Capítulo 14

417 27 0
                                    

Este capítulo va dedicado a Anto West, gracias por leer :)

Lo primero que hicieron fue poner un gran mantel en el suelo. Sobre él fueron sacando lo que habían llevado y comieron en silencio.
Tenían un balón, practicaron un poco de voleibol. La que la dejaba caer, perdía. Después había que tirarla a una compañera diciendo un nombre
que podía ser de planta o de animal. La otra tenía que dar una palmada antes de recibirla y, al lanzarla, decir otro nombre. Camila conseguía dar la palmada y decir el nombre; pero la pelota iba para cualquier lado. Lucy casi no usaba sus manos para recibir la pelota. Le daba en la nariz o en un ojo.

—¡Lucy! ¿¡Tienes un agujero en las manos!? (le gritaba Dinah, riéndose), pon las manos, me en-tiendes, las-ma-nos.
Todas se reían, incluida Lucy.
—A ver, ¿cuáles son las manos?, levantalas (Dinah).
—... (las levantaba).
—Perfecto, ahora que ya están identificadas, ataja la pelota con las manos, no con la cara ¿comprendido?
Lucy asentía, riéndose. Se reiniciaba el juego, y entonces las manos de Lucy no sabían si dar la palmada abajo o arriba, que era por donde venía la pelota, directa a su nariz.
—¡No lo puedo creer! ¡Lucy, eres un cuadrúpedo! ¡Te equivocaste de especie!
—... (risas).
—¡Mira, Dinah! ¿Puedes hacer esto?
Desafió Lucy, parándose patas para arriba, sobre sus manos y empezó a caminar en perfecto equilibrio.
—¡Wow! (Lauren y Vero).
—¿No les digo que es cuadrúpedo? (Dinah).
—¡Hazlo tú, en vez de reírte! (Vero).

Dinah se vio obligada a intentarlo; pero le fue imposible. La única vez que pudo sostenerse unos segundos, los brazos le temblaban como cuerdas. Lucy era tan despistada que, en lugar de aprovechar y vengarse con un chiste, se ponía al lado y le enseñaba cómo hacerlo. Dinah se desplomó una vez más, y Lucy dijo: Miren esto. Y empezó a dejarse caer hacia atrás, arqueándose despacio, hasta que tocó el suelo con las manos. Dinah se apuró a sentarse encima de ella, como si fuera una silla.
—¡Dinah, eres una envidiosa! (la retó Lauren).
Lucy se inclinó y se sentó en el suelo, normal.
—¿Y por qué sabes hacer esto? (Vero).
—... porque me gusta.
—No, en serio, cuenta.
—... porque me gustaría trabajar en un circo.
—¡¿En serio?! (preguntaron asombradas).
—... me gustan las acrobacias.
—Para eso están las olimpíadas, que son mejores que un circo (Camila).
—... no, yo quiero viajar.
—Uno se cansa de viajar siempre (Dinah).
—Yo no (Lucy).
—Mi papá se la pasa viajando y ya está harta, nunca está en casa.
—Yo lo que quiero es irme (Lucy).
—¿A dónde? (Lauren).
—... (levantó los hombros).
—¿Y por eso estás entrenando estas acrobacias? ¿Para irte a trabajar a un circo? (preguntó Dinah).
A Lucy le daba vergüenza confesar su plan, que nunca había contado a nadie, porque era un plan igual a Lucy: confuso. Sólo dijo un tímido sí. Sin embargo, nadie se rió. Se hizo un silencio, un poco incómodo, en el que todos se acordaron del papá gritando; pero ninguna comentó nada.

-----

—Yo quiero ser bióloga (Vero).
—¿Sí? (le preguntó Lauren sorprendida).
—Sí (sacó un cuaderno de su mochila). Acá anoto diez cosas nuevas, cada vez que salgo. Pueden ser diez plantas o diez insectos y después busco cómo se llaman.
—¿Y cómo te acuerdas? (Camila).
—Porque los dibujo.
—¿¡A verlos!? (Dinah).
Vera abrió su cuaderno de hojas lisas.
—¡Wow! ¡Están buenísimos! (exclamó Dinah, que no podía creer que alguien dibujara tan bien).
—¡Son perfectos, Vero! ¿Por qué nunca me los mostraste? (Lauren).
—... (frunció la boca) no sé... perdona.
Eran realmente hermosos. Había un escarabajo que estaba coloreado. Grande y quieto en medio de la hoja del cuaderno.
—Parece que se fuera a mover.
Dijo Camila, en voz baja, y Lucy asintió con la cabeza.
—Me encantaría dibujar así de bien... para venderlos después (Dinah).
La retaron y Vero dijo:
—Yo no los hago para vender.
—¿Y para qué, entonces?
—Para mirar, me gusta mirarlos y saber cómo son. Se quedaron viendo el dibujo, calladas.
—Estás loca, pero dibujas muy bien (susurró Dinah).
—... cuando los hago siento como si les hablara (Vero).
—¿Cómo como si les hablaras? (Camila).
—Bueno, como si los oyera, mejor dicho; que si ellos me dijeran algo, yo los entendería... me imagino que Dios...
—¿¿Tú creés en Dios?? (la interrumpió Dinah).
—Yo sí (contestó Vero).
—Yo no, para nada (Dinah muy convencida). ¿Y tú, Lucy?
—... (levantó los hombros, como siempre), sí.
—Hagamos una votación y si ganan los que creen, es que Dios existe... (Dinah).
—¡Nada que ver, Dinah! (dijo Vero con énfasis), que Dios exista no tiene nada que ver con que nosotras votemos quiénes creen.
—Bueno, yo no creo, ¿y tú, Lauren?
Asintió en silencio.
—¿Camila?
—... no sé, creo que sí; pero pasa algo que me asusta y reacciono como si no creyera... ¿Qué ibas a decir, Vero?
—No, que yo me imagino... o sea, yo sé que no es cierto, ¿no?, pero me gusta pensar que Dios así nos dibuja en un cuaderno... para entendernos.
—... a Lucy la dibujó con cuatro patas (dijo Dinah y se rieron).

—¿Y tú qué quieres ser? (preguntó Vero a Dinah).
—Bailarina o fabricante de barcos, una de dos.
—Pueden ser las dos (dijo Camila).
—Sí, ¿no? (dijo Dinah, que nunca lo había pensado así)... ¿Y tú, Lauren?
—A mí me gustan mucho las matemáticas.
—¡Ewww! (Dinah hizo como si vomitara).
—Pero no sé si me gustaría ser física o matemática (terminó Lauren).
—Mejor física (dijo Lucy).
—¿Por? (le preguntó Camila).
—... (Lucy no tenía ni idea)... qué sé yo.

Se hizo un pequeño silencio y habló Dinah.
—Oigan, ¿se dan cuenta de que si hacemos lo que cada una dijo, cuando salgamos de la universidad nunca más nos volveremos a ver?
—¿Por qué? (preguntó Vero).
—Y, porque cada uno va a estar haciendo algo diferente... Lauren, en un laboratorio; Vero, en una selva; Lucy, en un circo; yo, bailando...
—... sí, encima de un barco (la interrumpió Camila).
—Pero podemos encontrarnos a comer (dijo Lucy).
—... Ah, eso sí (reconoció Dinah).
Se quedaron calladas por un momento, y Lauren preguntó.
—¿Y tú, Camila? ¿Qué vas a estudiar?
—(Sintió que se trababa)... no sé.
—Algo te gustará (Dinah).
—... No, les juro que no sé.
—¿Y qué sabes hacer? (Vero).
—... (¿ir en bicicleta?, se preguntó Camila).
Pero Lauren se acordó de esa vez que entró a la casa de Camila, y dijo:
—Sabe leer muy bien.
—¡Buenísimo, léenos algo! (Dinah).
—Nada que ver (se defendió ella, sonrojada).
—Sí, es cierto (Lauren).
—No, pero eso no es una profesión.
—¡Que nos lea algo!
Camila intentó resistirse, pero Vero y Lucy también se lo pidieron. Fue hasta su mochila, sacó el libro. Lo frotó contra sus jeans para quitarle la mayonesa con la que se había ensuciado. Nerviosa, con un nudo en la garganta, preguntó:
—¿Qué les leo?
—Cualquier cosa (Vero).
—Sí, pero parate ahí enfrente, como en un teatro (pidió Dinah y se sentó cerca de Vero).
Camila se incorporó lentamente, se alejó un poco. Abrió el libro y comenzó a leer: ¡Ay, qué trabajo me cuesta quererte como te quiero!

Eran como las cinco de la tarde, el sol ya no daba tan fuerte y en el monte había un gran silencio. Estaban lejos de la cuidad y de cualquier parte. Sólo se escuchaba la voz de Camila leyendo: Morena de luna llena ¿qué quieres de mi deseo? La oían una fabricante de barcos y famosa bailarina; una física y matemática; una acróbata de circo; y una
bióloga.

-----

Camz (Fanfic Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora