Capítulo 26

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Camila soñaba con un ruido de motor, hasta que se fue despertando, entreabrió los ojos y vio que era el ruido del avión que fumigaba un campo. Ya era la mañana. El avión hacía una picada, volaba al ras, soltaba su llovizna, y remontaba altura cerca de una hilera de árboles.
Camila se refregó los ojos con la mano. Estaba un poco fresco. Se acordó de que habían venido a recostarse cerca de los abuelos, y ahora veía que ella los había cubierto con la misma frazada. El abuelo dormía profundamente del otro lado. Se sentó. Saludó a la abuela, que le ofreció un poco de café con leche. Lauren seguía dormida, apoyaba su cabeza en el regazo de la abuela. Leo se había hecho un bollo debajo de un brazo del abuelo.
—¿Qué hora es? (Camila).
—Deben ser las seis... (le contestó).
Se dejó caer sobre la frazada, ¿las seis?, nunca se levantaba tan temprano. La abuela le alcanzó la taza de café con leche. Se sentó y tomó el primer sorbo mirando hacia la barrera. Por todas partes había gente durmiendo. Algunos de los sin camisa estaban hablando con los periodistas. Del otro lado de la barrera vio un camión grande. Tenía las letras del canal de televisión. O sea que sí, habían venido. Fue hasta donde había más movimiento. De algunas radios estaban entrevistando, unos al intendente, otros a los obreros de la azucarera. Los del canal acababan de llegar y preparaban sus cámaras, llenando todo con sus cables. Algunos sin camisa corrían las gomas con sus palos, para hacer un pasadizo.
Camila regresó donde estaba la abuela. Leo salió a su encuentro. Lo alzó en brazos. El abuelo ya estaba sentado; tomaba una taza de café. Lauren bostezaba. Les contó que los de la televisión ya habían llegado; entonces el abuelo se incorporó rápido, se acomodó el pelo con las manos y fue con la taza hacia la barrera.

—¿Vamos a casa? (Lauren).
—Esperamos que hagan la nota, ¿no? (la abuela).
Los de la televisión no tenían tiempo de grabar, y enviar el video: iban a transmitir directamente. Saldrían al aire en vivo, en el noticiero de la mañana. Eso les contó el abuelo.
—... tres minutos.
—¿¡Nada más!? (exclamó Camila).
—Así es esto (comentó el abuelo, desencantado).

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Los encargados de producción del canal caminaban agitados, gritándose y dándole órdenes a la gente.
—¡Cuando se acerque la cámara no saluden! ¡Si les hacen una pregunta tienen que contestarla muy rápido! ¡Tenemos dos minutos solamente! ¡Dos minutos, atención!
—¿Dos minutos? (Camila, miró al abuelo).
Uno del canal se acercaba a ellos, y le gritó a otro que estaba lejos:
—¡Acá está la chica que no puede regresar con sus padres! Camila sintió un frío en el estómago, miró a Lauren. Ella abrió los ojos y la boca. El de producción la despeinó.
—Chica, desarreglate un poco (se fue).
—¿Por qué? (protestó Camila, mientras se volvía a peinar). ¡¿Qué le pasa a éste?!
—Para impresionar a la audiencia, Camila (Lauren, echándose hacia atrás, como si se clavara un puñal en el pecho).
Se rieron todos. Pero los del canal ya estaban otra vez a los gritos. Que nadie se moviera. En cinco minutos estamos en el aire. Saquen esa comida de ahí.
—¡Qué prepotentes son! ¿No, abuela? (Lauren).
—Se creen héroes (Camila).
Encendieron unas luces blancas. Dos tipos cargaron sus cámaras al hombro. Camila vio cómo una maquilladora le ponía polvo al reportero, otra lo peinaba, y él, con su cara de vaca aburrida.
—¡Camila! ¡Despeinate! (Lauren, entre nerviosa y divertida).
—¡No! ¡Sangre! ¡Ellos quieren sangre! (se rieron). ¡Muerdeme, Leo! ¡Arrancame un pedazo!
Vio que uno de producción le hacía señas de que se callara. La transmisión había empezado.

Se dirigían hacia ella. Sin que se diera cuenta, otro de producción había venido sigilosamente por detrás. La despeinó, le desarregló el pulóver, y quiso desatarle los tennis. Camila se volvió a acomodar todo, el tipo le mostró los dientes furioso: ¿Qué le pasa a esta chica? Pero se tuvo que retirar porque las cámaras ya estaban ahí, y el reportero venía diciendo:
—... incluso tenemos el caso de una chica que no puede regresar con sus padres, dinos tu nombre, querida (hizo como que le acariciaba la cabeza, pero la despeinó).
—... Camila (se acomodó el pelo, confundida).
—Esta pobre chica, señores (decía a la cámara con tono melodramático), quedó atrapada, señores, a-tra-pa-da...
¿Atrapada?, nada que ver... pensó Camila.
—... apresada de este lado de la barrera de los huelguistas, dinos, Carina...
—Me llamo Camila (lo corrigió).
—(Niña idiota). Sí, mi amor, extrañas a tu familia, ¿verdad? ¿Estás asustada?
—(¿Qué le pasa a éste?, ¿por qué pierde tiempo conmigo?)... no, estoy aquí con mis amigos.
—(Maldita). Claro, mi amor, claro, te habrás hecho amigos, digo... pero estarás angustiada, desesperada, ¿verdad?
—No, los que están asustados son ellos, porque pierden su trabajo. Al reportero le apareció un tic nervioso en un ojo, maldita. Camila estaba cada vez más nerviosa: no le gustaba esa presión sobre ella, las cámaras, y que la rodeara la gente. El reportero quería salvar la nota e insistió, simulando que era amable, pero poniendo la voz más tensa, y eso le ponía peor el ojo del tic.

Camz (Fanfic Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora