CAPÍTULO XVIII

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COMPROMISO

- ¿Estás molesto?

-No.

-De acuerdo.

Era la cuarta vez que le preguntaba, e igual que las tres primeras veces sus ojos no voltearon a verla, ni sus manos pararon de hacer picadillo el sobre-desarrollado jitomate sobre la tabla; sin embargo, las imperceptibles arrugas en las comisuras de sus labios le dieron la certeza definitiva. Naruto no estaba molesto, estaba cabreado.

Hinata, demasiado emocionada para ser correcto, esbozó una sonrisa y alzó las manos hacia la alacena que yacía encima de la cocina. Sacó un frasco de mayonesa y otro a la mitad de mostaza. Miró de reojo hacia la plancheta a su espalda, y no pudo evitar decir lo siguiente:

-Creo que no pedí todo lo que necesitábamos...-vaciló-. Olvidé las aceitunas y la sal. Estaría bien pedir algo de pimienta y otro frasco de mostaza para no quedar escasos, ¿qué dices?

El ojiazul no contestó, inclusive, no figuró inmutarse. Hina, quiso probar el límite de su indiferencia.

-Me da un poco de pena por ...-lo mencionó, y el cuchillo en la mano del Uzumaki se desvió-. El supermercado se encuentra a una buena distancia del apartamento. Si hago el pedido el pobre tendrá que recorrer esos ocho kilómetros de nuevo. Si tuviera alguna motoneta no me preocuparía, pero debe movilizarse a pie...

Otra vez lo nombró, y en consecuencia el cuchillo fue depositado con un ruido sonoro contra la tabla de madera. Naruto al fin le levantó la mirada, pero sólo fue para sostenérsela un instante. Con gruñidos acercó una barra de pan a su lado. Inició a cortar.

La ojiperla, cada vez más excitada y juguetona, se volteó, apoyando el trasero contra el lavaplatos. Internamente, debatió las palabras que diría a continuación. Honestamente, ella no hubiera considerado aquella broma si él no le hubiera sonreído coquetamente a la vecina el día anterior. De alguna forma quería demostrarle que él no podía ser el único coqueto en ese apartamento. ¡El sólo remembrar su sonrisa bobalicona le generaban unas ganas enormes de ponerle unas anteojeras de por vida!

Fingió un suspiro al tiempo que se aproximaba a su "frío" ángel rubio.

-No tengo otra opción. Tendré que llamar de nuevo a la tienda y hacer el nuevo pedido.

Ladeó la cabeza, atenta de una réplica.

La obtuvo.

-Está bien, llama.

No. Esa estoica reacción no era la que deseaba.

-Lo haré. Pero antes procuraré tenerle un refresco a ...

- ¡¿Qué?!- depositó los panes bañados de mayonesa en un largo plato de vidrio y tiró el cuchillo a cualquier lado. Esta vez sí tenía su total atención.

Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora