XIV. Pandora

592 85 79
                                    

«Me resultaría más fácil explicaros cómo se hace que un mono brille en la oscuridad que esto»

Habían decidido intervenir en el peor de los momentos.

—¿Qué está pasando? —preguntó Sahar con tono duro desenvainando una de sus espadas.

Mi cerebro se bloqueó unos segundos sin saber qué responder pero por suerte reaccioné a tiempo.

—Es Rai Lethinen, uno de los piratas más famosos de los últimos tiempos —dije segura clavando mis ojos en los del chico—. Por eso ha descubierto mi truco.

—¿Cómo estás tan segura de ello? —preguntó Gabriel cuando los tres llegaron a mi lado.

—Soy una bruja de los mares, por favor —dije rezando por que me creyeran.

—También me llaman Sārka —apostilló el pirata con una media sonrisa burlona: le hacía gracia la situación.

¿Cómo no lo había reconocido antes? No había otra persona en todo el océano con su brillante pelo granate recogido en una diminuta coleta en la nuca. Igual debería mirarme la vista. Si volvía a España con todas mis extremidades iba a hacer una visita al oculista.

—¿Vas a disparar o sigues apuntándome con la intención de que me quede aquí para siempre? —preguntó el pirata para después soplar, apartando dos mechones finos de cabello que le caían sobre el rostro.

Yo no sabía qué hacer. Era como cuando te presentas a un examen y al leer el enunciado tienes la sensación de haberte confundido de clase porque todo te suena a chino. Igual.

Rai Lethinen ni siquiera llevaba algo que lo identificara como capitán de su navío. Y estoy más segura de que lo era que de mi nombre.

¿Pandora? Pandora.

Vale, ya, necesitaba comprobar que mi cerebro seguía funcionando.

—Sigue sin ser muy inteligente por tu parte venir aquí solo —repetí con intención de hacerle hablar—. A menos que esto sea una trampa, cosa que dudo mucho pues no te arriesgarías a venir si fuera el caso.

No, no era una trampa. Rai sabía quién era yo, no iba a hacer nada raro.
Pero tenía que conseguir que nos dejase marchar sin armar mucho jaleo.

Él tenía a toda su tripulación en su barco a escasos metros del nuestro.
Nosotros éramos solo cuatro pero contábamos con un dios, un semidiós y una Amazona. Yo soy una bruja pero oye, ellos son el plato fuerte, para qué mentir.

—Pandora —Sahar llamó mi atención. Por su cara vi que no entendía lo que estaba ocurriendo. Bueno, yo tampoco.

Bajé el arma y la guarde. No me iba a servir de mucho en la situación en la que estábamos.

Rai se crujió los puños con tranquilidad y empezó a pasearse por la cubierta.

—¿Qué me das a cambio de que os deje pasar sin haceros nada? —preguntó. Él sentía que tenía el control de la situación y no estaba muy lejos de ello.

—¿Vas a dejar que este tío nos chantajee? —la Amazona estaba ofendida en el orgullo. Se puso a mi altura, con las dos cimitarras envainadas y con los brazos cruzados.
Podía sentir el poder que emanaba de ella debido a su enfado.

Miré a todos mis compañeros y solté un suspiro. Menuda encerrona...

—Reconozco un dios cuando lo veo —dijo Sārka señalando con la mirada a Fobos—. No quiero chantajearos porque saldré perdiendo, busco las ganancias por ambas partes.

Por primera vez en todo el rato sonrió mostrando los dientes: afilados como los de un tiburón blanco.

Lo había hecho a posta con intención de que nos acobardasemos. Qué mala persona.

—Eres un pirata poderoso, no sé qué puedes querer de nosotros —observé yo. No éramos nadie allí, solo estábamos en esa situación de pasada.

Rai echó la vista atrás, a su barco y de nuevo a nosotros.

—Podría retaros a un duelo y quedarme con vuestro barco —vale, tenía razón y esperaba que no hiciera eso—. Pero eres una bruja de los mares, como has dicho antes. Me conformo con tu protección —propuso con tono calmado inclinando un poco la cabeza—. He oído que el Demonio Negro anda suelto y no sería de mi agrado encontrarme con él —explicó haciendo una mueca sin dejar de pasearse por el barco—. Con la capitana del Bruja Circe que lo derrotó desparecida, esto es lo mejor a lo que puedo aspirar.

¿Mi protección? Yo no podía hacer nada por él en ese sentido. Mucho menos hablando de controlar a otro pirata.
Aún así le seguí el rollo: Rai Lethinen es mucho más listo de lo que parece.

—Y, ¿nosotros qué ganamos? —pregunté con tono firme. Tenía que parecer que entendía algo y la actuación no me estaba quedando del todo mal.

—Os garantizo que ninguno de mis aliados en estos mares os ataque. El Reina Hipólita, si lo he leído antes bien, estará a salvo de mí, en general —propuso el pirata.

Sahar me dio un codazo. Al parecer no había entendido la propuesta.

Le expliqué que se refería a que todos los demás piratas de otros navíos que fueran de una forma u otra amigos de Rai no nos iban a molestar en nuestro viaje. Considerando lo poderoso que era Sārka, la oferta era muy buena.

—Si aceptáis cada uno seguirá su camino habiendo ganado algo —dijo el pirata al no obtener respuesta—. Y podéis fiaros de mí: si no cumplo mi parte del trato me arriesgo a perder vuestra valiosa protección —añadió mirándome con algo de socarronería.

No quería alargarlo más. Él nos estaba ofreciendo ayuda y a cambio me pedía algo que probablemente sabía que yo no le podía dar.
Pero de eso mis compañeros no tenían ni idea.

Avancé hasta él tendiéndole una mano.

—¡Qué formal! —musitó antes de aceptarla y apretarla con fuerza— Es un buen trato, Pandita, lo sabes bien —murmuró para que solo yo pudiera oírlo y me guiñó un ojo.

Pandita... Hacía años que no escuchaba ese apodo. Fue en ese momento cuando me di cuenta de por qué nos dejaba marchar sin pedir nada a cambio. Eso hizo que me diera un vuelco al corazón pero me recompuse antes de que mis compañeros lo notaran.

Volví a su lado. Gabriel, Fobos y Sahar parecían bastante confundidos pero se tranquilizaron cuando vieron a Rai Lethinen volver a su barco y alejarse mar adentro.

Antorchas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora