CAPÍTULO IV

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ACCIDENTES

Iba corriendo con todas sus fuerzas, dispuesta a no dejarse desfallecer por el cansancio o la necesidad de una gota de agua. La noche ya había caído sobre ella y los minutos no habían parado de pasar impiadosos ante su mirada. Desesperándose, gritó por encima del bullicio de los carros y las personas a su alrededor. Temió que el coche no se detendría, pero agradecida vio cómo empezó a bajar la velocidad. Movió sus pies con las últimas energías que quedaban en su cuerpo hasta que logró situarse a un lado de la ventanilla del conductor.

Sus ojos casi se humedecieron al ver a quien la llevaría finalmente a su destino.

- ¡¿Podría llevarme al centro Fugoshi, por favor?!

Su voz había salido exaltada.

-Claro que sí, niña- respondió el hombre afable, invitándola a montarse con un gesto de la mano.

- ¡Sí, pero necesito que no haga ninguna parada en el camino! ¡Tengo mucha prisa!

-No hay problema, jovencita. Solo le costará un dinero extra- sonrió, mostrando la imperfección de sus dientes amarillos.

-Está bien, tengo...

Se tragó las palabras al empezar a palpar dentro de su bolso y no encontrar la billetera. Hostigada por la mirada desconfiada del longevo, rebatió sus cosas con más ímpetu, de izquierda a derecha, de arriba a abajo; sacó lápices, notas, pinturas, pero nada de su dinero.

Una risa nerviosa escapó de sus labios.

-C-creo que no tengo como pagarle.

- ¡Sin dinero no hay corrida!- le espetó desdeñoso, arrancando temerario y provocando que la fricción de las llantas en un charco nutrido, formara una fuente de lodo.

¡Inoportuna llovizna acaecida al medio día!

Hina no dijo absolutamente nada cuando recibió el baño de tierra; la vergüenza la recorría de pies a cabeza y sus sentidos quedaban inactivos por la irrealidad de la escena... Tiesa, bajó su atención hacia su vestimenta; rápido la volvió a subir. Su corto vestido blanco y de encajes se había tornado marrón, sus botas habían intensificado su tono café y la bufanda alrededor de su cuello ya era negra...y bueno, su rostro había recibido una mascarilla gratuita de barro.

Se sintió tan tonta y expuesta que se abrazó a sí misma pensando que así se escondería de las miradas de los demás. Pero era un completo desgaste ambicionar aminorar su abatimiento.

Faltaban escasos minutos para que el evento iniciara, e increíblemente aún no estaba lista para presentarse a tiempo y con el decoro que su posición social le exigía. ¿Qué podía hacer? No tenía dinero, transporte, ni espíritu para salir airosa; solo el fracaso avistaba. Otra vez Hiashi se decepcionaría de ella. De nuevo lo dejaría en ridículo... Era demasiado incompetente, tonta y olvidadiza. Un completo desastre que se había convertido en la cruz de su progenitor. Él se lo había advertido, aquella reunión era una oportunidad de oro para solventar su economía; sus modales, posición y responsabilidad estarían en tela de juicio... Hipó contenida. Lo había arruinado todo.

Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora