Cuando Debie entró en la casa un calor agradable la recibió, había olor a azahar y a comida casera, el ambiente estaba cálido y un ligero aroma a leña inundaba las fosas nasales, parecía el aroma al hogar. El aroma que una vez supo adornar la casa que ella y Sebastián tenían en Barcelona.
Benjamin le ayudó a quitarse la chaqueta y le mostró a donde se colocaban los abrigos, en el había dos chaquetas de mujer.
—Son un regalo para ti —se susurró con el aliento caliente al oído— esto no es Nueva York, hace mucho frio aquí y las necesitaras —luego le besó el lóbulo de la oreja.
When ya daba vueltas por la casa, rastreando el aroma de su amigo, el gato estaba en un rincón cerca de la chimenea encendida, la perrita buscó un lugar al lado del felino y juntos compartieron un diminuto almohadón.
—¡Ah! Es igual que tú, se apropia de las cosas pequeñas —automáticamente y no supo porque, la mirada de Debie se centró en un punto específico de los pantalones de Benjamin—. No me des problemas Deborah... —susurró en su cuello— no es pequeña.
Una risa ronca se escapó de los labios de ella y echó la cabeza hacia atrás a la vez que los fuertes brazos de él la rodeaban con cuidado. Adoraba verla reír, el brillo de sus ojos verdes y felices, el rosado de sus mejillas calientes y saludables y el sonido de su voz despreocupada. Adoraba ver a la Debie que debió ser antes. Una Debie de la que fácilmente uno podría enamorarse.
—Bienvenida a casa, Debie —dijo antes de besarla con calidez, tomando primero el labio superior, para luego el inferior mientras que sus dedos se enredaban en el largo cabello de esta, pidiéndole permiso con la lengua para entrar para poder rosar su boca por completo.
Una tos discreta, pero fuerte, los interrumpió. Benjamin vio a su madre parada en el escalón del umbral del marco que separaba el hall de entrada a la sala de la casa.
—Me encanta el amor, pero acuérdate de que tu hermano acaba de salir del periodo de celibato, ¡Se discreto hijo!
—Lo siento mamá —se disculpó Benjamin, azorado— Quiero presentarte a mi novia Deborah. Debie ella es Clarisa Hurtman, mi mamá.
Debie estiró la mano educadamente, pero con un miedo terrible, sin embargo la mano fue recibida con un apretón firme y alegre.
—Bienvenida. Benjamin es preciosa ¡Que hermosos ojos tienes Debie! Cuanto me alegra que hayan llegado a casa.
—Gracias —dijo ella roja por el halago. Jamás le habían dicho nada de sus ojos—... es un placer estar aquí. Su casa es preciosa.
—Esta es la casa de Benjamin. Mi casa está atrás a uno seis kilómetros de esta, pero con el todoterreno que te hemos adquirido siempre que quieras podrás reunirte conmigo para tomar café...
Debie sonrió con los ojos llenos de lágrimas por la calidez de esa mujer. Algo que no se esperaba de una suegra.
—Será un placer... compartir alguna tarde con usted.
Benjamin le rodeó la cintura con los brazos y le dio un beso en el hombro derecho, luego apoyó la barbilla adonde había depositado aquel dulce beso. Clarisa supo que su hijo estaba perdido cuando al besarla había cerrado los ojos de puro deleite.
«Esta vez es real» festejó para sí misma. Lo de Eloise no lo había herido tanto como pensaba y la felicidad había regresado al rostro de su hijo.
—Pero ¿Qué hacemos aquí? Vamos, que hay muchas cosas para que disfrutes de tu llegada tesoro, por supuesto no me quedaré aquí, cenaran solos, pero me gustaría que merendásemos juntos. Theo está por llegar, salió a ver al señor Keegan. Debie ¿Te gustan las nueces? He hecho unos bocaditos de chocolate y nuez, es una trufa de ganache con una nuez dentro, por fuera solo tiene cacao.
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Hermanos Hurtman #1 "Pecado de seducción".
RomanceDeborah Phillips abrió los ojos lentamente, estaba muy mareada aún y le costaba enfocar la vista en un punto exacto, quiso sentarse pero una voz brusca la detuvo. -Quédate quieta. Te han anestesiado -Deb tragó saliva al oír a Sebastián hablarle en l...