Capitulo 15

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  Consolé mi niña con caricias y palabras amorosas, la lleve a la cocina, ore dando gracias por los alimentos y le di de comer. Comió con apetito.

Yo no comí esperando Arturo, pasó toda la tarde se hizo de noche, y acosté a la niña. Esperé hasta las 10 leyendo La Biblia y me acosté. 

Arturo llegó en la madrugada, ebrio. Al día siguiente se levanto tarde y no fue a trabajar. El martes pasó lo mismo.
Como a las 11 llegó mi suegra, Arturo estaba todavía en la cama.
- ¿A qué horas llegó Arturo? – me preguntó sin saludarme.
- En la madrugada -respondí-. Llegó borracho. Hacía mucho que no tomaba.  
-Tu, nadie mas que tu tiene la culpa - me dijo airada mi suegra-. Ya se lo que hiciste, el me lo contó. Pero te aseguro por esta -dijo haciendo la señal de la cruz con la mano y llevandosela a la boca- que a mi nieta no la vuelves a llevar; primero te la quito. Ya veras. Ya di los primero pasos aunque me cueste. 

Antes que yo puediera contestar llamaron a la puerta. Fui a abrir. El hombre que llamaba me preguntó: -¿Es usted la señora Noemi Acosta de Airla? 
-Yo soy -contesté.

Me entregó un papel. Era una orden judicial para que me presentara al día siguiente a contestar una demanda.
-Quien me demanda? -inquirí.
-No lo se -contestó el hombre-. El juez se lo dirá. No falte a la cita porque si falta la castigarán.

El mensajero se fue y y me dirigí al dormitorio. Arturo estaba ya levantado. Le di los buenos dias; pero no me contestó. Le tendí el papel que me habia dado el mensajero y le dije:
-Acaban de traerme esto del juzgado. Alguien me demandó o me acusó de algo. Estoy confusa. Yo no he hecho nada. ¿Sabes tu algo?

No contestó mi pregunta, pero a su vez me preguntó: -Ya vino mi madre?
Contesté afirmativamente.
-¿En donde está?
En ese preciso instante entro Josefita llevando una taza de té humeante.
-Toma hijo -dijo ofreciendocela a Arturo-. Te ha de doler mucho la cabeza. Dentro de un rato te sentirás mejor y nos iremos a casa de Mercedes. Tenemos que hablarle del asunto.

-¿Que asunto? -pregunté a mi esposo.
El no me contesto, pero mi suegra me dijo con un marcado acento de triunfo en la voz:
-¡Ya verás! ¡Ya verás!
Sin darme mas explicación se fueron.

Arreglé la casa, hice la comida. Esperé hasta las cuatro. Arturo no regresaba y yo sentía la necesidad de contar a Petrita lo ocurrido.

No tenía miedo de ir al juzgado, pues estaba segura de no haber echo nada que diera lugar a que me acusaran; pero sentia un temor indefinible por la actitud de Arturo y las palabras de amenaza de mi suegra. Temor de que fuera cierto lo que presentía.
No pude esperar mas y tomando a Raquel de la mano salí y me dirigí a casa de Petrita. Nos recibió con su bondad acostumbrada. Estaba remendando sentada en una silla bajita en el corredor. Me senté junto a ella.

-Ya me platicó mi hijo como le agradó lo que hicieron y dijeron en su iglesia. El domingo proximo iremos los dos. Lo que es bueno para mi hijo, es bueno para mí.
- Eso me da una felicidad muy grande Petrita -dije con alegria-. Dios es bueno conmigo al darme esa dicha enmedio de mis penas.
-Tu vienes a decirme algo ¿verdad? -dijo fijando en mi sus ojos bondadosos.

Miré a la niña y Petrita comprendió. Se levantó y fue a la cocina. Desde allá llamó a mi pequeña.
-Ven, Raquelita. Ven a comerte estos sabrosos dulces.
La niña se levantó rapida y me preguntó: 
-¿Voy, mamacita?
-Anda hijita -le dije dandole un beso. Comes tus dulces y luego juegas con el gato.

Se fue, tomó los dulces de manos de Petrita, dio las gracias y se sentó a comerlos en una sillita en el patio.
Petrita volvió, tomó la prenda que remendaba, la puso en su cesto de costuras y cruzando las manos sobre sus rodillas me dijo: -Te escucho.

Yo le conté todo lo que había pasado desde el domingo cuando Ricardo nos acompañó a casa despues del culto. Las palabras ásperas de Arturo a Ricardo; cómo mi esposo había regresado ya dos veces borracho; la cita que me habian llevado del juzgado, la actitud extraña de Arturo y las palabras amenazadoras de mi suegra

Petrita se habia tornado pensativa entre tanto que yo hablaba.
Cuando termine me preguntó: -¿Trajiste el citatorio?

Se lo entregué, lo leyó y me dijo: -¿No tienes idea de quien pueda haberte demandado o por que te acusan?
-Esa es mi pena Petrita -dije sin poder contener mis lagrimas-. Sospecho que son Arturo y Josefita, pero no se por que... a menos...

Me detuve de pronto. Un pensamiento terrible me vino a la mente.

-¿Que quieran quitarte a la niña?  -dijo Petrita adivinando mi pensamiento.
-¿Serian capaces de ello?  -dije como preguntandome a mi misma.
-El fanatismo hace a las personas capaces de todo -me contestó Petrita--. pero no temas; no podran, pues no tendran de que acusarte y aunque inventaran alguna acusacion no podran probarla.
-¡Ay Petrita! Yo nunca he andado en juzgados -dije con dolor-. ¿Que voy a hacer? ¿Que voy a decir?
-Nosotros iremos contigo  -dijo Petrita acariciando suavemente mi mano como para darme animo--.
Yo se que Dios también ira contigo.
-Gracias, muchas gracias -dije y besé a Petrita como si fuera mi madre.
-Mañana pasaremos Ricardo y yo por ti.
Pero hoy -dijo levantándose- vamos a la cocina a que tomes algo, pues estoy cierta a que no has tomado alimento.

¡Buena mujer ! ¡como adivinaba! Es verdad; no había tomado nada desde el día anterior por la mañana.

Ya en la cocina nos sirvió a la niña y a mi una sabrosa y nutritiva cena que yo tomé con verdadero apetito y sincera gratitud.

Cuando terminamos de cenar eran las seis de la tarde. Debía regresar a casa; pero necesitaba ver al pastor e informarle lo que pasaba, pues así me lo había pedido el.
Se lo dije a Petrita y ella me ofreció que en cuanto llegara Ricardo ellos irían a notificar al pastor lo sucedido para que yo me fuera luego a la casa, pues no había que dar ocasión para un nuevo disgusto con Arturo.

Agradecí una vez mas a Petrita su bondad, besó ella a la niña y nos despedimos.

Llegamos a la casa. Todo estaba a oscuras. Arturo no había llegado, por lo que di gracias a Dios , pues así me evitaba una discusión enojosa, y después de acostar a la niña podía dedicarme a la oración, pues necesitaba mucho la ayuda divina para hacer frente a los que querían arrebatarme a mi hija.






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Espero disfruten el capitulo!! Dios les bendiga:)

El Yugo De Los Infieles. Autora: Evelina V. De FloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora