18

103 16 4
                                    

Marcelo tomó mi brazo y tiró de mi entre pasillos hasta llegar a la que asumo era su pieza. Abrió la puerta y me dejó entrar primero, lo fulminé seria antes de entrar y sentarme. Él se fijó que no hubiera nadie afuera y cerró la puerta tras de él.

Se sentó en la cama enfrente de mí y me miró, expectante. Alcé una ceja.

—Entonces, ¿Tu mamá está enferma? —pregunté. Pero no era necesario que me respondiera para saber que había sido toda una mentira estúpida, y que el muy imbécil había metido a mi mamá en esto.

Él soltó una risa nerviosa, como si la hueá fuera demasiado chistosa como para reírse.

—No me produce gracia, Marcelo. Metiste hasta a mi mamá en este estúpido plan tuyo. No sé qué tramas pero no te va a resultar. ¿Es tan difícil entender que no quiero verte? —sus ojos brillaron con tristeza.

—No pensé que te iba a molestar tanto, Ro... Yo solo quería verte y hablar contigo. —confesó.

—Habla entonces po, no tengo todo el día. —dije toda pesada. Me molestaba ser así con él, pero tenía que serlo dado lo que había hecho. Él suspiró.

—¿Vas a ir a Rusia? —preguntó de repente.

—No.

—¿Por qué no?

—Porque no quiero. —respondí cortante.

—¿Puedes dejar de responderme así?, por favor Rocío.

—No. —sé que no era el momento, pero no pude contener las ganas de reírme por lo pesada que estaba siendo. Él me miró entre herido y enojado.

—Hace tiempo no te escuchaba reír —comentó. Y bastó solo eso para doblegar todo mi orgullo y mis ganas de ser una perra con él. Miré hacia el suelo, evitando su mirada—, te sienta bien —continuó—. ¿Sabes qué más te sienta bien? Salir de este país, ir a Rusia, disfrutar —alcé la vista solo para que pudiera verme rodando los ojos, ¿por qué tenía que relacionarlo todo con él?—. Y no lo digo por mí, Ro. Yo sé que me odias, y lo entiendo hasta cierto punto, pero quiero enmendarlo. Quiero que nos llevemos bien. —estiró su mano y tomó la mía—. Quiero que lo intentemos, Ro.

—¿Qué intentemos qué?, ¿Llevarnos bien? Porque te informo que la última vez que intentamos algo tú saliste corriendo como un cobarde. —espeté, intentando que el nombre de su mujer no saliera de mi boca.

—Tenía miedo, Ro. Sentía que lo que estaba haciendo estaba mal... Además también estaba el Luis... y la Karen.

—No lo metas en esto.

—Entonces tu tampoco lo defiendas. —murmuró.

—Es mi pareja, obvio que lo voy a defender, imbécil.

—Yo también fui tu pareja...—comentó. Entrecerré los ojos y lo miré enojada.

—¿Qué quieres lograr con esto?

—Que vayas a Rusia conmigo. Que me dejes mostrarte el mundo, y que no quiero hacerte daño. —sonaba bastante honesto a decir verdad, pero por más que así fuera, no podía permitirme creerle. Me había dolido mucho la última vez que hablamos por teléfono, cuando huyó. Me había culpado a mí por su partida. Aparte, ¿Qué mierda podía querer conmigo si estaba con esa tal Karen? Me aferré a esos pensamientos lo que más pude antes de hablar.

—No puedo ir, Marcelo, lo siento —me levanté—. Y si ya terminamos aquí, me voy. Me acabo de acordar que quedé en pasar a buscar al Luchín a su trabajo para ir a almorzar —mentí. Caminé hasta la puerta, sintiendo una pena tremenda, pero sin entender el por qué.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jul 24, 2021 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

STAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora