CAPÍTULO VI

1K 112 36
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

EL CAMINO A TU CORAZÓN

-Muchas gracias por traerme mis libros. No me di cuenta que los había dejado en tu apartamento... Soy algo despistada-musitó, pasando unos mechones de su pelo detrás de su oreja.

El Uzumaki se limitó a asentar, afable.

Hina se sentía demasiado rígida teniéndolo a su lado. La banca no era muy espaciosa y cada movimiento, leve, ya sea suyo o de él, provocaba que sus hombros se rozaran y ambos renegaran a la idea de verse a la cara.

-Y...-trastabilló, inquieta-. ¿Cómo van las cosas?... Me refiero en tu trabajo. La otra vez me dijiste que tienes una lucha declarada con un tal Ka... ¿Akashi?

-Kakashi.

- ¡Si, Kakashi!- enseguida se apenó por su exaltado entusiasmo-. Cuando me comentaste sobre él quedé muy impresionada. Es raro encontrarse con personas cuyo único hobby sea escribir poemas sin rima y leer... y leer novelas para grandes- terminó diciendo con coloretes en sus mejillas, síntoma que acrecentó con el súbito interés del rubio sobre su persona.

- ¿Novelas para grandes?-indagó, con algo de pícaro encanto-. Querrás decir novelas eróticas.

Su semblante palideció; y por un ínfimo momento, se olvidó de respirar.

-Pero sí, él aún insiste en ponerme a hacer todos sus pendientes- habló el ojiazul, mitigando un poco su nervio-. Dice que me ayudará a obtener experiencia; así nada me sorprenderá cuando logre trabajar en el lugar que quiero.

-No se oye tan mal, si lo dice así.

Naruto no asentó y la detalló, curioso. ¿Se habría molestado? Esto la inquietó. Por muy tonto que sonara, se sentía apocada ante su presencia; se estimaba poco agraciada, carente de simpatía y no lo suficientemente inteligente.

- Es decir- intentó ella arreglar-, puede que sea un poco cruel que te deje trabajando horas de más haciendo su trabajo, pero es una buena práctica. Puedes probar recetas, aprender las suyas y...-se rascó la sien-, evitar sus malas mañas.

La risotada del rubio la tomó desprevenida, pero no pasó mucho para que incitara su propia sonrisa. El regocijo de ambos rápido aumentó, y nada les importó llamar la atención de quienes pasaban camino al instituto... La Hyuga jamás hubiera creído que podría compartir un momento tan placentero como ese. Aquello le dio una esperanza; quizás, aquella tregua no había llegado a su fin y solo era el principio de una codicia amistad.

-Eres muy cándida, Hinata- musitó ya extasiado, dejando descansar su brazo sobre el respaldar de la banca. La ojiperla no supo que la impresionó más; la dureza de su antebrazo en su espalda o que se haya dirigido a ella por su nombre.

No pudo contener un suspiro quebrado cuando atendió su siguiente confesión:

- Pero no tomes a mal mis palabras... eso me agrada- sentenció, indudablemente sincero.

Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora