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Mi mamá seguía parada ahí, esperando una explicación. Miré al Marcelo, en busca de ayuda.

—¿Alguno planea responderme en algún minuto? —preguntó.

—Mamá yo...—miré al Marcelo.

—Tía...yo, me tengo que ir. —se disculpó. Besó mi mejilla y salió hecho un peo por la puerta.

¿Mentira?

No podía creerlo.

¡Cobarde de mierda!

Mi mamá soltó un suspiro y se sentó en el sillón, yo la imité. Me miraba preocupada... como si hubiera algo de lo que yo no estaba enterada.

—¿Mamá?

—¿Qué hacían besándose? ¿Ustedes...? —preguntó, nerviosa—. ¿Ustedes volvieron?

¿Y qué se suponía que tenía que decirle? Ni siquiera sabía si la farsa seguía en pie o no... por mi parte, no seguía en pie, pero sabía que sería mil veces peor si le decía que no estábamos juntos, porque se empezaría a pasar mil rollos y quizá qué pensaría. De cualquier forma estaba jodida, porque el beso solo era la antesala de una relación, una falsa relación en este caso.

—Mamá, no quiero hablar de eso la verdad —fue lo único que se me ocurrió decir—. ¿Cómo está mi papá?, ¿Cuándo le dan el alta? —pregunté, intentando desesperadamente de desviar el tema. Ella me miró y negó con la cabeza.

—Tu papá está bien, mañana sale si Dios quiere, Chío.

Sonreí.

—¡Esas son buenas noticas po mami! ¿Por qué no estás sonriendo?

—Rocío —me miró, con la tristeza brillando en sus ojos—. No quiero que hagas tonteras, no quiero verte sufriendo por el mismo cabro de nuevo. Tú sabes lo mucho que sufriste por el Marcelo, cuando se fue...Pero sería muy hipócrita de mi parte si te digo que no estés con él para que estés con el Luisito.

—¿Qué? Mamá, yo con el Lucho somos amigos.

—Sí, pero le gustas, y no hagas la que no te has dado cuenta, Rocío. Él te quiere mucho... pero no confío mucho en él.

—Ya, ¿Y en el Marcelo sí?

—No he dicho eso —alzó sus manos. Rodé los ojos, exasperada—. Solo te digo que si él volvió ha de ser por algo. Si está pagando todo esto de tu papá, es por algo. No de buen corazón y buen amigo.

Dicho esto, se levantó y se encaminó hasta su pieza, donde se encerró y no salió más.

Me costaba entender a mi mamá a veces. Siempre le tiraba flores al Luis, y ahora que estaba el Marcelo en Chile, y había estado conmigo estos dos días ella desconfiaba de Luis.

Me fui a acostar, esperando mañana amanecer con la cabeza más despejada. Sin embargo, no pude dormir mucho, el recuerdo del beso no dejaba mi mente. ¿Qué tenía ese beso de diferente de los otros que nos habíamos dado? No estaba segura de querer saber la respuesta.

Marcelo

Después de salir de la casa de la Rocío me sentí un estúpido, por decirlo menos. La había dejado ahí, ante la inquisitiva, y muy sorprendida, mirada de su mamá. Era demasiado obvio que ella iba a bombardearla con preguntas respecto al beso... pero a pesar de todo no me arrepentía de haberlo hecho, de haberla besado.

No voy a mentir, estaba realmente confundido. Era increíble como hace cinco días  había llegado a Chile y con solo verla ella había vuelto a sacudir mi mundo. Odiaba admitirlo, pero la idea de la farsa no fue solo para ver a mi mamá feliz. Me había costado poco darme cuenta de mis segundas intenciones, incluso aunque no lo haya planeado.

Ella siempre tuvo algo tan mágico, algo que me forzaba a seguirla hasta el fin del mundo. Quizá eran sus ojos marrones, o su cabello liso que caía por su espalda. Su sonrisa, o la forma en que decía mi nombre. Nunca llegué a saber bien qué era, pero era algo que me enamoraba. Y maldita sea, el verla de nuevo era volver a revivir todos los sentimientos. Dios sabía que no la había olvidado, hasta la Karen lo sabía. La Karen...

No podía estar haciéndole esto a ella.

Mi teléfono comenzó a sonar a mitad de camino. Lo saqué de mi bolsillo y... hablando de la Karen...

—¿Aló?

—Mi amor, ¿cómo estás?, ¿cómo va todo por allá? No te imaginas lo mucho que te estoy extrañando...—habló rápido.

El peso de todo lo que había hecho cayó sobre mí y me sentí un completo hueón.

—Karen... mi amor...—suspiré—. Bien, todo va... bien. También te extraño, mucho al verdad.

—¿Cómo está tu mami?

—Bien, está feliz de tenerme aquí...y yo estoy feliz de poder verla así, tan..

—Tan alegre —terminó por mí. Asentí—. Te extraño mucho, Chelito.

Cerré los ojos.

—No sabes cuánto te necesito aquí en estos momentos, amor.

—Sabes que no hubiera podido ir aunque quisiera —susurró—. Pero pronto nos veremos. Te quedan dos semanas allá, mi amor.

Me sentía un enfermo. Ni siquiera podía fingir estar bien.

—¿Chelo? —sonó tímida—. ¿Pasa algo?

—No yo, solo estoy un poco cansado. El papá de una vieja amiga cayó al hospital y he estado yendo de allá para acá, su esposa es amiga de mi mamá, y ella estaba muy preocupada... disculpa, Karen.

—¿Disculpa por qué? Es normal que te preocupes, bebé.

—Te llamo mañana, ¿sí? —ni siquiera esperé respuesta y corté.

Estaba mal, lo que estaba haciendo estaba mal. Y solo me quedaba arrepentirme y hacer un esfuerzo por olvidarlo. La Rocío y yo no teníamos lugar en el presente. No había un nosotros. Yo estaba con la Karen, no podía hacerle esto.

Me sentía miserable.

Y tenía que enmendarlo.

Llegué a mi casa y pasé de largo a mi pieza, ignorando todo a mi alrededor, incluida a mi mamá. Me senté en la cama y prendí el computador. Estaba decidido a enmendar mi error.

La Rocío tenía razón. Nuestra historia había terminado hacía un largo tiempo. Pero ¿Por qué sentía que eso era una triste mentira?, ¿Por qué no podía creer en eso?

Sacudí la cabeza y me enfoqué en la página que me mostraba el navegador. Solté un pesado suspiro.

Iba a huir.

Como huí de su casa luego del beso.

Iba a huir como un cobarde.

Presioné el botón de aceptar y listo. No había marcha atrás. En cinco horas más me iba. Me iba de Chile y dejaba todo atrás. Esperando, de todo corazón, dejar mi historia con la Ro, esperando poder olvidar que todo esto sucedió. En cinco horas más, me olvidaba de todo para volver con el amor de mi vida, a Vigo. Con la Karen.

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Un poquito corto, pero ahhh ya estamos llegando a la mitad del fic



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