XXVIII. Sahar

538 74 41
                                    

«Gabriel me ha dicho que ponga aquí: "Única vez en mi vida que fui amable con alguien". Algún día lo mataré...»

Después de la ducha fui a la cubierta.
Tenía una sensación de agobio muy extraña. Como si todo mi... pasado se me echara encima.

Kal no paraba de aparecer en pensamientos intrusivos por más que pretendiera alejarlo y nos estábamos juntando con demasiada gente. Estaba segura de que alguien al final me reconocería del pasado o algo por el estilo.

Tuve que concentrarme en una estrella del cielo porque mi pulso se había acelerado considerablemente.
Respiré hondo y cerré los ojos hasta estar más relajada.

Escuché unos pasos detrás de mí. Yo me había familiarizado con el sonido del andar de casi todos mis compañeros así que la reconocí.

—Prometo que no te voy a morder —le aseguré a Pandora para que se acercara más.

La bruja suspiró y vino a mi lado. Se quitó el sombrero de capitana y lo dejó en el suelo, como para darme a entender que estábamos al mismo nivel. Me pareció un gesto simple pero importante por su parte. Aunque supiéramos que había sido una capitana muy famosa no había cogido el camarote que debería pertenecerle y eso decía mucho de ella.

—Tengo muchas preguntas que hacerte —le informé apoyándome con la espalda contra la barandilla del Reina Hipólita.

Pandora palideció. Tenía mucho miedo de qué podía preguntarle yo así que le sorprendieron mis siguientes palabras:

—¿Cómo te encuentras?

Relajó los músculos de la cara de golpe.

—B-bien, ¿por qué no iba a estarlo? Quiero decir, me acabo de reunir con mis viejos amigos —su necesidad de hablar y justificarse la delataba. Ni siquiera le corté, levanté una ceja y se sinceró sin más—. No lo sé, la verdad. Es todo tan raro... Pensaba que no los iba a volver a ver nunca, que nada de esta vida antigua iba a volver y, sin embargo, aquí estoy una vez más.

Clavé mis ojos violeta en los suyos durante unos segundos. A Pandora le estaba pasando lo mismo que a mí pero a mayor escala porque su pasado ya la había alcanzado.

—Tu decisión de abandonar la piratería no fue totalmente tuya, ¿verdad? —inquirí sin romper el contacto visual— Algo pasó cuando te enfrentaste al Demonio Negro que hizo que te retirases y los dejases a todos sin previo aviso —me aventuré a especular.

La mirada de la bruja se tornó ligeramente recelosa así que decidí aflojar un poco.

—Mira, no te estoy pidiendo que me cuentes qué pasó: yo soy la primera que tiene sus secretos. Pero creo que Silvia, Rai y Skandar merecen una explicación, por simple que sea. Está claro que eras y eres muy importante para ellos.

Pandora tragó saliva y bajó la vista al mar. Hizo amago de decir algo un par de veces pero acabó negando con la cabeza.

—No lo entiendes, no es algo que puedas decir así como así...

—Ya me lo imagino, soy irascible, no imbécil —añadí con una sonrisa algo forzada pero quería que confiara un poco más en mí—. Pero, sé sincera conmigo, ¿tú crees que alguno de ellos te va a juzgar por lo que hayas podido hacer en el pasado? Son piratas...

La bruja rió por lo bajo al ver a qué me refería. Probablemente ese trío de ceporros que se habían unido a nuestro equipo habían cometido delitos mucho más graves que cualquier cosa que Pandora pudiera pensar.

—Ya lo sé... Supongo que al final tendré el valor suficiente como para contárselo —que se lo planteara ya era un avance—. Y, no, no fue totalmente mía la decisión de dejarlos a todos, como ya te imaginas. Ojalá nunca los hubiera abandonado.

Me mordí el labio. Me estaba dando mucha pena la pobre bruja, necesitaba cambiarle de tema para que se animara un poco.
Me di la vuelta apoyando los brazos en la barandilla y quedando hombro con hombro con la bruja.

—¿Qué hay de ti y Rai? —pregunté como quien no quiere la cosa. Antes de que a Pandora le diera tiempo a reaccionar lancé la segunda parte de mi pregunta— ¿Y Silvia? Porque se nota a la legua...

La bruja se pasó la mano por el pelo fucsia con nerviosismo y se dio un cabezazo no muy fuerte contra la barandilla.

—Rai ya te lo ha contado y Silvia es mi mejor amiga —no sé si Pandora era muy inocente o muy ciega.

—No sé tú pero mi mejor amiga no va detrás de mí así —bromeé. Para los sorprendidos, sí, tengo mejor amiga, se llama Fiona y es una Amazona, ¿qué pasa?

—Siempre ha sido así. Hace y dice cosas que yo no entiendo —la bruja se negaba a despegar la frente de la barandilla—. En realidad, me daba también un poco de miedo volver a esta situación. Quiero decir, este último año en la universidad yo he sido totalmente dueña de mi vida... sin contar con mi yaya, pero a ver quién es el listo que discute con ella.

Ese último comentario me hizo gracia. Había hablado con muchas personas que decían cosas similares sobre sus yayas y aún así no las cambiarían por nada del mundo.

—Eres una de las capitanas más famosas de los mares según parece, ¿por qué no crees ser dueña de tu vida aquí? Quiero decir, es el océano, eres totalmente libre —objeté. Era como si algo de toda la vida de pirata la reprimiera y eso me resultaba muy extraño.

—Es que aquí es todo muy diferente: tengo que ser fuerte, valiente, una capitana digna y que se haga respetar —vale, ya veía por dónde iba—. Yo no soy así, todo eso es una fachada que me hice desde muy pequeña para que otros piratas no quisieran meterse con mi tripulación. Lo único mejor que ellos que tengo es que soy un poco más lista... aunque eso no es muy difícil —bromeó levantando la cabeza por fin.

Básicamente, Pandora echaba de menos a sus amigos piratas pero no su vida de pirata. Le había dolido alejarse de ellos pero verse desvinculada de todo eso durante una temporada le había ayudado a despejarse.

—Tú sí que encajarías bien como capitana —sus palabras me pillaron desprevenida—. Eres una líder nata y todos te respetan...

—Algunos tenemos aptitudes para algunas cosas y otros para otras. Sin embargo, yo también busco una vida un poco más tranquila. He vivido ya demasiado...

Pandora se giró a mirarme con una ceja enarcada.
Le sorprendía que esa frase saliera de la boca de una chica aparentemente tan joven como yo.

—No sé cuántos años tienes, Sahar Abdala, aparentas mi edad: diecinueve años, pero tengo la sensación de que tus experiencias son mucho mayores —su tono de voz se había vuelto suave y cauteloso al mismo tiempo. No quería decir nada que pudiera hacer que yo me cerrara en banda. No le iba a contar mi vida pero si preguntaba tampoco se lo iba a ocultar. Por algún extraño motivo confiaba bastante en la bruja.

—Por desgracia, lo son —confirmé con una amarga sonrisa—. Y créeme cuando te digo que yo también he hecho cosas que no me atrevo a contarle a nadie, no solo por el "qué dirán" sino por mi propio miedo a reconocer que lo que ocurrió fue real.

"Kal, por favor, deja de aparecer siempre en mis pensamientos" pensé para mis adentros.

Nos quedamos en silencio durante un par de minutos. Yo no paraba de darle vueltas a lo que Pandora había dicho de que lo ideal para ella era su vida como universitaria.
Se me ocurrió una idea.

Me giré hacia la bruja con una sonrisa.

—Hagamos un pacto —propuse haciendo chocar las puntas de los dedos contra la barandilla de madera—. Cuando encontremos a mi madre, a Hécate, y acabe todo este jaleo las dos viviremos por fin tranquilas y mandaremos por ahí a los dioses o a quienes quieran molestarnos —propuse tendiéndole una mano.

Pandora se echó a reír lo que me hizo sentir un ligero alivio.

—Tienes mi palabra —aseguró aceptando mi mano y sacudiéndola con firmeza—. Palabra de Pandora López.

Antorchas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora