CAPÍTULO XII

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RENEGANDO OBLIGACIONES

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RENEGANDO OBLIGACIONES

Su caricia quemaba sus labios a niveles indescriptibles; era como sí aquel beso fuera de fuego; abrasador, doloroso, cargante... Lo sentía impulsarse con fuerza, deseoso de abrir su boca y recorrer aquel espacio que ella ya había dictaminado exclusivo de otro. Se profesó frustrada por no mover su cuerpo para apartarlo, golpearle o escupirle el tremendo daño que su confesión y acciones le provocaban; pero sus brazos no respondían a la orden de su cerebro.

¡Grita!

¡Muérdelo!

¡Pégale!

Era una inútil. Una increíble incompetente que pudo verse zafada de él hasta cuando éste lo deseó. En segundos su cuerpo se encontró libre, extrañamente ligero; y por su mente, únicamente pasó la terrible necesidad de auto infringirse una lesión, por débil e incapaz.

—Hinata, yo...— El Uchiha fue el primero en balbucear palabra. Aún en sombras, su aspecto se notaba desmejorado.

Sus cejas caídas, ojos entrecerrados y mandíbula cerrada, daban pista del malogrado cuestionamiento que se llevaba en su cabeza. ¿Se sentiría culpable? Quizás, quedaba algo de humanidad en él.

Un estruendo se oyó cercano, luego llegó la luz y en poco regresó el asfixiante silencio; aunque esta vez, acompañado de fuertes vientos que rasguñaron la piel descubierta y bajaron la temperatura corporal.

— ¿Cómo te atreviste?... ¿Cómo pudiste ser capaz?, ¡Sasuke!

Por primera vez desde que había sido abordada por él, alzó la mirada y lo enfocó con todo el coraje contenido en su interior. No sabía si lo que experimentaba en ese momento era cólera o verídico odio; tan solo quería saciar su incontenible necesidad de una explicación, o en su lugar, el exterminio definitivo de su memoria.

—Creí que en ti tenía un amigo, alguien que... ¡que...!— sus quiebres amenazaron con dejarla sin habla. Pronto se desesperó.

En un intento de desamarrar el nudo de su garganta y ser libre, tragó profundo, esperando relajase y regular su respiración; pero por más que lo quiso no lo logró. Así que, con una ínfima voz y constantes vacilaciones se vio relegada a continuar con sus precarias posibilidades.

—Desde cuándo, dime. Cuánto tiempo llevas divirtiéndote; fingiendo...—ella lo oteaba indignada, herida. Él se aguantaba abrumado, parco—. ¡Qué tonta! Ya lo entiendo todo. Por eso cambiaste de actitud conmigo, ¿no es cierto? Fue por esa razón que empezaste a comportarte con afabilidad, ¡por eso, ¿no?! ¡Contéstame!

—No tengo nada que decir.

— ¿No tienes nada qué decir?— abrió grande los ojos, incrédula—. ¿Nada?... Quién eres, Sasuke. ¿Acaso eres el amigo que siempre pensé, o, simplemente eres el patán que deseo borrar de mi vista?... Dime, ¡quiero qué me lo digas! ¡No seas cobarde y empieza a hablarme con la verdad!—adelantó un paso y estrelló un pusilánime puño contra el pecho masculino.

Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora