XX. Sahar

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«Estoy harta de poner títulos»

Osea que Pandora era la misteriosa pirata que había logrado vencer al Demonio Negro. ¿Por qué no nos lo había dicho antes? ¿Por qué tanto ahinco en ocultar su verdadera identidad?
Aunque, bueno, tampoco es como que yo pueda hablar mucho de esto último. Supongo que la bruja tenía sus motivos.

El Reina Hipólita crujió bajo nuestros pies haciendo que todos perdiéramos el equilibrio.

—No os quejéis —advirtió Silvia, poniéndose de pie—: vuestro barco aguantará tras una pequeña reparación. El nuestro está partido por la mitad. Muchas gracias —añadió mirándome a mí con una amarga sonrisa.

—Gracias a ti por este gratuito ataque —respondí con el mismo tono. ¿Quién demonios se creía que era? Habían empezado ellos con todo esto.

La pirata de cabello negro soltó una carcajada y levantó los brazos al aire.

—Vais en un barco de Amazonas, famosos por las riquezas que contienen, y esperáis no ser atacados. ¡Qué ingenuos!

—Por eso insistía yo tanto en las guardias nocturnas y en no izar la bandera —murmuró Pandora, mirando al suelo.

Por eso la bruja sabía tanto de los mares y de otros piratas. Todo tenía sentido.
Quería saber más de su pasado porque nos iba a ser de gran ayuda pero ese no era el momento: teníamos intrusos.

—Ahora que ya has destapado a Pandora, ¿nos dejas en paz? —pregunté más a modo de amenaza que otra cosa.

Silvia echó un vistazo a su tripulación.
Todos estaban embarcándose en los botes para abandonar su barco que se hundía.
Acto seguido miró a Pandora.

—La verdad —comenzó. Su tono era muy distinto: más calmado y sincero—, esta mujer de aquí y yo somos amigas de la infancia, me ha costado reconocerla con esos pelos y sin su sombrero de capitana pero bueno.

Con que amigas de la infancia. No iban a dejar de sorprenderme. Yo hacía todo lo posible por no enfadarme y escucharles.

—Abandonaste la piratería el año pasado sin previo aviso —Silvia se estaba dirigiendo ahora solo a Pandora—, sé que tenías tus razones, así que verte de nuevo surcando los mares me... sorprende. Y agrada, por supuesto —añadió con una risita y un guiño.

—Sabes que no estaría aquí si no fuera estrictamente necesario —respondió Pandora intentando parecer seria, pero se había sonrojado.

La serpiente del Atlántico frunció el ceño y recogió su espada del suelo.
Examinó el filo mientras pensaba y la guardó en su vaina que le colgaba de la cintura.

—¿No tendrá algo que ver con el Demonio Negro? He oído que ha vuelto, pero estoy segura de que tú lo mandaste con toda su tripulación y su barco al fondo del océano.

Pandora y ella tuvieron una pequeña pelea con la mirada hasta que la bruja la apartó y clavó sus ojos verde mar en mí, como si me pidiera permiso para contar nuestra misión.
Personalmente, no lo habría hecho, pero si Silvia y ella eran viejas amigas de confianza...

—Hécate, madre de todas las brujas y diosa de la magia ha sido secuestrada. Es en parte por esto por lo que el Demonio Negro ha vuelto.

Pues nada, ya lo había contado.
Rodé los ojos y me retiré hacia atrás hasta quedar a la altura de Fobos y Mainar.

—¿Es bueno idea contárselo a un pirata? —inquirió este último, no muy seguro.

Me limité a encogerme de hombros y negar con la cabeza.
Eran los amigos de Pandora, ella sabría lo que hacía. Yo seguía sin asimilar del todo que fuera una pirata tan importante y no nos lo hubiera dicho antes.

La bruja y Silvia siguieron hablando un poco más. Decidieron la tripulación de esta última ns ayudaría a reparar nuestro barco si les ayudábamos a conseguir uno nuevo.

No era mala idea pero seguía sin fiarme del todo. Ellas mismas lo habían dicho: nunca te fíes de un pirata.

Iba a dirigirme a mi camarote para descansar cuando en uno de los botes con marineros de Silvia llegó a nuestro barco y lo subieron.

Me llamó la atención uno de los chicos que subió, no por nada sino porque llevaba en brazos una pecera de cristal bastante grande con un pez koi dentro.

"Yo ya no entiendo nada" pensé aunque debí de fruncir el ceño externamente y Silvia lo vio.

—Es mi segundo de abordo: Skandar Kassir. Y ese es su pez: Adolf. Es un miembro más de la tripulación.

Pero qué demonios le pasaba a esta gente en la cabeza.

Lo peor fue que cuando vio a Pandora fue a saludarla emocionado e intentando darle un abrazo casi le tira el pez encima.

El Reina Hipólita crujió otra vez haciendo que todos nos alarmásemos.

—Mira me da igual quiénes seáis pero tenemos que arreglar esto ya, no me apetece cenar con Poseidón ahí abajo —se quejó Fobos que antes se había empanado mirando al tal Skandar.

Antorchas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora