"Un nuevo comienzo"

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Capítulo 1


¡Buongiorno a tutti! Benvenuti a un altro giorno qui in Radiozzz...Milanozz...io sono Vincenzozz Fabillizzz e zzz questo è zzz...

¡PAM!

Golpeé sin mucho miramiento aquella maldita radio vieja que no sabía por qué narices conservaba todavía. Las interferencias que salían disparadas por sus diminutos orificios estaban crispando aún más mis ya machacados nervios. El golpe no resultó ser la solución que necesitaba la radio; ni tampoco mover la antena de un lado al otro intentando que el sonido saliera completamente nítido. Sin más, apagué el aparato.

Miré por la ventana que tenía a mi derecha. Aunque aún era temprano, aquella mañana parecía que el sol no iba a hacer acto de presencia; no porque no quisiera, si no porque las nubes formaban una muralla inquebrantable que impedían que sus rayos iluminaran mi rostro.

Aquello era una jodida señal y yo siempre había creído en las señales. Si el sol, el astro que me llenaba de energía, no iba a salir aquel día, lo que seguramente me aguardaba para más tarde no sería nada bueno.

«Mierda».

Me senté en la mesa que había justo delante de la ventana. Me dispuse a desayunar cuando noté que me faltaba el aire. «Cálmate, respira, todo va a ir bien», me dije por quincuagésima vez.

Desde que mis ojos se habían abierto con el primer aullido del despertador, eran las únicas palabras que vagaban por mi mente. Si no me calmaba, era probable que sufriera un ataque de ansiedad y aquello arruinaría mis planes para aquel día.

Porque sí, era un día importante.

Era el día en el que todo podía cambiar, en el que mi vida podría volver a encauzar el rumbo si conseguía mi objetivo. Era mi gran oportunidad. «¿Pero y si la fastidio? ¿Y si no les gusto? ¿Y si realmente no sirvo para esto?».

Respiré, alejando aquellos pensamientos y buscando algo de calma mientras seguía moviendo la pierna arriba y abajo, masticaba los cereales que me había llevado a la boca y pasaba mi mano derecha por mi pelo rubio apartándolo hacia un lado.

Una de las cosas que más me gustaba hacer era comer cereales hasta decir basta. Era como comer pipas -que también era otro de mis vicios- o palomitas. Una vez empiezas, no puedes parar hasta que te las acabas. Con los cereales me pasaba lo mismo. Metí unos cuantos más en el yogurt blanco que estaba comiendo y me llevé una buena cucharada a la boca. Relamí la cuchara por todos y cada uno de sus lados, disfrutando del sabor del yogurt con los cereales y volví, curiosa, mi mirada a la finca de enfrente.

Me gustaba observar cada una de aquellas ventanas que mostraban diferentes escenas, diferentes vidas. Lo hacía cada mañana, justo antes de que sol saliera para darnos los buenos días. Miraba los diáfanos ventanales, algunos adornados con miles de flores y plantas, otros simples, otros llenos de ropa secándose, otros cerrados, y me imaginaba protagonizando esas vidas que se mostraban ante mis ojos. Podía verme a mi misma siendo aquel ancianito que se ponía una camisa tranquilamente, aquella chica que leía el periódico y recibía un beso de su novio, aquel hombre que hacía ejercicio en una elíptica o aquella señora que bebía café mientras miraba la pantalla del ordenador concentrada.

Me cautivaba observar la vida.

Aunque, para seros sincera, tenía un poco de complejo de James Stewart en "La Ventana indiscreta" de Alfred Hitchcock, una de mis películas favoritas.

Si bien me fascinaba contemplar la vida, ese hábito que había cogido apareció al poco tiempo de mi llegada a Italia hacía ya cinco años. Me quedaba mirando a esas personas en cualquier parte -en el metro, en la calle o en un bar- y, por unos segundos, mi mente dejaba mi cuerpo y se ponía en la piel de la señora que caminaba apresurada intentando coger el autobús, de uno de los tres jóvenes que iba encima de una moto pequeña arriesgando sus vidas o de aquella chica que cantaba en el metro junto a su guitarra. Incluso, soñaba con ser ese pájaro que volaba, libre, por los cielos de Milán.

A fuego lento - Blumettra (AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora