Capítulo 11

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Llegó el sábado tan esperado. Saldrían de picnic con Lauren y Vero... y con Lucy, aunque Lucy tal vez no. Prometió que a lo mejor no podía. Bueno, no lo prometió. Eran
las ocho menos cuarto y habían quedado en salir a las ocho y media.

—¡Mamá, me voy a buscar a Dinah!
—¿No se encontraban acá?
—¡Sí, pero la voy a pasar a buscar igual!
—Camila, ¿por qué no esperas tranquila? Ya va a llegar; desde las seis y media que te oigo dar vueltas.
—¡No, pero mejor paso a buscarla por si tengo que ayudar con algo!
—Van a cruzarse en el camino y se van a pasar toda la mañana buscándose.
A Camila se le hizo un chiste buenísimo. Se rió, saludó con un grito a su mamá. Salió disparada hacia la puerta del patio. Frenó de golpe, regresó corriendo, le dio beso a su
mamá, y volvió a salir. Pero en ese preciso instante Dinah abría la puerta.
—¡¡¡Mamá, ya llegó!!!
Entraron abrazadas, así, de hola, amiga. Revisaron lo que cada una llevaría y lo que pensaban hacer.
Camila estaba excitadísima, quería que Dinah entrara la bicicleta, no fuera que se la robaran y no pudieran ir de picnic por tener que hacer la denuncia o perseguir a los ladrones. Le mostró que ella había ido a la bicicletería para que le ajustaran los frenos, le inflaran bien las gomas; pero sobre todo para que le pusieran aceite en el piñón. No podía salir con Lauren y Vero si hacía cuic... cuic... en cada vuelta del pedal.

La mamá terminó de preparar sus cosas, le dio un beso como si se fueran de viaje, no de picnic ahí cerca. Salieron a esperar a la vereda. Camila entró a ver qué hora era a las ocho y cuarto. A las ocho y veinte. A las ocho y veintitrés. A las ocho y veintisiete, que fue cuando se desesperó.

—Quedamos a las ocho y media, tranquilizate (Dinah).
—¿Será que no las dejaron?
—Hubieran avisado, ¿no?
—¿¡Y si tampoco las dejaron avisarnos!?
—... (Dinah puso los ojos bizcos y sacó la lengua, como diciéndole que estaba loca).
—... (Camila entró nuevamente, regresó agitada): ¡Ya son las ocho y treinta y cinco, Dinah! ¿Qué hacemos? ¿Las vamos a buscar?
—¡No! ¡¡¡Quedate aquí sentada que ya vienen, te digo!!!
—Si quieres las vamos a buscar y le puedo pedir a mi mamá que nos acompañe y les hable a los papás para que las dejen.
—(Se agarró la cabeza)... no, no quiero.
—¡¡¡Dinah, no seas mala amiga!!!
Pero Dinah saludaba a Lauren y Vero, que se acercaban a media cuadra. Camila se sentó a la velocidad del rayo y cambió de conversación.
—Oye, ¿no quieres que hagamos juntas el trabajo de la capa de ozono?
—... Camila ¿no te estarás volviendo loca?

Llegaron. Ellas se bajaron de sus bicicletas y acercaron sus mejillas. Entonces ellas reaccionaron saludándolas con un beso. Camila no salía de su asombro. En la escuela no se saludaban así; pero, claro, esto no era la escuela. Era la primera vez que se saludaban de beso. ¿Se habrían puesto de acuerdo antes de venir para acá? Si era así, ellas les llevaban ventaja. Ella y Dinah estaban perdidas, no se habían puesto de
acuerdo en nada. Qué taradas, ¿cómo no pensamos en eso?

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—¿Vamos? (propuso Dinah).
—Falta Lucy, ¿no? (recordó Lauren).
—(¿Entonces sí es su novia?, pensó Camila). Pero dijo que lo más seguro era que no iba a venir.
—No, dijo que a lo mejor no venía (intervino Dinah).
—... (Camila la miró enojada, ¿por qué no te callas?).
—Sí, mejor esperémosla (dijo Vero), seguro que va a llegar.
Otra vez sentadas a esperar; pero ahora conversaban entre las cuatro. Cada cinco minutos Camila proponía:
—Vamos, no va a venir.
—Espera un minuto.
—Es que se nos va a ir la mañana.
—Apenas son las nueve.
—¿¡Ya son las nueve!? ¡Entonces vamos! ¡Quedamos a las ocho y media!
—¡Mirá, ahí viene! (dijo Vero, y saludaba).
Sí. Ahí venía. A media cuadra. Y no sólo venía. Sino que venía caminando. Lentamente.
—¿Y tu bicicleta? (preguntó Dinah).
—¿Era en bicicleta? (distraída).
—Claro, Lucy ¿cómo vamos a ir de picnic, si no? (Lauren, sonriendo).
—¿Ah, de picnic? Yo entendí que nos quedábamos a hacer algo acá.

Camila no lo podía creer, miraba a Dinah como diciendo: és-ta-me-de-ses-pe-ra.
—Quedamos en encontrarnos acá; pero íbamos de picnic.
—¡Uy!, yo no sé si me dejan (dudó Lucy).
—¡Perfecto! ¡No la dejan! ¡Lucy, gracias por haber venido, puedes quedarte a leer mis revistas! ¡Vámonos!
—¡Camila! ¡No seas mala amiga! (dijeron Lauren y Vero), vamos a acompañarla a su casa a buscar la bicicleta.
—... es que tiene una goma pinchada.
—Y bueno, te acompañamos a arreglarla (dijo Dinah, aguantándose la risa, porque sabía que era lo último que Camila quería hacer).

Caminaron al lado de sus bicicletas hasta casa de Lucy, mientras Camila cada tanto, sin que la vieran las demás, le hacía señas a Dinah, agarrándose el cuello y sacando la
lengua afuera. Lucy la sacaba de las casillas. Pero, fuera como fuera, ya había empezado el paseo.

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Camz (Fanfic Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora