II. Pandora

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«El ángel Gabriel del mal augurio viene a visitarme y es muy persistente»

-Hécate, diosa griega de la magia, ha sido secuestrada. No sabemos quién es el culpable ni dónde está exactamente, pero tenemos pistas -comenzó a explicar el guardián del submundo-. Los dioses han estado muy dispersos estos últimos meses ocupados con sus... asuntos divinos... Así que cualquiera puede haber cogido a Hécate. Aunque ese alguien debe ser muy peligroso porque vamos... -añadió como si se acabara de dar cuenta del hecho.

Yo asentí despacio, asimilando la información. Vale, diosa desaparecida en extrañas circunstancias porque todos pasaban de todo. Ha tenido que ser una criatura muy poderosa quien la haya capturado. Eso no me hacía mucha gracia. ¿Yo enfrentándome a criaturas peligrosas? Antes hago de dentista para un león hambriento. Bueno, igual no.

Me quedé mirando a mi querido perro durante unos instantes tratando de ordenar mis pensamientos. Tenía que descartar cuidadosamente los que me pedían que saliera por patas.

-Vale -dije finalmente haciendo un gesto de relajación con las manos-. Pero, a todo esto, exactamente, ¿tú quién eres? -pregunté al darme cuenta de que no sabía ni su nombre.

Él me dedicó una sonrisa torcida algo burlona.

-Gabriel Mainar, guardián del submundo, descendiente de Hades -respondió haciendo una reverencia exagerada-. Y a su servicio y cuidado, señorita -añadió levantando un poco la cabeza y guiñándome un ojo.

No voy a soltar la frase de: "no necesito a alguien que me cuide" porque me pierdo en mi propio barrio, pero seguía sin acabar de convencerme la idea de la bendita misión esa.

-Entonces, eres un semidiós -afirmé. Los descendientes de dioses, sean hijos directos o solo cercanos, son semidioses. O al menos eso sabía yo.

Gabriel pareció pensarse la respuesta unos segundos.

-Sí, creo que la esencia divina que corre por mis venas es la suficiente como para considerarme uno de ellos -dijo convencido apretando un puño como si ahí residiera todo el poder de Hades. Puede que lo estuviera haciendo con intención de exagerar pero sus ojos brillaban mucho, y no era un brillo común como cuando estás feliz, lloras o vas drogado, era más bien el brillo de... la muerte al acecho. Eso ha sonado más siniestro de lo que pretendía, perdón-. Los semidioses tenemos la opción de aprender magia relacionada con nuestro antecesor divino y, seamos sinceros, aprender la magia de la muerte y el submundo es algo bastante guay. Como soy el único que domina esa rama de la magia a parte del propio Hades y además soy muy guapo, me convirtió en su guardián -finalizó frunciendo los labios con orgullo. Yo no estaba segura de si estaba bromeando respecto a lo de su atractivo o no. Feo no era, pero aún así...

Le lancé una mirada desesperada a mi yaya, que se estaba muriendo de risa sin poder creerse lo que veían sus ojos.

-Y yo que pensaba que los descendientes de Hades eran sinietros y con mal carácter -murmuró secándose una lagrimilla y llevándose a Alfa con ella para que Gabriel y yo pudiéramos hablar tranquilamente. Buena táctica de huida, yaya, tomo nota.

Me senté con las piernas cruzadas sobre mi cama y retiré el flequillo fucsia de mis ojos con gesto nervioso.

-¿Solo iríamos tú y yo a la misión? -pregunté intentando no dudar demasiado de lo que me estaba planteando- Porque me parece bastante peligroso, la verdad.

Los labios del guardián del submundo se ensancharon en una sonrisa de esas que cuesta retener.

-No -dijo medio riendo-, tenemos que ir a buscar a otra persona, una Amazona. Ella es también una semidiosa. Muy poderosa, por cierto -vale, oficialmente Gabriel Mainar estaba soñando despierto.

Di dos palmadas para que se centrara.

-En ese caso, somos tres para buscar a Hécate. ¡Sigue siendo una locura!

Él miró a los lados como si barajase las posibilidades de que murieramos todos en el intento.

-Bueno, tres mejor que dos y te aseguro que Sahar Abdala es capaz de hacer más daño que un ejército entero -añadió socarrón. Miraba al suelo como si recordara una imagen de la Amazona en cuestión. Me estaba imaginando lo que se venía. Pandora la sujeta velas en acción.

-¿Si me muero así de repente tengo que seguir participando en la misión? -pregunté a la desesperada.

Gabriel se echó a reír.

-Puedo traerte en esencia de vuelta durante un tiempo así que, sí -adiós a mis esperanzas de librarme de todo ese jaleo-. Voy a hablar con tu abuela, coge ropa y todo lo que necesites porque no creo que vuelvas por aquí en una temporada -dijo antes de "dispararme" con la pistola que había hecho con los dedos de una mano y salir de mi habitación.

Me levanté de la cama y fui frente a mi espejo. Al mirarme a los ojos intenté autoconvencerme de que todo iba a salir bien, que haría eso y por fin podría tener la vida de una estudiante normal.
Ya, mi poder de convicción no es muy grande, la verdad.

Lo curioso es que no me sentía muy resignada porque sabía que me iba a ver obligada a participar en la misión lo quisiera o no. Hécate me había elegido para ayudarla (nadie sabe por qué, hay candidatos mucho mejores y más valientes que yo). Así que tenía que seguir a un descendiente de Hades con complejo de Brad Pitt y a una Amazona que debía ser como la personificación de Afrodita cuando le roban su espejo y se enfada a una misión donde no sabemos quién es el malo.

Respiré hondo varias veces y cogí una maleta que guardaba debajo de la cama. No soy una loca que planea escaparse de casa y por eso tiene la maleta ahí, es solo que había llegado tan solo hacía un año a Asturias y por si acaso no le había buscado un sitio mejor.

En la maleta metí toda la ropa cómoda que se me ocurrió, maquillaje (antes muerta que sencilla), cosas de higiene y todo lo necesario para mantener mi corto pelo teñido bonito.

Ya que estaba me puse una bandana negra alrededor de la cabeza para mantener el flequillo apartado de mis ojos.

Me senté sobre la maleta para cerrarla y salí de mi habitación intentando aparentar algo de convicción.

Mi yaya estaba en el salón hablando animádamente con Gabriel. Era un chaval bastante raro. Quiero decir, no encajaba en absoluto con mi idea del submundo: oscuro y aterrador.

-Estoy lista -anuncié al llegar junto a ellos-. Bueno, dentro de lo que cabe -aclaré con una sonrisa nerviosa.

Mi yaya se levantó del sofá y Alfa vino a restregarse por mis piernas o a intentar tirarme al suelo.

-Sí, sí, yo también te voy a echar mucho de menos -reí acariciándole el lomo y rascándole las orejas.

Gabriel se puso de pie y vino a mi lado con una media sonrisa.

-Nos mantendremos en contacto, cariño -me recordó mi yaya, haciendo con un gesto de la mano que apareciera una neblina azulada. Era su forma de indicarme que me mandaría ilusiones suyas.

Yo asentí y le di un fuerte abrazo antes de salir de mi casa con el guardián del submundo.

-¿Cómo vamos con la Amazona? -inquirí al darme cuenta de que no sabía casi nada de ellas.

Él agitó la cabeza como si pensara y se agachó hasta tocar el suelo.

-Tengo los poderes de Hades, que me "atan" al submundo. Puedo bajar allí desde cualquier punto de la Tierra y volver a subir donde yo quiera, siempre y cuando conozca ese sitio -explicó ofreciéndome una mano para que la tomara.

Con algo de desconfianza la acepté.

Solo os diré una cosa al respecto: nunca más.

Antorchas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora