VEGA

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Nuestros pasos eran apresurados, debíamos salir de Sendai lo más pronto posible. Nos dirigíamos a Osaka. Ya había amanecido

-podríamos seguir las vías del tren-sugirió

-no sé hasta qué punto sea recomendable eso.-voltee a verlo

-¡mira! Bicicletas-se notaba su emoción a través de esa dentadura incompleta.

-¡no!-grite intentando detenerlo

-¿Por qué?- de inmediato su cara de duda

En Japón era costumbre no tomar las cosas de los demás. Pero ahora eso ya no importaba

-olvídalo, tómalas. Nos servirán.

Seguimos las vías del shinkansen en nuestras bicicletas. Era tan extraño conducir una. Las vías no estaban del todo descuidadas, los hermosos paisajes otoñales se veían a lo lejos. Aun cuando esa zona sea radioactiva.

-¿hasta dónde iremos?-inclino su cabeza hacia la derecha

-Osaka

-¿allí está la personas que buscas?

-no- mi padre no debía estar en casa, estaba en Hiroshima cuando sufrí el accidente. Se encontraría en los laboratorios que creo el gobierno japonés para la investigación de los efectos de la radiación. Uno de sus propósitos era crear más personas como yo, quienes pudieran defender al emperador y al primer ministro.

-mmm-toco su barbilla antes de perder el equilibrio-¿a qué iremos?

-tienes la suerte de haberte topado conmigo, es mejor que no te enteres de algo que no te corresponde cargar

-está bien-sonrió-espero que el próximo pueblo haya ramen, me quede con ganas de comerlo.

-también espero eso-recordé el suceso del día anterior.

Parecía un día alegre cualquiera, al menos había visto eso en las películas de mi compañera Yuuko, ella al igual que yo fue entrenada. Era muy extraño pues no fue desde niña, tenía 12 años cuando entro. Siempre sospeche que fuera la hija de algún investigador, justo como yo. Fue la única del escuadrón con quien podía estar más tiempo, pues nuestra habitación era la misma, es un raro que en Japón la gente te comienza a hablar por su propia cuenta, a Yuuko eso no le importo. Fuimos amigas durante toda nuestra adolescencia. Definitivamente nosotras no íbamos a parques de diversiones o centros comerciales. Nuestra vida se trataba de proteger a alguien más.

-¿alguna vez has pedido un deseo en el tanabata?

-no

-p-pero eres japonesa, todos los japoneses festejan ¿cierto?

-no todos, hay japoneses que teníamos otras ocupaciones.

-cuéntame la historia-pidió Stuart

-podría contártela cuando paremos a comer

-en este momento

-eres caprichoso

-y curioso- eso ultimo lo dijo enorgullecido

Aun cuando estuve toda mi vida encerrada, también fuimos instruidos en la cultura japonesa y por lo tanto me sabia la historia

-una princesa se enamoró de un pastor, se casaron y vieron felices fin

-espera, es muy corta la historia-hizo un puchero

-que fastidioso eres- aun con gran pereza le narre la historia a como la recordaba

-una princesa tejedora se enamoró de un pastor, ellos se casaron y vivieron felices, hasta que la princesa dejo de tejer para su padre, en descontento el padre de la princesa los separo, ante las suplicas de su hija el padre les dio una única oportunidad de verse, el séptimo día del séptimo mes ellos podrían verse, pero debido a que un rio los separaba no podían hacerlo del todo, fue entonces que un grupo de grullas construyeron un puente para que la princesa pudiera ver a su esposo, ellas prometieron ir cada año siempre y cuando no lloviera...

-si llueve no podrás pedir tu deseo pues los dos amantes no se reunirían- termino la historia

-¿ya te la sabias?- para qué demonios hizo que se la contara

-¡claro! Vine a Japón a pedir un deseo en el tanabata- su voz se escuchaba ilusionada.

-solo un tonto ingles podría creer en eso

-solo una tonta japonesa lo dudaría

No dije nada ante eso

-ese es un buen lugar para comer- dijo señalando una de las estaciones

"no creo que sea un buen lugar para bajar" pensé antes de ir tras Stuart.


Every planet we reach is dead (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora