Había amanecido con el cielo completamente despejado y un sol radiante, a media mañana Benjamin levantó a Deborah a las rastras de la cama y la llevó a la ducha para que pudieran bañarse y bajar a la ciudad para comer y comprar algunos regalos que les faltaban antes de ponerle fin a una maravillosa luna de miel. Ella estuvo lista en poco tiempo y mientras comía una ensalada de fruta, Benjamin se vestía mirándola maravillado con su belleza dulce y natural. Ella apartó la mirada de la copa de frutas y lo miró con su típico calor en esos ojos tan chispeantes y alegres.
Era increíble el cambio de que había obrado en ella. Ahora era sonriente, dulce, buena. Eran pocas las veces que sus ojos se nublaban con los recuerdos del pasado y cuando lo hacía el procuraba recordarle lo amada y valorada que era por él y que todo lo malo ya había pasado.
—¿Hay joyerías en el pueblo? —preguntó ella con un curioso interés.
—Sí, hay joyería en el hotel por si quieres ver algo que te guste.
—No, quiero bajar a la ciudad. Además quiero comer algo típico de la isla... ya sabes que me gusta mucho la comida últimamente.
El sonrió.
—Y a mí me encanta alimentarte —dijo mientras terminaba de atarse una zapatilla y le prestaba atención a las piernas de su esposa que finalizaban en unos bonitos zapatos— ¿No te cansarás con ese calzado?
—¿Iremos a pie? —pregunto ella mirándose los pies?
—En el jeep pero hay una parte que es peatonal.
—¿Está adoquinada?
—Si, hace unos años que la mande a adoquinar.
—Iré asó si no te molesta que esté glamorosa —sonrió traviesa— sino me pongo esas sandalias tan bonitas de flores que me compraste.
—Ponte esas que es taco chino, no quiero que te lastimes, por favor.
—Si me lo pides así...
El sonrió mientras ella se cambiaba el calzado y se miraba en el espejo, pensando y estudiando su imagen...
—Estás perfecta así —le dijo abrazándola por detrás y depositando un beso en su hombro—. Estás muy bonita con el cabello así de largo, sin artificios ni alisados...
—Gracias por ese cumplido —dijo ella girándose y rodeando el cuello de su marido con los brazos para besarlo en los labios—. ¿Y si nos quedamos un poco más en la cama y bajamos después?
—No. Si nos quedamos un poco más saldremos de la cama por la noche y será después de las doce.
—Será mi cumpleaños después de las doce de la noche... regálame algún que otro orgasmo...
—Sabes que si te regalo uno ahora, el final es totalmente predecible, asi que, señora Hurtman, no me provoque porque la deseo...
Ella suspiró y tomó el bolso...
—Usted se lo pierde, señor —el sonrió al verla caminar sacudiendo sensualmente las caderas hasta la puerta y luego giró.
—No. Gané una mujer hermosa —dijo besándola—. Jamás olvidemos eso.
Cuando bajaron al pueblo, Debie estaba absolutamente maravillada por esa parte que aun no conocía. La isla contaba con playas que eran auténticamente preciosas, las arenas puras y blancas, se mezclaban con las aguas celestes y turquesas del océano. Las palmeras le daban ese aire caribeño y creaban un paisaje que había tardado millones de años en formarse, pero que valía la pena su belleza.
Pasearon por las hermosas calles de edificios históricos preciosos y Benjamin se detuvo en una joyería a mirar, Debie se fijo para comprarse un collar, pero de reojo vio como su marido miraba con atención un reloj de platino exhibido en el centro de otros relojes de diseño, era un reloj hermoso y masculino y al verlo ella dejo de lado el collar de perlas que quería comprarse con sus ahorros y pensó que podría comprarle ese reloj.
ESTÁS LEYENDO
Hermanos Hurtman #1 "Pecado de seducción".
RomanceDeborah Phillips abrió los ojos lentamente, estaba muy mareada aún y le costaba enfocar la vista en un punto exacto, quiso sentarse pero una voz brusca la detuvo. -Quédate quieta. Te han anestesiado -Deb tragó saliva al oír a Sebastián hablarle en l...