nuevo.

Bendiciones

El Yugo De Los Infieles. Autora: Evelina V. De FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora