XXXII. Sahar

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«Melón»

Me incorporé de golpe en mi cama. Fue un movimiento tan brusco que estuve a punto de tirar el Espejo de las Almas al suelo.

¿Cómo no se me había ocurrido antes buscar más información? Me había lanzado tan decidida a la aventura que se me había olvidado la parte de pensar.

Guardé el espejo en su caja y esta la metí debajo de mi cama, lo más lejos posible.

No sabía cuánto tiempo había dormido pero parecía ser de día por la luz que entraba por mi pequeño ventanuco.

Me puse mi camisa amarillenta, los pantalones anchos marrones, el chaleco oscuro y las botas y salí a toda prisa de mi camarote.

Fui al baño porque yo también soy humana en cierto modo y me estaba meando muchísimo.
Al salir me encontré a Mainar, apoyado contra la pared, sujetando medio melón.

—¿Qué en el Hades estás haciendo? —pregunté confundida.

—Esperar para entrar —respondió con simplicidad, inclinando la cabeza.

—Con medio melón —recalqué señalando el gran trozo de fruta.

Él se encogió de hombros, me dio el melón y entró al baño.
Aquello fue lo más raro que me pasó en todo el día.

Subí a la cubierta para ver dónde estábamos y resulta que habíamos llegado ya a la isla del faro.
Achicando un poco los ojos distinguí las figuras de Rai y Pandora caminando por el borde de la playa hacia la gran estructura metálica al fondo de la isla.

—Van a hacer el reconocimiento —la voz de Skandar desde detrás me pegó tal susto que casi tiro el melón al suelo—. Luego iremos nosotros si es necesario. De momento Silvia y Fobos están descansando de la guardia de esta noche.

Asentí y fui directa a la biblioteca del Reina Hipólita. Que ellos marcharan por delante me daba tiempo para buscar información.

La biblioteca en realidad era un pequeño despacho con estanterías y libros pero era lo mejor a lo que podía aspirar.
Descarté los que hablaban de armas y guerra, los de historia, los de cocina mediterránea (había más de los que imaginaríais) y varios manuscritos de las Amazonas.

Eso me dejaba con unos diez libros que podían ser medianamente útiles.

"Atenea, por favor, ayúdame" pensé al darme cuenta de que iba a necesitar mucho tiempo para leerme todo aquello.

No necesitáis saber toda la información inútil que leí en una mañana pero os digo una cosa: los piratas y la gente del mar son muy raros. Tienen unas leyendas y unas movidas que ni yo (yo) era capaz de creérmelas casi.

Me comí el medio melón que me había dado Mainar de los nervios que estaba haciendo.

Al final para no gastar demasiado tiempo me limitaba a leer los párrafos que mencionaban algo de mi madre o tenían una "H" mayúscula.

Pues resulta que tengo un hermano (no es novedad, hay muchos semidioses hijos de Hécate) que frecuenta los mares. Se llama Escirón y tiene una isla conocida como Isla Tortuga.

¿Estáis pensando lo mismo que yo pensaba entonces?

Según el libro en cuestión, el tal Escirón es uno de los hijos más famosos de mi madre además de un reconocido pirata y bandido.
¡Tenía el perfil perfecto!

Y siendo una isla tan famosa seguro que aparecía en el mapa.

El libro decía que se movía y a veces quedaba sumergida en el mar pero con ayuda de una bruja de los mares no sería problema encontrarla.

Fui al camarote del capitán donde estaba nuestro querido mapamundi.
Por el camino me encontré con una Silvia somnolienta.

—¿A qué vienen estás prisas? —preguntó rascándose los ojos aún en camisón y descalza.

—Creo que sé dónde está mi madre —informé sin poder ocultar mi felicidad, desenrollando el mapa.

La Serpiente del Atlántico se inclinó sobre él a mi lado.
Le resumí la información que había encontrado sobre la isla de Escirón y ella pareció coincidir conmigo.

—Tendría mucho sentido que estuviera allí —comentó pasando la mano por la zona que representaba las aguas—. Y la isla tiene que andar cerca de aquí: Irlanda es una tierra de magia y leyendas que suele atraer estas cosas.

Efectivamente, el mapamundi señalaba un punto a la izquierda de Irlanda del Norte como Isla Tortuga y nosotros estábamos solo a tres días de viaje. Tres días para finalizar la misión si no me había equivocado.

—Pandora ya me dijo que eras buena —comentó Silvia mirándome de arriba a abajo con aprobación. Enarqué una ceja. No me gustaba que se me quedaran mirando pero en esos momentos me daba igual: íbamos a encontrar a mi madre e iba a poder descansar por fin.

Reunimos a Fobos, Skandar y Gabriel con nosotras para contarles la situación.

—Mi melón te ha ayudado —dijo el guardián del submundo cruzando los brazos orgulloso y haciendo que yo pusiera los ojos en blanco.

Los mandé a todos a cambiarse para ir a buscar a Pandora y Rai.
Desactivaríamos en núcleo de poder de este foco por si acaso pero en cuanto rescatásemos a Hécate ese problema estaría solucionado en general.

Anclamos el barco y fuimos todos en bote hasta la orilla.

La isla era bonita, simple, pero daba sensación de tranquilidad. A diferencia de todo lo que habíamos visto hasta el momento.

Estaba completamente bordeada por una playa de fina arena clara y el centro estaba compuesto por dunas cubiertas de matorrales y algo de césped.
Había gaviotas por la zona y peces en el agua pero nada que pudiera parecer especialmente peligroso.

El faro estaba en la otra punta de la isla pero decidimos rodearla andando por si el barco se quedaba encallado.

La gran estructura metálica se alzaba y brillaba aunque fuera de día: el foco de poder activado.

Andar calzados por la arena era complicado pero parecía mejor opción que ir descalzos y luego tener que estar sacando arena de entre los dedos durante meses.

—No veo a Pandora y a Rai pero tienen que estar por ahí delante, es imposible perderse aquí —dijo Fobos alargando el cuello. Aquello sonaba a reto...

Lo siento muchísimo por estar tan inactiva y no responder a los comentarios; estaba con la semana de exámenes y no tenía tiempo casi ni para respirar...

Gracias por vuestra paciencia y ¡espero que os esté gustando la historia!

Un beso, Sof.

Antorchas CruzadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora