CAPÍTULO III

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ENTERRANDO EL PASADO

-Quería disculparme...

Le costó sostenerle la mirada, y aún más, controlar el temblorcillo de sus labios. Sin duda, su inhibición no se acreditada a la fatiga de haber recorrido diez kilómetros o a la vergüenza de haberlo interceptado a media noche. Su desazón era causada por algo más profundo, más doloroso... una falsa impresión.

Tragó profundo e intentó mejorar su postura; cabeza alta, hombros erguidos y piernas rectas.

-Necesito explicarte lo que sucedió en el restaurante- dijo, con la voz firme y un corazón al punto del declive-. Siento que las palabras se confundieron y...- no pudo continuar. Naruto había alzado la mano y acercado su cuerpo unos cuantos pasos al suyo. La pesadez de su sombra la disminuyó; aunque, más que su acción, la sardónica sonrisa que le dedicó fue la que le ganó el valor.

-No la comprendo, ¿por qué dice que ha venido a disculparse?

-Es que...- empezó a susurrar, enterrándose en la bruma de sus pensamientos-. Es que...

-Si es por lo que dijo su amiga de usted, no es necesario. Le aseguro que no ha sido la única persona a la que le he parecido intolerable.

- ¿Intolerable?- devolvió desconcertada.

-Sí; intolerable, molesto... Pero no se preocupe, su opinión no significa nada para mí.

La Hyuga apretó fuertemente la empuñadura de sus manos. A esas estancias su mente y sus sentimientos batallaban en bandos diferentes. Por una parte sabía que debía de sosegarle el hecho de que los comentarios de la ojijade no hubieran ocasionado ningún efecto desfavorable en él; sin embargo, ese desinterés tan claro, tan rudo que profesaba hacia su persona, le dolía en sobremanera.

Si él supiera, si recordara.

-Te equivocas- refutó Hina, empecinada en contener sus malestares y obtener la atención ansiada-. Jamás pensaría eso de ti. Al contrario,...

Dejó escapar dos grandes bocanadas de aire al percibirse golpeada por el sereno. Hasta ese momento fue consciente del mal clima que la había acompañado la última hora; las hojas en las copas de los árboles se habían estado moviendo frenéticas por el zarandeo del viento, y el cielo, malhumorado, había estado amenazando con derrumbarse en cualquier instante. De mala gana se acurrucó entre sus brazos y contuvo el respingo que le generó la caída de un rayo.

Miedosa, volvió hacia él. El ojiazul se vislumbraba inmune al frío pese a la sencilla camiseta que vestía, y cómodo con la predicción de tormenta aun sin tener el respaldo de una sombrilla o capote. Verlo así, le generó cierta envidia respecto a su actitud.

- Creo que eres muy agradable- pudo pronunciar en el efímero mutismo de la noche.

Su rostro ardió cuando él achicó la mirada y la hizo objeto de su desconfianza.

Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora