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Narra desde la perspectiva de una bestia. Describe lo que sientes cuando cazas, conviértete en la bestia y actúa como ella. ¿Matas por diversión... por obligación?, ¿o simplemente pensabas que la persona que asesinaste estaba jugando contigo?


La luz de la luna ilumina mi espalda descubierta, siento un extraño pero satisfactorio escalofrío en la piel desnuda y me percato de un leve zumbido. ¿Soy yo?, he estado temblando y ni siquiera lo había notado.

Mi olfato atrapa un aroma en el aire, es un poco tenue pero aún así detecto de qué se trata. Ni siquiera me doy cuenta cuando comienzo a andar, mis patas se mueven mecánicamente, como si el instinto las guiara y no necesitaran de mi consentimiento.

Entonces la observo, su melena castaña revolotea por el viento y me llega una esencia a vainilla, un perfume que siempre le encantó usar, aunque de una manera un tanto obsesiva, era repulsivo ahora para mis fosas nasales aquel olor dulce.

Si antes lo asocié con un aroma de dulzura y protección, ahora sólo puedo pensar en falsedad y traición.

¿Y dicen que yo soy el monstruo?

Clavo las garras sobre el asfalto, tratando de controlar el impulso de saltarle encima y destrozarle la garganta. "Sí, sería un servicio comunitario, vamos, hazlo".

Sacudo la cabeza varias veces, aunque sé de sobra que los pensamientos no abandonarán mi cabeza. Es agotador tratar de bloquearlos, hasta cierto punto llego a concordar con ellos, "cortale la garganta, que sienta con creces lo que ha hecho contigo".

Vuelvo la mirada una vez más hacia la mujer, no puedo hacerlo, no puedo convertirme en la bestia que ella desea.

Me preparo para retirarme contra mis deseos, pero un recuerdo llega a mi memoria. Una doctora que se convirtió como en mi madre, después de todo, un experimento de laboratorio no tiene una progenitora específica. ¿Qué soy?, la pregunta correcta sería, ¿qué no soy?

Observo mis garras y paso después la mirada por el brazo escamoso. Luego unas piernas con más pinta de patas con membranas interdigitales desarrolladas. Una cola con bipartición al final, revestida con pelaje delgado y algunas plumas cortas.

Vuelvo a asomar el rostro, esperando ver a la mujer, sin embargo la calle se encuentra vacía.

-Senoid...

Me volteo con sorpresa. Me apunta con una pistola que conozco de memoria, tan sólo uno de sus dardos me pondría a dormir instantáneamente.

Antes creía que ese era mi nombre, "es único, como tú" me había dicho, sin embargo aprendí con el tiempo que no era ningún nombre, se trataba de un código, "ser no identificado". Mi vida era una fantasía que fue perdiendo la magia mientras crecía, no era un cuento de hadas, era una pesadilla.

-No quiero hacerte daño, pequeña.

Trata de acercarse un poco y retrocedo. Por un largo tiempo creí todas sus mentiras, todos sus engaños. No tengo género ni especie, es lo que ella ve en mí, soy un resultado exitoso de mil fracasos.

-Vamos, cariño. He estado buscándote toda la noche, no sabes cómo me he preocupado por ti. Entremos adentro, donde hay calor y puedo darte de comer.

Si tuviera lagrimales probablemente me pondría a llorar. Tantos años viendo en ella a una familia que nunca existió.

Se acerca más y comienzo a gruñir involuntariamente.

-Tranquila, no te haré daño.

"Tú ya no puedes hacerme ningún daño". Me levanto sintiendo los huesos acomodarse, su mirada asciende, observándome desde abajo. Parece vacilar un poco pero trata de disimularlo, ya no soy la criatura que una vez controló con mentiras, he llegado ahora a mi adultez.

-Senoid...

Rujo con voz gruesa y ronca y se tambalea hasta caer de espaldas al piso, luce aterrorizada y me apunta con manos temblantes.

Escucho que dispara hacia mi dirección y lo esquivo con éxito. Dejo caer todo mi peso sobre la doctora con las garras por delante. Escucho el crujir de uno de sus huesos y siento las orejas agitarse de éxtasis. Su grito agudo sólo alimenta mi rabia.

Entonces rasgo con mis largas garras, primero su vientre, subiendo hasta su garganta. Hundo los dedos hasta sentir la laringe y jalarla fuera de su garganta.

Luego nada, un silencio acogedor, y el aroma de su sangre cubriendo la repugnante esencia a vainilla. Siento un hormigueo dentro de mí, desde que comprendí lo que era siempre me prometí no darles la razón, yo no era una bestia y jamás lo sería.

Pero ahora, que es demasiado tarde para cambiar lo que he hecho, y sintiendo la sensación de seguir estos instintos, cambiaré drasticamente mi promesa.

No soy humano y nunca lo seré. Crecí educada para diferenciar el bien del mal, ¿pero eso de qué servirá?, si por las calles el mundo me verá y sólo observará a un monstruo. No soy un humano y no puedo fingir ser uno, no puedo vivir entre su gente y regirme por sus normas al igual que un león no puede armonizar con una gacela o un antílope. Ellos me han creado para ser una bestia, ¿pues saben qué?, aquí la tienen, y no me avergüenza serlo, porque a fin de cuentas, tengo más humanidad que la mayoría de ellos.






DESAFÍOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora