¿Una pequeña luz?

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Capítulo 4

Los trajeados, sin tener en cuenta a Alfredo, se llevaron a una atónita Mili a la calle y luego volvieron al restaurante. Deborah no podía oír nada, solo sentía una intensa abrasión en el pecho y veía como la tela iba pegándose, los ojos se le llenaron de lágrimas al ver que la tela estaba derritiéndose sobre su piel y el líquido iba penetrando poco a poco.

—¡Mierda! —oyó decir a Benjamin, con manos delicadas la paró y custodiado por sus guardaespaldas la miró a los ojos con una pena que le hizo daño—. Mírame, tenemos que ir al hospital ya mismo ¿me oyes?

Deborah asintió, el dolor que sentía le estaba dando nauseas y al llegar al aire frio de la noche, instintivamente quiso sacarse el vestido, pero Benjamin la frenó. No debía tocarse, él, por desgracia, no sabía cómo proceder ante quemaduras y lo estaba volviendo loco ver que le dolía y no poder ayudarla, con manos delicadas recogió el cabello que le estaba cayendo hacia adelante, el bonito rostro de Debie, cruzado por el dolor, lo miró y sus bonitos ojos se le llenaron de lagrimas.

—Siento que voy a vomitar —dijo en un susurro. Benjamin, solícito, sacó una bolsa de la parte de atrás del asiento delantero del auto y se la entregó, ella tras un sollozó vomitó lo poco que había comido y luego comenzó a llorar.

—Tranquila —dijo recogiéndole el cabello— ¡Dios Paul! ¿No podemos ir más rápido?

—El Mercy está a una cuadra, señor Hurtman —dijo su jefe de seguridad algo nervioso—. No se preocupe, señorita Phillips, ya llegaremos.

—Duele Benjamin, duele mucho —dijo llevándose con desesperación las manos al cuello del vestido que traía puesto—. Quiero que pare —sollozó.

En la vida Debie había sufrido varios dolores, una apendicitis que se había vuelto peritonitis y que gracias a uno de los guardaespaldas no había pasado a peor, luego el trabajo de parto y cesárea para pasar por la muerte de Alma, pero ese dolor la estaba debilitando, el corazón se le estaba acelerando y le dolía el pecho, tanto la quemadura, que estaba extendiéndose por las distintas capas de la piel, como su órgano vital que se negaba a latir como correspondía. Tenía que respirar.

—Llegamos —dijo el chofer, que salió parapetado del auto y le abrió la puerta, Benjamin la tomó en brazos e hizo que le pasara las manos por el cuello—. Estaré aquí cuando salgan señor Hurtman. No se preocupe señorita Deborah —Benjamin asintió y corrió con ella hasta la guardia.

Pidió ayuda a gritos para una joven que había sufrido quemaduras de un líquido hirviendo y que la tela sintética de su vestido estaba quemando su piel, para cuando llegaron los médicos a socorrer a la joven, esta ya se había desmayado.

Despertó sobre una camilla con el pecho desnudo, cubierto con una espesa crema blanca y conectada a un aparato que revisaba sus pulsaciones que marcaban un ritmo normal dentro de los parámetros relacionados con su patología cardíaca.

Benjamin se acercó a ella y ella se cubrió sus pequeños pechos desnudos, los cuales le dolían enormemente y poco podía soportar el dolor.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó en voz baja aliviado de volver a verla consciente—. Me diste un susto de muerte, nunca más vuelvas a desmayarte de esa forma ¡Y menos gritando que estas teniendo un infarto! —se pasó las manos por el cabello con desesperación. Nunca se había sentido tan angustiado por alguien a quien apeas conocía, pero así había sido con ella. Al ver sus ojos llenos de lagrimas y dolor y oír su voz rota diciéndole a los médicos que estaba teniendo un infartó melló en él, que la tenía entre sus brazos y no se animaba a soltarla de aquel refugio.

—¿No tuve un infarto entonces? —preguntó en voz baja y asustada. Benjamin suspiró con ganas de acariciarle sus pálidas mejillas. Ella lo miró esperando su respuesta que tardaba en llegar.

Hermanos Hurtman #1 "Pecado de seducción".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora