Bienvenida Vida

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Debie se estiró en la cama con una sonrisa y volteó a buscar a Benjamín, sintió la cama vacía y supuso que se estaría duchando, en efecto, él salió de la ducha, descaradamente desnudo y secándose el pelo con una pequeña toalla de mano. Tenía el cabello más largo, había mechones que le pesaban esos suaves lóbulos de la orejas.

—Buenos días —la saludó él.

—Buenos días —se levantó de la cama y buscó ropa interior— ¿Me esperas a desayunar?

—Claro que sí —le dijo él.

Hacía ya dos semanas que habían regresado a la casa y todo estaba en paz, una armoniosa paz y serenidad que la hacía ver cada vez más hermosa, más segura de sí misma y de las decisiones que había tomado.

Había ganado algo de peso en esos días y sus ojos se veían muy felices. Justamente ese día se iban a encontrar con el dueño del periódico local para que se postulara como Editora en Jefe, orgulloso de ella, se prendió los botones de los puños de la camisa y se observó en el espejo, se pondría el saco del traje, pero no la corbata, con la mano derecha se echó para atrás el cabello que rehusaba a cortarse porque a Deb le encantaba. Justo en ese momento ella salió secándose el pelo y se dirigió al armario en donde minutos después salió vestida de camisa blanca, jean tubo negro y unos delicados zapatos estiletos negros de suela roja

—Me pondré la chaqueta de gabardina y arriba la de la suerte —dijo con una sonrisa mientras le mostraba las prendas. Se las colocó y giró sobre su eje, pero su rostro se descompuso volviéndose blanco.

—¿Debie?

—Ben... —dijo tocándose la frente— me siento mal.

Se llevó la mano a la garganta y suspiró.

—Debie, amor no me asustes.

Ni bien terminó de decir esa frase, Debie cayó al suelo, desmayada ante el grito de auxilio de Benjamin.

—¡Mamá! Debie... Debie reacciona ¡Mamá!

La tomó en brazos y la depositó en la cama, con manos temblorosas le corrió el cabello de la frente para despejar su rostro. Se dirigió al baño y tomo alcohol para empapar una pompa de algodón y hacer oler a Debie.

—Vamos, abre los ojos.

Clarisa entró corriendo a la habitación y encontró a la joven mujer tendida en la cama y a Benjamin intentando hacerla reaccionar sin éxito

—¡Llama al médico por favor! —le pidió desesperado, su pulso era constante, pero no quería moverla por miedo.

La mujer tomó el teléfono de la mesa que estaba a un costado de la habitación y pidió una ambulancia para una mujer joven que había sufrido un desmayo.

—Si se está recuperando de una miocardiopatía llamada síndrome del corazón roto... vengan rápido, por favor.

Benjamin dejó la pompa de algodón a un costado de la mesa de luz y le abrió la camisa a su esposa para quitarle todo lo que le impidiera respirar. Con diligencia le quitó la chaqueta y la camisa, los zapatos y el jean dejándola solo en ropa interior para cubrirla con una manta, aún no reaccionaba y eso comenzaba a desesperarlo.

—¿Por qué no reacciona mamá? —fue decir eso y que tocaran el timbre. Clarisa bajó corriendo y regresó con los paramédicos que le pusieron oxigeno a través de una máscara para que comenzara a reaccionar.

—Bienvenida ¿sabes cuál es tu nombre? —preguntó el paramédico.

—Deborah Anne Hurtman.

—¿Te acuerdas que sucedió? —ella sonrió.

Hermanos Hurtman #1 "Pecado de seducción".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora