CAPÍTULO II

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FALSAS IMPRESIONES

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FALSAS IMPRESIONES

Entró al establecimiento y lo primero en recibirla fue el delicioso aroma a fideos. Los nervios no tardaron en aflorar en su estómago. En su mente ya había visualizado la escena; se había visto bajo la escasa luz de los focos y acompañada de las ventiscas de aire corriendo a través de los abiertos de la choza, mientras se movía decidida a encontrarlo. Pero la realidad era distinta. Estando ahí, sintiendo como sus pies se convertían en dos bloques de piedra y su garganta era cercenada por un cuchillo imaginario, su valor se volvía inexistente e inalcanzable.

Sintió la mano de Sasuke en su espalda. Respirando hondo, siguió su callado mandato y empezó a desplazarse entre las mesas. Fingió recorrer el lugar en busca de caras conocidas, guardando solo para ella el verdadero propósito de atinar con alguien más.

— ¡Sasuke, Hinata, estamos aquí!— exclamaron un par de voces féminas.

La ojiperla ladeó la vista y se topó con la figura de dos mujeres agitando sus manos. No tardó en alzar su brazo en señal de saludo y acercarse.

Igual que en otras ocasiones fue ignorada por Haruno Sakura, quien pasó a su lado para tirarse a los brazos de su acompañante. La ojijade llevaba años tratando de ganarse el corazón del Uchiha, pero Sasuke parecía tener otras cosas más importantes en que preocuparse, y tener una novia oficial no estaba entre sus prioridades.

—Buenas noches, Ino— se dirigió a una joven rubia, que al igual que ella se había distraído con la escena de aquellos dos.

— ¡Hola, Hina! ¡¿Por qué se han tardado tanto?! Ya nosotros nos adelantamos a ordenar.

—Siento la demora, pero Kurenai-sensei se extendió mucho con la clase... Por cierto, ¿Sai no viene contigo?

—No, tiene unos proyectos pendientes...— tornó la vista hacia el pelinegro que apenas se acomodaba en la silla—. Ah, casi lo olvido. Sasuke, Sai me dijo que mañana podrían ver lo del trabajo de no sé qué. Que si podía él avanzaría con los dos primeros capítulos de los costos de producción o algo así.

El Uchiha no respondió, y en su lugar prefirió alzar el brazo y hacer una seña con la mano.

Hina sabía lo que eso significaba. En el acto su corazón galopó en el establo de su pecho. De pronto, hacía mucho calor; la ropa estaba derritiendo su cuerpo y su cabello le sofocaba. Pensó en agarrar las hebras de su pelo y enrollarlos en un improvisado tomate, tal vez, en quitarse la chaqueta y desabrocharse algunos botones de la blusa; pero temía que nada sería suficiente para alcanzar el sosiego.

Inevitablemente, se oyeron unos pasos haciendo crujir el piso. Inició la cuenta regresiva...

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Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora