Capítulo 22

340 28 9
                                    

El abuelo de Lauren no le creyó a Camila cuando afirmó muy seria.
—Mis papás saben que vine... si quiere les hablamos por teléfono y les pregunta.
Eso de haber ofrecido hablar por teléfono lo convenció de que estaba mintiendo; pero no quiso meterse más, Lauren estaba contenta con la visita.
—¿Por qué no van a dar una vuelta a la plaza y después, cuando regresen, ya habrá llegado la abuela y les prepara una merienda, eh?
Se fueron con Leo que, como dijo el abuelo, cualquier cosa podía defenderlas.
—Qué grande que es, ¿fue boxeador? (preguntó Camila).
—No, luchador.
—¿Luchador? Wow.
—Hizo muchos deportes, jugó al fútbol, y una vez que vivieron cerca de un río hacía remo; y también jugó al básquet, y antes viajaba todos los años al norte y hacía montañismo.
—Él solo hizo más deportes que toda mi familia junta.
—(Lauren se rió) ¡Ey! ¡Vamos!, hace una hora que estás leyendo ese árbol.
—¡Vamos, Leo!
—Ah, entonces tiene nombre: Leo.
—No, bueno, sí... bueno, no... se lo puse, pero provisorio nomás, para cuando hay que retarlo o llamarlo... pero lo traje para que le busquemos uno... juntas.
—¿Cómo? (había entendido, pero quiso que lo repitiera).
—... no, digo, entre tú y yo.
—... claro, y... Puedes dejarle Leo...
—No, pero dime uno que te guste.
—¡Simba!
—Uy... y sí... es lindo, también.
—No te gustó, ¿no?
—¿Eh?, no, sí, sí, está bien, puede ser ése; probemos (y lo llamó, pero como si siguiera hablando con Lauren) Simba, Simba, venga, Simba... ¡Uy!, no hace caso... (se apuró a decir, con alivio).
—Camila, hiciste trampa.
—Te juro que no; yo creo que no le gustó Simba, lo que pasa es que es más desobediente... mejor por ahora le decimos Leo, hasta que se acostumbre a que lo llamemos Simba, ¿no?
—¿¡Y cómo se va a acostumbrar si siempre lo llamamos Leo!?
—Por eso, ¿no quieres tomar un helado?
—No, gracias.
—No hay problema, eh; mira que traje dinero.
—No es por eso, gracias, no tengo hambre ahora.
Llegaron hasta un banco de la plaza y se acomodaron. Leo ya se sentía más seguro, estaba con la cola bien parada, ladraba y medio perseguía a cuanto perro pasaba lejos. Lauren comenzó a preguntarle por la escuela y Camila la puso al día de todos los chismes del grupo, imitando a los amigos. Lauren se reía como hacía rato no soltaba tantas carcajadas. Leo entendió cualquier cosa y ladró a unos perros. Eran un trío muy divertido y ruidoso.
Se hizo un silencio y Camila preguntó:
—Oye, Lauren, y tus papás... ¿sabes algo?
—(Levantó los hombros)... sí.
Pero se quedó callada. Camila entendió que no quería hablar de eso y la volvió a invitar con un helado. Lauren sonrió y nuevamente le dijo que muchas gracias, pero no.

—¿Vamos a casa?, ya debe haber llegado la abuela.
—Sí, vamos.
Contestó Camila, que se acordó de que tenía que regresar rápido, para que sus papás no sospecharan nada.
La abuela era una señora gorda, que se teñía el pelo y le gustaba mantenerse bien arreglada. Les ofreció una rica merienda. Camila se moría de ganas de quedarse con Lauren y en esa casa de los abuelos, arreglada sin ningún lujo, pero que era muy cálida y alegre.
Se despidió de los abuelos, que salieron hasta la vereda. Puso al perro en la mochila, dejándole la cabeza afuera y salieron con Lauren rumbo a la terminal. Se hizo un silencio muy incómodo. Camila quería exprimir los pocos minutos que quedaban; pero llegaron calladas. Duras de la vergüenza y sin encontrar palabras para despedirse. En la ventanilla sacó el dinero, pidió el boleto, tomó el vuelto y lo guardó. Lauren la vio tan seria y tan concentrada, que sintió algo especial, como aquella vez que la había encontrado leyendo en el patio. De repente Camila era más grande que todas. Que ella, que Dinah, que Vero.

-----

El ómnibus ya estaba en el andén; pero el chofer no. Se pararon enfrente.
—Oye, Lauren.
—¿Sí?
—Quiero hacerte una pregunta... ¿puedo?
—... no sé... bueno, sí.
—¿Te molestó que viniera?
—No, me gustó... ¿ésa era la pregunta? (con decepción).
—No, no era ésa.
—¿Entonces?
—¿Es cierto que estás de novia con Lucy?
Si Camila hubiera hecho esa misma pregunta en la escuela, o con más tiempo, quién sabe cómo la hubiera contestado. Pero Camila estaba a punto de subirse al ómnibus y tal vez se vieran en una semana, o en dos, o quién sabe. Entonces contestó la verdad.
—No, no es verdad.
—¿¡Y por qué me dijiste eso!?
—Yo no te dije eso.
—Bueno, pero me dijiste que te gustaba.
—No es lo mismo.
—Sí es lo mismo.
Se estaban acercando otros pasajeros.
—No, no es (dijo Lauren, bajando la voz).
—Bueno, no importa.
—…
—... ¿y eso es cierto?
Ya estaba llegando el chofer. Empezaba a pedir los boletos a la gente que iba subiendo. Faltaba poco para el turno de Camila. Lauren no quiso que se fuera sin contestarle.
—No.
—¿¿¿Cómo??? (preguntó Camila, avanzando un lugar en la fila).
—Que no.
—¿¡Que no!?
Repitió ella, sonriendo más todavía y extendiendo el boleto al chofer. Y todo ocurrió al mismo tiempo, Lauren le respondió:
—Ya te dije que no era cierto, ¿quieres que lo publique?
Y el chofer, de muy malas maneras, le dijo:
—No se puede viajar con animales.
—¿Qué? (Camila, sorprendida).
—Lo que oíste, no se puede viajar con animales; abajo, vamos.
—... pero (balbuceó Lauren).
—Ya compré el boleto. Dijo Camila tímidamente. El chofer levantó los hombros, y volvió a ordenarle.
—Te dije que te bajes, no sigas subiendo.
—Yo no vivo acá (protestó Camila, desde el estribo del ómnibus).
—No me vengas con cuentos, sal, que tiene que subir la gente.
Los demás pasajeros se pusieron tensos, por la situación.
—Yo tengo que viajar (y subió otro escalón).
—(El chofer la tomó de la mochila y casi le gritó) ¡Si quieres viajar deja al perro!
—¡Es mi perro!
Dijo Camila, levantando la voz, y subiendo un escalón. Entonces el chofer tironeó la mochila y la bajó de un golpe. Leo gemía, asustado. Camila se zafó y volvió a poner un pie en el ómnibus. El chofer la volvió a bajar violentamente. Camila le tiró una patada que dio en el aire, y el chofer la zamarreó bruscamente.
—¡Quítele las manos de encima! (tronó fuerte la voz del abuelo de Lauren).
—¿¡Y usted qué se mete!? (contestó el chofer).
—¿¡Que qué me meto?! (dijo el abuelo furioso). ¿¡Que qué me meto!? (y le dio un empujón).
—¡No me toque! (gritó el chofer).
—¿Por qué? ¿Por qué es valiente con las mujeres nomás? (le dio otro empujón).
—¡Le dije que me saque las manos de encima! (amenazaba, pero retrocedía).
—¿Sabe qué es alguien como usted? ¡Un miserable! ¿Oyó? El chofer hizo como que amagaba a levantar un brazo.
—Dale, por favor, dame el gusto, dale... (lo desafió el abuelo).
—... (el chofer se hizo el ofendido, tiró los pasajes y se subió al ómnibus).
—Señores (dijo el abuelo a todos los pasajeros), devuelvan sus boletos, porque no se puede viajar.
La gente se alarmó.
—¿Cómo que no se puede viajar?
—¡Esto es una vergüenza!
—¡Yo tengo que regresar a mi casa, a ver si se apuran!
—¡Eso! ¡Siempre hay problemas con esta línea de porquería!
—¡La culpa es del gobierno!
El abuelo levantaba la mano, pidiendo que lo dejaran hablar; pero la gente estaba muy molesta.
—¡Bájense y arreglen sus cosas sin molestar a los demás! (siguió otro).
Un pasajero, con cara de pocos amigos, preguntó:
—¿¡Y por qué no se puede!?
El abuelo, muy serio, explicó.
—Porque cerraron la ruta, por eso; vamos, Lauren, vamos, querida, volvamos a casa.
La gente se preocupó más todavía.
—Michael, ¿qué está pasando? (le preguntó un amigo).
—... ah, Vicente, cómo estás... La azucarera amenazó con cerrar, los obreros se declararon en huelga y tomaron la ruta hacia los dos lados.
La gente exclamó un "Oooh" pues no podían creer algo tan grave. El amigo le preguntó.
—¿En serio, Michael?
—Como para bromas estamos, claro que es en serio.
—¿Entonces no se puede salir de Orlando? (preguntó una señora que no daba crédito a lo que oía).
El abuelo no estaba mintiendo: era algo realmente serio.
—Ni salir, ni entrar, señora, está tomada la ruta (y se dirigió a Camila) ¿compraste boleto?
Camila asintió con La cabeza.
—Ven a que te devuelvan el dinero, querida, y luego vamos para casa para llamar a tus padres antes de que se asusten; ya están dando la noticia por radio.

-----

Camz (Fanfic Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora