CAPÍTULO XV

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ENREDOS

Ya se estaba haciendo una rutina; él saliendo muy temprano por las mañanas y ella despertando una hora después. Diferente al día anterior, rehusó a la idea de llevarle algo de comer o de atormentarse con malos recuerdos. Tratando de ser positiva, pasó su tiempo haciendo la limpieza del lugar e intentando recrear la receta de una torta de chocolate. El escaso dinero que tenía se los gastó en el supermercado, comprando algunas cositas para la despensa. Naruto no ganaba mucho dinero y ella quería hacerle sentir menos su carga; se sintió feliz de cooperarle con algo, aunque temía que no era suficiente.

De 06:00 de la mañana a 11 de la noche o más, él se dedicaba a trabajar. No imaginaba como debía de sentirse de cansado, aburrido... La ojiperla soltó un bufido decepcionante al sacar el pastel del horno y ver que no había levantado. De mala gana lo tiró sobre la plancheta y dejó caer su cabeza sobre la cerámica, frustrada.

Tonta, tonta...— se repetía así misma—. No puedes ni seguir una receta... Kurenai tenía razón cuando me decía que debía concentrarme...

Se contuvo y suspiró.

Había tratado de no pensar en eso, se había abstenido de encender el celular o visitar lugares conocidos, pero era imposible olvidar 22 años de su vida. ¿Cómo estaría su padre?, ¿Neji?... ¿y Sasuke?

No sabía cuándo encontraría el valor para enfrentar a su familia. Estaba segura que cuando Hiashi la viera tatuaría su rostro con dos certeros golpes y luego la encerraría en su habitación de por vida. En el peor de los casos, la obligaría a desposarse con el Uchiha... Daba gracias a Dios que el Uzumaki no fuera alguien conocido para ellos, porque de lo contrario, ya la hubieran llegado a sacar a rastras de aquel apartamento...

Levantó el rostro cuando escuchó la puerta principal abrirse. Profesó que cambió de color cuando lo vio entrar con dos bolsas cargando y colocarlas en la parte despejada de la plancheta.

Se abochornó cuando la mirada del rubio dio con la imitación de torta que quiso hacer. ¡Él era un chef, y ella un remedo de ama de casa!

—He querido llenar la despensa—dijo él, abriendo los paquetes y sacando productos de variedad; pan, chocolates, galletas...—. Sé que puedes cocinar; pero si se te complica puedo traerte algo por las noches, o si lo prefieres, dejarte comida preparada.

Como deseó que sus gestos fueran acompasados por sus palabras, o que por lo menos la hubiera volteado a ver.

—No te preocupes por mí; no seré una excelente cocinera pero tolero mi propia comida—quiso sonreír y obtener su simpatía; no lo logró.

Ignorando su vergüenza, se dispuso a acomodar los comestibles en su sitio y a botar la basura de pastel. Hasta una vez que terminó se percató de la atención del rubio sobre su persona. Ésta no era una mirada similar a la de la noche anterior; está era suspicaz y recelosa.

Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora