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Siete meses después.

Me miré en el espejo, arreglando mi vestido. Era increíble cómo había perdido tanto peso desde Noviembre del año pasado. Suspiré. Ya eran siete meses desde el incidente con Marcelo Díaz. Mentiría si dijera que lo había dejado todo atrás... mucho más si dijera que no me costó olvidarlo.

Estuve casi dos meses sintiéndome la peor escoria humana de la tierra. No podía dejar de pensar en las palabras de Marcelo, en lo duro que había sido. Aún no lograba comprender por qué actuó de esa forma. Como si yo fuese la culpable de todo. No fue así. Él había sido el que había insistido en la tener la farsa de relación. Él lo había pedido. Él había sido el primero. Si bien yo me planteé el jugármela por él, nunca llegué a concretarlo, y hoy le daba gracias al cielo por eso. Luis se había encargado de alejar el recuerdo de Marcelo de mi mente, y lo había estado logrando últimamente. Empezamos una relación hace tres meses. Hoy cumplíamos los tres meses. Solté una risa irónica al ver la fecha en el celular. 6 de Junio. 6. Todo parecía conspirar para recordármelo, o yo era la que no podía superarlo del todo.

Sabía muy bien que estar con Luis era un arma de doble filo, mas sabiendo que yo no le correspondía de la misma forma –ni mucho menos en la misma cantidad de amor, pero hacía mis mayores esfuerzos para enamorarme, para sentir algo por él, y si él se había dado cuenta, no lo mostraba.

La puerta de mi pieza sonó.

—Entra...—murmuré con una falsa sonrisa en mis labios. Sabía que era el Luis. La puerta se abrió dejándome ver la figura de Luis en un smokin. Se veía realmente guapo.

—Te ves preciosa —murmuró, caminando hacia mí. Posó sus manos en mi cintura y me besó—. ¿Estás lista?

Negué con la cabeza.

—Este vestido me queda muy grande, estoy tratando de arreglarlo...

Él rió.

—Eso te pasa por no comer, ¿viste? —se puso serio—. ¿Comiste algo hoy?

Sonreí inocente y él bufó.

—Ya po, Chío. ¿En qué quedamos? —me retó.

—No puedo comer si no estás tú conmigo po. —hice un puchero. Era una mentira, pero la mayor parte del tiempo lograba que se lo creyera.

—Ya, está bien. Vamos entonces. —dijo algo enojado.

Genial, ahora lo había hecho enojar. Tomé su brazo y él se giró a verme.

—Perdón. —susurré. Él negó con la cabeza.

—Tienes que comer, lo sabes.

Asentí cabizbaja.

Su mano viajó rápidamente a mi mentón y me hizo mirarlo.

—Sabes que me preocupo, amor. —besó mis labios.

Luis me llevó a un restaurant muy elegante y muy bonito. Durante la cena habló él más que nada, yo solo reía y asentía. A veces me gustaba escucharlo contarme sus anécdotas de sus trabajos, o sus travesuras de cuando era cabro chico. Eran momentos como esos cuando lograba olvidar el nombre de Marcelo de mi mente, y le agradecía muchísimo la distracción. Luego de eso, me llevó a mi casa. Mañana ambos teníamos que trabajar.

Yo había conseguido trabajo en un local en Santiago, era por el momento sin embargo. Tenía que juntar plata para poder costearme los estudios. Había congelado hace casi ya dos años, pero necesitaba estudiar.

Al llegar a la entrada, me arrinconó entre la reja y él y me besó. Pero había algo distinto en ese beso. Su mano viajó a través de mi espalda, mientras la otra se deslizaba por mi pierna. Rompí el beso y lo alejé de mí un poco. Él sonrió.

—Estamos en plena calle, Luchín. —hice una mueca, esperando que captara la indirecta y se fuera.

—Tienes razón —tomó mi mano y me guió hasta mi casa. Entró sin reparo alguno. ¿Qué chucha?—. Vamos a tu pieza mejor. —dijo mientras me besaba el cuello.

—Luchín, Luchín —susurré—. Mis papás están en la casa —dije, con la esperanza de que eso significara algo para él—. Dejémoslo para otro día...

Él bufó y se alejó de mí. Me besó rápido en los labios y se fue, sin decir nada.

Y como yo lo conocía tanto, sabía de antemano que estaba enojado.

Entré a mi pieza y solté un suspiro de alivio. Él había estado intentando los mismos movimientos durante ya dos meses, y me estresaba que no lo entendiera. Yo no quería tirar con él.

Me saqué el vestido y me puse la polera que usaba como pijama. Caminé hasta la cama y fruncí el ceño al ver un sobre blanco con mi nombre en él. Lo tomé con cuidado, como si tuviera una bomba adentro. Giré el sobre para ver quién la mandaba pero no tenía remitente. Alcé una ceja y lo abrí. Dentro del sobre había solo un papel. Lo tomé y encendí la luz, para verlo bien.

Solté un grito ahogado.

Era un pasaje de avión. Era un pasaje a Rusia con fecha para una semana más. Me quedé estática mirándolo sin poder creérmelo. ¿Qué mierda significaba eso?... peor aún, ¿Quién había mandado el pasaje?

Mi mente viajó rápidamente a Luis. Quizá ese era el regalo del que tanto me había hablado en la cena, quizá quería que fuéramos a Rusia...Pero no, él no podía costearse los pasajes, ¿O sí? De todas formas, ¿Dónde estaba su pasaje? Quizá él lo tenía en sus manos, y quería ver mi reacción al ver el mío.

Me puse en todos los escenarios posibles y me sentí miserable al darme cuenta de que le había arruinado la sorpresa al Luchín. ¿Por qué tenía que ser tan imbécil?

Pensé en llamarlo, pero dada la hora, era probable que estuviese durmiendo o dándose su famosa ducha nocturna.

Me acosté en la cama, dejando el sobre con el boleto en mi velador. Mañana hablaría con él al respecto.

Los párpados me pesaban un montón. Estaba por quedarme dormida cuando una idea cruzó mi mente, una posibilidad que había estado evitando inconscientemente. ¿Y si el pasaje me lo había mandado Marcelo?

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Hola, tengo un anuncio importante dnsndjdjd

veo pocos comentarios y pocos votos, so no sé si seguir esto o borrarlo🤔

quieren que siga?, quieren que pare? ah fnsndjsjd

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