EPÍLOGO

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— ¡Iré a comprar algo de beber! ¡No tardo mucho, maestro!

— ¡No más descansos, Shion! ¡Recuerda que tenemos una investigación que terminar y...!

Ya se había marchado... Él se quedó con las palabras en la boca y el cuerpo a medio camino, ignorado. Una sonrisa no tardó en rescatarlo de los ojos curiosos que se degustaban enfocándolo. ¿Había gritado muy alto? Alzando la barbilla se aclaró la voz y se acercó a una de las dos bancas desocupadas. Antes de sentarse, con un ojo abierto y el otro cerrado, confirmó el olvido total de su presencia. Ya la gente comenzaba a circular.

Seguro, se recostó sobre el respaldar y contempló a sus anchas la seductora danza de las hojas en la cima. La temperatura, las sombras, el delicado susurro de la naturaleza, todo, lo incitó a dormitar; y estaba a punto de caer, hasta que una gotita descuidada descendiendo por su sien, lo despabiló. Era bochornoso, pero ya no resistía una caminata de cuatro kilómetros; ¡una joven de 20 años le ganaba al viejo quejoso de 26 que era ahora!

¡¿Dónde había quedado su vitalidad?!

Tentado por la añoranza, sacó un cuadernillo del bolso pegado a su torso e inició a escribir.

"De nuevo aquí en mi país, mi Japón. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez..."

Contempló por un momento la solariega calle, deteniéndose, al cruzar la vista a la inmensidad del cielo, que se le apetecía más cercano y más azul.

"¿Dos años, ya? Pues a mí me ha parecido una eternidad. Largos años llevo sin verte, sin saber nada de ti... En mi dolor me rehusé a recibir noticias tuyas; Shikamaru me insistió hasta el cansancio, pero nunca cedí. No sé si me arrepiento... No te niego que en muchas ocasiones estuve tentado a tomar el primer avión y enfrentarme a tu esposo; salir con cualquier tontería y raptarte. Te reirías si te contara los planes que formaba en mi mente; nada ingeniosos, aunque sí muy escandalosos..."

"He madurado, al menos eso me gusta pensar. Te sentirías orgullosa si me vieras como el chef ejecutivo de Sanín-Italia. ¡Sí, lo he logrado! Cuando me dieron el ascenso lo primero que deseé fue tenerte a mi lado y asfixiarte con un abrazo; por supuesto, eso fue lo último que pude hacer... Agradezco a Jiraya la oportunidad. El trabajo ha sido lo que me ha mantenido a flote. Ahora tengo una casa de mi propiedad y un buen salario; pude haberte dado una buena vida. Sólo tenías que esperar."

"¿Y tú, mi Hina?, ¿cómo estarás?, ¿me extrañarás?, ¿pensarás en mí al menos una cuarta parte de lo que yo sueño contigo?..."

Sus cejas se arquearon ante la repentina algarabía de unos niños, que con paso apresurado se encaminaban al área de juegos. Sólo una barda de madera separaba el angosto camino de los columpios; y como era de suponerse, la tranquilidad se perdió; no más así, el sentimiento que latía ferviente en su pecho.

"Ya no hay más páginas en blanco. Disculpa mi osadía de escribir mis infortunios en tu corazón de papel; pero la tentación me ganó... No sé, pienso que este diario posee algo tuyo; tal vez tú esencia, tu olor. Jamás me desaceré de él..."

Otro grito.

Sofocado alzó la vista, encontrándose de inmediato con la imagen de una pequeña tirada en el piso. La cría lloraba desconsoladamente mientras se rehusaba a mover un ápice de sus extremidades besadas por la tierra. El rubio suspiró, listo para levantarse y socorrer a la desbordada chiquilla; sin embargo, el caminar de la madre lo alertó.

Aguantó los gimoteos por unos segundos más y la superficial tranquilidad regresó. Pronto bajó los ojos al papel, deseando coordinar el escrito con las ideas omisas. No lo consiguió.

Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora