Tragedia

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†Prologo†

Deborah Phillips abrió los ojos lentamente, estaba muy mareada aún y le costaba enfocar la vista en un punto exacto, quiso sentarse pero una voz brusca la detuvo.

—Quédate quieta. Te han anestesiado —Deb tragó saliva al oír a Sebastián hablarle en los pies de la cama.

—Hola Sebastián —él no respondió al saludo— ¿Esta... bien? —preguntó con voz titubeante, se sentía vacía y tenía las manos atadas a los costados de la camilla ¿Por qué tenía las manos atadas?

—No —dijo él—. No está bien, nada está bien ¡Nada nunca contigo está bien, Deborah! —le gritó con los puños apretados.

Deborah cerró los ojos sintiendo como unas lagrimas se deslizaban libremente por las mejillas, ahora comenzaba a ver un poco mejor y a su lado... todo estaba vacío.

¿A dónde estaba?

—¿Dónde...?

—Se murió —le dijo él con brusquedad— ¿Estás feliz?

—Yo...

—No digas nada Deborah. Te odio, te odio como nunca jamás juré odiar a nadie en esta puta vida y quiero que vivas para recordar que te odio...

Un sollozo se escapó de la garganta de la joven al intentar sentarse y comprender que no era un sueño, que era real.

No tenía el vientre hinchado.

—Sebastián —le dijo con voz temblorosa, cargada de un insoportable dolor.

Sebastián negó con la cabeza, la odiaba ¿Cómo pudo permitir que eso les pasara? ¿Cómo pudo dejar que todo llegara a ese extremo del cual ya nada tenía retorno? ¿Quién iba a devolverle a Alma? ¿Quién iba a entregarle a esa niña que habían tenido en brazos solo una hora?

Tragando un sollozo, el hombre dejó unos papeles en la mesa de luz al costado de la camilla de la joven muchacha que lloraba en silencio.

—Tienes que firmar estos papeles, no quiero volver a verte jamás en mi vida, Deborah.

Ella negó con la cabeza, desesperada, el no podía dejarla en ese momento, no ahora, no cuando lo necesitaba tanto, no cuando necesitaba estar en sus brazos, aspirando su olor, sintiendo que todo estaba bien mientras la llamaba mi amor o le decía te quiero.

—No... Sebastián yo te necesito, mi amor, no puedes dejarme sola, no ahora, no hoy. Por favor.

Sebastián abrió la puerta de la habitación de hospital y la miró por última vez.

—¿Por qué no? Aquí está todo lo que mereces: Soledad, tristeza, culpa ¿Qué más quieres? ¿Qué me arruine la vida al lado de una mujer que nada puede hacer? Con eso no.

—Pero yo... —suplicó con voz ahogada.

No quería que se fuera, ella lo amaba, él era su roca, su pie de apoyo, el hombre por el que lo había dejado todo, hasta su salud ¿Qué le estaba pasando?

—No... no me dejes... por favor, no me dejes sola, Sebastián. ¡Por favor!

—¡Basta Deborah! —pidió dando un portazo— ¿Qué más quieres de mi? ¿Ah? Ya no voy a volver a amarte más, ya no voy a volver quererte, solo voy a odiarte por el resto de mi vida, maldita mujer ¡mataste a nuestra hija! ¿Y pretendes que te quiera después de esto?

La joven, llorando sin control por aquellas dolorosas palabras giró el rostro a su derecha, pero él se lo agarró para que lo mirara y se grabara bien cada palabra que salían de su boca.

Hermanos Hurtman #1 "Pecado de seducción".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora