Capitulo con contenido erótico moderado
Benjamin le rodeo la cintura a su ahora esposa, sin importarle el hombre a su lado vestido de Cupido –ridículo, porque el mismo, era como quince veces más grande que el pobre– ni tampoco el oficiante disfrazado de Elvis.
Con dedos delicados le secó las lágrimas y guardó el certificado que luego sería una licencia oficial de matrimonio.
—Te amo, amor y juro por mi vida que te haré la mujer más feliz del mundo.
Ella sonrió pensando que era imposible ser más feliz de lo que ya lo era.
—Prometo ser la Deborah que era antes —dijo en un susurro—. Prometo ser divertida y atenta, prometo ser la mujer que te haga feliz a ti.
—Sólo sé la Deborah que amo... no pido ni necesito más.
La apretó contra su cuerpo y le dio un beso ardiente que obligó a los presentes a apartar la mirada avergonzados.
—Vamos a casa —susurró él. Ella asintió.
Llegaron hasta el ático y abrió la puerta, luego la cargó en brazos para cruzar el umbral, como correspondía.
—Bienvenida al primer día de tu vida.
Cuando entraron Debie se vio rodeada de flores blancas y velas aromáticas, había mucho olor a vainilla y a jazmines. Las luces estaban tan suaves que parecía un cálido amanecer y nada se veía del exterior.
Cuando Benjamin la bajó, la paró frente a él acarició la zona lumbar de su espalda mientras posaba su frente en la de ella... cerró el espacio con un beso en el que volcó la suma de todos sus sentimientos, las manos de Debie rodearon su cuello y se puso de puntillas para poder besarlo mejor.
—Te deseo —dijo ella aferrándose a las solapas del traje—. Quiero que seas tú, siempre tú, solo tú...
El sonrio mientras le echaba el cabello hacia atrás y le acariciaba el lóbulo de las orejas, con el tiempo había comprendido que esas caricias delicadas eran las que más feliz hacían a su esposa. El aliento se le cortó por un momento y sintió que se le humedecían los ojos, «Su esposa. Su mujer». Ella era la suma de sus días, era la cima de todas sus metas, el recordatorio de que había hecho algo bueno en la vida como para merecérsela.
—Eres lo más bonito que me paso en la vida. Desde la primera vez que te vi supe que serías mía y no soy un tipo posesivo, pero ahora que llegaste a mi vida y eres mi esposa eres solo mía.
—Ahora y solo ahora sé que todo valió la pena, porque te conocí —sollozó ella—. Gracias por amarme.
Él le tomó el rostro como si fuera de cristal. Y le besó los ojos dibujando el recorrido de sus lágrimas, jurándole en silencio que a partir de ese mismo día solamente iba a ser feliz, que iba a llorar de la risa, que iba a llorar de felicidad, que nada iba a lastimarla, jamás.
—Debie —dijo el interrumpiendo el beso.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Vamos a la cama...
Ella sonrió.
—Estaba esperando que me propusieras eso.
—¿Ah sí? —preguntó el con una sonrisa.
—Y si no lo hacías yo lo iba a hacer. Te deseo.
Benjamin se mordió el labio inferior y le besó los labios a ella. Se puso nervioso, quería ser perfecto, quería que esa noche fuera perfecta.
Con delicadeza, la depositó en la cama, pero en vez de acostarla, la sentó y se arrodilló a sus pies. Tomó el pie derecho que estaba cubierto por un zapato plateado de taco que parecía no tener fin y le desajustó la correa de la cual colgaba una cadena con un corazón que brilló a la luz de las velas que los rodeaban, dejó el zapato en el piso y tomó su pie, era pequeño y delicado, las plantas eran suaves y receptivas.
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Hermanos Hurtman #1 "Pecado de seducción".
RomansaDeborah Phillips abrió los ojos lentamente, estaba muy mareada aún y le costaba enfocar la vista en un punto exacto, quiso sentarse pero una voz brusca la detuvo. -Quédate quieta. Te han anestesiado -Deb tragó saliva al oír a Sebastián hablarle en l...