CAPÍTULO IX

1K 114 13
                                    


DIFÍCIL DECISIÓN. PARTE II

— ¡Bailas maravillosamente!— vociferó lo suficientemente alto para que sus palabras vencieran la rítmica sonata

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

— ¡Bailas maravillosamente!— vociferó lo suficientemente alto para que sus palabras vencieran la rítmica sonata. Hina sonrió de medio lado—. No te había visto antes, ¿eres amiga de Uchiha Itachi?

Él joven la jaló un poco y la hizo girar sobre sus altos zancos.

—Diría que somos conocidos. ¿Y tú?

—Lo he visto un par de veces por asuntos de negocios. No puedo decir que es íntimo, pero si una persona agradable... Vi que estabas acompañada de un hombre, ¿te ha abandonado?

La ojiperla no se molestó en contestar. Había sucedido algo más importante que merecía su total concentración. ¡El Uzumaki ya no estaba! Se había ido. La había dejado con sus estúpidos deseos de provocación, humillada a niveles incomprensibles. Detuvo sus movimientos y observó con más ahínco el espacio que ocupaban el tumulto de mesas; buscando, esperando toparse con aquellos ojos azules que moría por ver incinerarse de ira... Qué gran tontería.

—Oh, querida niña no te pongas así— le susurró el peliblanco al oído, coaccionándola a desentumirse y recuperar la movilidad de su cuerpo—. No pierdas el tiempo lamentándote por idiotas que no valoran lo que yo en su lugar atesoraría. Eres muy linda, sabes.

Hinata apartó la vista de él y la dejó descansar en las otras parejas que los acompañaban. Sentía ira, mucha. Una tremenda frustración. Su malestar era tan grande que no le hubiera sorprendido encontrarse con lágrimas cayendo, exhibicionistas, hasta su cuello. Hubiera querido terminar con aquello y escapar; pero, su consciencia no la había abandonado totalmente. Sabía que si se soltaba del agarre del joven, lo más lejos que llegaría sería al suelo. Aquel malogro fue tal, que se vio sometida a permanecer bailando cuanto ese hombre lo quisiera.

Derrotada, dejó descansar su cabeza sobre el hombro masculino, oteando con tristeza los rostros desconocidos que se envolvían con una energía que ella jamás tendría... De nuevo volvió a reproducirse una balada. Odió su mala suerte. Su pareja de baile parecía tozudo en continuar danzando y disfrutar de su cercanía. Él ahora había enrollado los brazos a sus caderas y apretujado su ser contra el suyo.

Era demasiado.

El alcohol la hacía aguantar varias cosas, pero a esas instancias estaba prefiriendo hacer el ridículo antes que padecer por una insoportable compañía. Insólitamente, contrario a sus intenciones, sus brazos correspondieron a aquella nefasta proximidad. Y no se recriminó por hacerlo, ¿cómo podría hacerlo?, si a dos ladrillos de distancia había reaparecido la motivación de su noche.

De pronto los colores se le subieron al rostro. ¡¿Quién era la mujer que lo acompañaba?! ¡Cinco minutos y ya tenía un repuesto!... Pese a su contrariedad, no se mostró amedrentada. Necia, curvó los labios y le sonrío ladina, saludándolo con una silenciosa presión de ojos. Le entusiasmó el hecho de advertir arrugas en su frente; al parecer el ojiazul le disgustaba como su actual pareja la izaba más así y la reclamaba como suya.

Falsas Impresiones- NaruhinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora