9

100 19 4
                                    

Salimos de la casa en silencio. Un silencio incómodo, pero eso era mejor que cualquier charla que pudiera tener con el Chelo. Llegamos a la esquina de su cuadra y me detuve en seco, me volteé a mirarlo.

—Déjame hasta aquí no más, Marcelo. —dije. Él entrecerró los ojos.

—No, ¿Cómo se te ocurre que voy a dejarte aquí? Vamos, sigamos. No me cuesta nada-

—Hablo en serio, Chelo. —lo miré seria.

En un par de segundos pareció entender todo a la perfección, puesto que algo en su mirada cambió y logró emitir una sonrisa.

—Ya entiendo...

Fruncí el ceño.

—¿De qué hablas?—pregunté, con la falsa esperanza de que el desviara el tema o no notara que me hacía la tonta al respecto.

—No quieres hablar de lo que pasó en mi casa, en mi pieza... del beso—concluyó—. Pero sabes que conmigo es imposible evitar la conversación.

—No es algo de lo que quiera hablar, no ahora. —expliqué. Él asintió, disconforme con mi respuesta. Eso era lo que más me gustaba de él, nunca me presionaba a nada.

—¿Seguimos entonces? —preguntó. Asentí resignada. Retomamos nuestro camino en un silencio de mierda, pero cualquier cosa era mejor que hablar del beso. Cuando estábamos prontos a llegar a mi casa noté que su mirada estaba sobre mí—. ¿No has pensado en cómo serían las cosas si el Pitufo siguiera aquí? —preguntó.

No me esperaba eso, pero definitivamente sí había pensado al respecto. En mis peores días me encontraba pensando en lo diferente que sería todo si él siguiera entre nosotros. Quizá hasta el Chelo y yo seguiríamos juntos y no estaríamos tan cerca pero a la vez tan lejos, separados por un enorme acantilado.

Pero no podía permitirme decirle eso. Sería abrir aún más la herida, así que negué.

—Creo que no es bueno aferrarse al pasado, Chelo. Y pensar en "qué hubiera pasado si" es algo dañino, porque ambos sabemos que no nos traería nada positivo el reflexionar al respecto.

Lo miré a los ojos.

—Quizá... quizá tú y yo seguiríamos juntos. —soltó de una. Cerré los ojos, como si eso me fuera a evitar el dolor que se expandía en mi.

—Chelo, no. No lo hagas. —supliqué. No creía tener fuerzas para hablar sobre eso, sobretodo porque yo también lo había pensado mil veces, y había luchado duro por olvidarlo.

—Rocío —me llamó—, tarde o temprano tenemos que hablar de esto, de nosotros —nos señaló—, de todo. Sabes que nuestra historia está inconclusa.

—Nuestra historia, como dices, está terminada.

—Pero al final del día sigue inconclusa. Ambos necesitamos respuestas.

Suspiré. Bajé la vista al piso, tenía unas ganas inmensas de llorar.

—¿Por qué? —inquirió de repente. Alcé la vista confusa, no entendía qué me cuestionaba ahora—, ¿Por qué evades el tema, Ro? No lo... no lo entiendo.

Había que ser bien hueón como para no entenderlo. Negué con la cabeza, restándole importancia.

—Aún sientes cosas por mí...—murmuró, entendiendo.

Fruncí el ceño y sacudí la cabeza rápidamente.

—Estás demasiado equivocado —mentí—. No quiero hablar del tema solamente porque no me gusta hablarlo, eso es todo.

El Chelo me miró sin creerme mucho.

—Si no me crees no me importa—espeté—. Yo sé lo que siento y lo que no.

Él alzó sus manos, en señal de rendición.

—Ya, está bien—suspiró—. No quiero pelear contigo, Ro.

Asentí.

—Yo tampoco—confesé—. Me agota esto... Además, si vamos a montarle una farsa a tu mamá al menos tenemos que llevarnos bien, Marcelo.

—No podría estar más de acuerdo contigo. —sonrió.

Miré de reojo a mi casa. Estaba solo a unos metros de mi refugio, todo lo que tenía que hacer era caminar unos pasos más, pero en cambio, me encontraba estancada ahí, en una rara conversación con Marcelo.

—Bueno—dije—... Yo creo que mejor me voy a mi casa—la señalé—, mis papás seguro están preocupados... si es que tu mamá no dijo nada al respecto.

Él esbozó una sonrisa.

—¡De verdad la crees capaz de no decirle a tus papás? —preguntó con humor.

—Tienes razón... mejor me voy y les explico la farsa que tenemos armada antes de que ellos empiecen a armar nuestro matrimonio. —comenté, con gracia. Segundos después me di cuenta de la estupidez monumental que dije. El Chelo abrió la boca para decir algo, pero su celular comenzó a sonar.

—Dame un segundo—dijo, contestó—. ¿Aló?... ¡Mamá? Sí, estoy con ella aún—dijo, mirándome fijamente. Fruncí el ceño y puse más atención—. Mamá, cálmate y dime qué es lo que pasa—me miró raro. Apenas pasaron unos segundos cuando noté la preocupación brillar en sus ojos—. ¿Estás segura? —me miró, afligido—. Sí, sí. Estamos llegando a su casa...

Una alarma se prendió en mi mente, era obvio que algo había pasado. Sin pensarlo mucho me di media vuelta y eché acorrer a mi casa, dejando al Marcelo atrás. Tenía un muy mal presentimiento.

—¡Ro!, ¡Ro! —lo escuché gritarme, pero lo ignoré totalmente. Abrí la reja rápido y corrí a la puerta. Entré y la casa estaba completamente sola. Estaba todo intacto.

—¿Mamá?, ¿Papá? —los llamé.

Me volteé justo en el momento en el que el Marcelo entraba por la puerta y me miraba, preocupado.

—Ro... ro—dijo, recuperando el aliento.

—¿Qué está pasando, Marcelo? —pregunté, al borde del ataque de nervios. Bien sabía yo que mis papás no eran de salir—. ¿Qué fue eso? —alcé la voz mientras señalaba hacia afuera de mi casa.

—Ro tu papá—murmuró... Tu papá tuvo un ataque al corazón. Tu mamá está con él en el hospital ahora.

No. No podía ser verdad. Sentí mis piernas temblar. No, no, ¡No! Me rehusaba a creerlo. Miré al Chelo en busca de la confirmación. Él me miró apenado. Marcelo sabía lo mucho que significaba mi papá para mí, a pesar de todos los problemas. Me costaba procesarlo, no podía ser verdad, deseaba que no lo fuera. Pero de un segundo a otro mi mundo entero se había venido abajo, y no sabía qué haría si perdía a mi papá.

_____________
Se viene el dramaaaaaaa.

Ojalá hayan tenido un bonito inicio de semana <3

STAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora