. Día 9 .

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VILLANO


Asomó la cabeza sobre la reja, su reducido tamaño siempre le había traído incomodidades, pero ahora parecía beneficiarle al hacerle prácticamente casi invisible.

Su padre y su hermana seguían donde les había visto por última vez, tirados sobre duro barro. Sus pijamas a rayas estaban tan ennegrecidas que podría llegarse a pensar que su ropaje inicio siendo negro.

Estaban esqueléticos y aparentaban cansancio, ¿y cómo no lo iban a estar?, después de tantas horas de arduo trabajo y con pequeñas porciones de comida, se esperaría que duraran menos de una semana, pero eran fuertes, habían aguantado poco más que la gente promedio.

Arrojó con disimulo la pieza de pan que había conseguido esconder entre sus pijamas. En cuanto la migaja golpeó suavemente el piso, los rostros familiares comenzaron a entreverse entre tanto cabello desordenado.

Primero su hermana mordió el pedazo, y el resto fue para el padre. Él siempre había cuidado a sus hijas por encima de él, podía llegar a ayunar días para que sus hijas tuvieran más porciones de comida, y con suerte, aguantaran el duro invierno.

Pero ahora que sólo podía proteger a una de sus hijas, su prioridad seguía siendo anteponerla.

Escuchó suelas de zapatos contra el piso y sintió que el corazón se le aceleró de manera sobrenatural, casi cayó violentamente de la caja en la que estaba apoyada, pero consiguió mantener el equilibrio y esconderse entre unas cajas de cartón cercanas.

Fue entonces cuando lo vio, por entre una de las aberturas podía mirarle con profundo detalle. Su estatura alta dominante, sus ojos negros llenos de rencor y repulsión, ¿pero qué le había hecho su familia a ése hombre?, siempre habían trabajado con honestidad y humildad.

Bastó un simple gesto con la mano para que los oficiales que le seguían se llevaran a su padre y a su pequeña hermana. Sabía que no les volvería a ver, como nunca volvía a ver a las personas que eran llevadas a la sala caliente; aunque muchos con los que trabajaba le llamaban "el horno".

Solía hacer bromas con sus amigos sobre aquel lugar, pero ahora que su familia, o al menos lo último que quedaba de ella, se dirigía al sitio de sus pesadillas y bromas, dejaba ciertamente de ser divertido.

Sintió lagrimas recorrer sus mejillas, sabía que sería la última vez que les vería. Unos ojos negros encontraron su mirada, no podía dejar de temblar, el hombre la había visto y ciertamente, no guardaba ninguna compasión en su pequeño y retorcido corazón.

La señaló con un dedo y pronto sintió unos brazos sacándola de su pequeño y no tan seguro escondite. Ni siquiera la miró a los ojos cuando la mandó hacia su muerte, después de todo, una pequeña judía de cinco años no tenía alma ni sentimientos.

DESAFÍOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora