2| Mi peor pesadilla

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Tenía un largo camino de vuelta. Recostado por el asiento, hundió su rostro en la bufanda dejando solo sus ojos a la vista. Se cruzó de brazos, limitándose a mirar por la ventanilla mientras intentaba apaciguar sus latidos.

Lo que acababa de vivir...¿Fue real? Ese encantador muchacho se había acercado a hablarle voluntariamente, dejando bien en claro que quería volver a verlo después de tratarlo como si fuera el más frágil cristal entre sus manos.

Todo era demasiado bueno para ser verdad.

Que su aura tan lamentable y simplona le haya resultado interesante a alguien-y más a ese lindo castaño-debía ser una broma. Seguramente,aquel chico ni lo recordaría mañana. Debía evitar las ilusiones. Pero ni su triste realidad lograba borrar su sonrisa oculta bajo ese trozo de tela negra.

No quería regresar a casa, nadie lo recibiría de una manera grata. Si tuviera la dicha de contar con más dinero en el bolsillo,se hubiera ido a cualquier otra parte.

Le gustaba salir solo y enfriar sus pensamientos, tranquilizarse, después de discutir con sus padres o de hartarse de solo ver las cuatro paredes de su habitación. Siempre volvía muy tarde, porque sabía que a penas abrir la puerta, toda su paz se iría por el caño y sus nervios se dispararían. Odiaba tener que volver a casa.

Ya parado frente a esa gran puerta de roble,sostuvo su cigarrillo con los labios para buscar las llaves en los bolsillos traseros de sus pantalones, pero las volvió a guardar al escuchar unos rápidos pasos desde el interior de la casa, avecinarse cuan tormenta.

La puerta se abrió dejando ver a una mujer mayor de cabellos negros, quién lo miró con reproche,arrugando el entrecejo, claramente enfadada.

-Park Jimin ¿Por qué te escapaste? ¿Alguien te vio? ¿Qué pensaran los vecinos si ven al hijo de la familia Park escapándose a altas horas de la noche y volver en la madrugada eh?- escupió con rabia la madre de Jimin,sosteniendo el pomo de la puerta y dando vistazos hacía afuera.

Después de soltar una risa amarga e irónica, miró hacía un lado dejando escapar el humo de su boca, quitándole importancia a las palabras de su madre. Estaba acostumbrado al trato de la mujer frente a él, siempre tan frío y prepotente,capaz de llevarte hasta el límite de la paciencia.

Sus padres,como creyentes de toda la vida, se congregaban en una prestigiosa iglesia católica junto a varias familias del pequeño vecindario en donde vivían. Una de las normas que sus deformadas mentes habían creado, era siempre mantener las apariencias y poner como prioridad las opiniones ajenas.
Fuera de su hogar se esmeraban por mantener esa imagen amable, afectuosa, mientras que su trato con Jimin era tan cálido como un tempano de hielo.

Se habían ganado la fama de la familia perfecta, con el hijo perfecto. Pero a los señores Park se les hizo difícil mantener en pie esa ilusión,notando como los años se llevaban consigo al chico lindo, inocente y totalmente manipulable que fue su hijo en la niñez.

La madre de Jimin,al hablar con las familias vecinas,ya no encontraba argumentos en su mente para excusar el comportamiento de su hijo y así esconder los errores e imperfecciones que veía en Jimin al no moldearse como ella quería, al no alcanzar sus expectativas, al no ser como los hijos de sus amistades.

-Tranquila mamá,dudo que alguien me haya visto- respondió vagamente.

La mayoría de las familias de su vecindario era religiosamente estrictas, se repudiaba y se prohibían hacer cosas banales, fuera de lo que decían las sagradas escrituras, por lo cual todo era demasiado tranquilo, rayando lo aburrido. Sin embargo, Jimin agradecía esa tranquilidad, no existían las escandalosas fiestas terminadas en peleas, rara vez los ladrones merodeaban por esa zona y las luces de las casa se apagaban temprano. Podía asegurar que todos dormían a esas horas, era muy poco probable que lo hayan visto. De todas maneras, lo que pensaran de él dejó de importarle hace mucho tiempo.

Conocí la felicidad (Jikook/Kookmin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora