Al día siguiente me levanté a eso de las diez. Cuando bajé al comedor, mi mamá ya estaba sentada, desayunando. Fui directo a la cocina para tomar una taza y volví al comedor. Me senté y me serví un té.
Anoche me había costado bastante conciliar el sueño. No podía dejar de pensar en las palabras del Luis, y que quizá tenía razón.
Ese día, por razones obvias, me negué a acompañar a mi mamá a ver a mi papá. No quería encontrarme con Marcelo, no quería verlo, ni mucho menos hablarle. Y no solo a él, también intenté evitar al máximo las incesantes llamadas del Lucho. Y así fue como estuve tres días, evitando salir de mi casa, con el celular apagado o lejos de mi alcance.
Me dolía profundamente el no ir a visitarlo, pero yo sabía que sería el primer lugar al que acudiría a buscarme el Luis, sin mencionar que el Marcelo se estaba haciendo cargo de los gastos médicos de mi papá, por lo cual era obvio que iba a estar ahí también. Me había enojado demasiado con mi mamá cuando me enteré de las andanzas de Marcelo.
No podía concebir que hiciera eso. Quería ir y decirle que nosotros podíamos pagar los gastos, pero hasta yo sabía que era una mentira. Hace tiempo que había dejado de trabajar, y lo único que nos mantenía era la pensión de mis papás, que era bastante escasa.
Y aquí estaba ahora, sentada en el sillón, cambiando canales sin detenerme a ver realmente lo que estaban dando. Mi mamá llegaría en cualquier momento, y con ella traería las mismas preguntas de hace tres días; ¿Está todo bien?, ¿Por qué no quieres ver a tu papá?, ¿Qué pasó con Marcelo?, ¿Qué pasó con Luisito?
Intentaba evadir esas preguntas con la misma excusa; que no tenía ganas de hablar de eso, o preguntándole sobre mi papá y su estado de salud.
El timbre sonó y fruncí el ceño, suponiendo que era mi mamá y se le habían quedado las llaves... Estos últimos días había estado demasiado distraída, o más bien, había puesto toda su preocupación en mi papá y su estado. Me levanté mientras negaba con la cabeza y avancé hasta la puerta.
—Mamá, tienes que —me callé al instante después de abrir la puerta. Marcelo estaba parado fuera de mi casa—. ¿Qué haces aquí?
—Vengo a hablar —me dijo. Lo miré con recelo. Lo que menos quería era hablar con él—. ¿Me vas a dejar pasar o tendremos una linda charla aquí afuera? —señaló el patio delantero.
Solté un suspiro y me hice a un lado, dejándole la pasada a este hombre. Entró y se sentó en el sillón donde yacía mi cuerpo hace unos minutos atrás. Me senté apartada de él, mirándolo atenta.
—¿Por qué no has ido a ver a tu papá? —me preguntó apenas puse el poto en el sillón.
—No es de tu incumbencia...
—Lo es cuando estoy yo pagando su estadía, y si mal no recuerdo, estamos "juntos" —dijo, haciendo las comillas con sus dedos—. Mi mamá ha estado preguntando por ti... Igual que otro que conozco —susurró por lo bajo. Sabía perfectamente a quién se refería. Miró hacia la puerta—. No dudo que en cualquier momento entre aquí.
Abrí la boca para contestarle algo, pero no sabía qué decirle. Me hacía falta tiempo para pensar bien las cosas.
—¿Vas a hablarme?
—Marcelo, no creo que pueda seguir con esto —murmuré—. Tarde o temprano tu mamá se va a enterar de esta farsa, y eso le dolerá el doble.
Él asintió.
—Sí, supuse que algo así dirías.
—Mira Marcelo, los dos nos hicimos daño en el pasado —él frunció el ceño—, y estoy segura que a ambos nos costó demasiado poder salir adelante, seguir con nuestras vidas. Lo que tuvimos nosotros es algo difícil de encontrar estos días, pero de alguna forma... nos las arreglamos para seguir adelante. Y el meternos a esto —señalé entre nosotros—, no creo que nos haga bien a nosotros tampoco.
—¿Te has parado a pensar alguna vez que tú amigo te pudo haber estado lavando el cerebro todo este tiempo? —preguntó de una.
¿Qué?
—Me estas hueviando supongo, ¿Verdad?
—Piénsalo un poco. Ahora ves nuestra historia como algo súper trágico y triste, cuando no era así. Yo no la veo así, nunca la vi así. Éramos felices, teníamos nuestros altibajos pero siempre resolvíamos nuestros problemas, Ro. Siempre estuvimos ahí para el otro, sin importar la situación, el lugar ni la hora.
—Marcelo no quiero hablar de-
—No, piénsalo en serio. Después de que me pateaste yo no soportaba verte mal, verte triste. Y no ayudaba en nada el hecho de que el que era uno de mis mejores amigos me hablara sobre ti 24/7.
¿Qué mierda?
—Porque así era el Lucho. Él me hablaba de ti, me decía que te había hecho sufrir mucho, pero que era lo justo. Siempre me habló mierdas de ti, intentando lavarme el cerebro, pero no le resultó conmigo —frunció el ceño, parecía que estaba atando cabos sueltos—... y por eso se fue contigo... Ro, el Lucho quería separarnos para siempre.
¡Era un chiste! Tenía que serlo, no podría ser verdad, el Lucho no era así... ¿O sí? Sacudí la cabeza. ¿Cómo me atrevía a dudar de mi amigo, el que me cuidó y me dio apoyo muchas veces? Me levanté furiosa del sillón. Era increíble lo idiota que podía llegar a ser Marcelo con tal de seguir con su farsa... ¡Que más encima era solo para complacer a su mamá!
—Quiero que te levantes en este minuto y te vayas de mi casa. —señalé la puerta, seria.
—¿Q-Qué? —preguntó.
—Que te levantes y te vayas. No quiero seguir oyendo la mierda que tengas para decir sobre el Luis. No tienes ningún derecho para hablar mal de él —lo defendí—. No lo conoces, Marcelo.
—¿Cómo no lo voy a conocer?, crecí con él, Rocío. —contestó. Se levantó del sillón y me miró serio.
—Pero te fuiste, ¿recuerdas? Nos dejaste a todos. Y nosotros crecimos, cambiamos... sin ti. No lo conoces, no me conoces... No conoces a nadie aquí realmente —espeté—. Y te atreves a venir a hablar mal de él... cuando él fue el único que estuvo para mí, cuando él fue mi soporte. No puedes hacerlo hueón.
—Creo que once años fueron demasiados...
—Exacto, fueron muchos años los que pasaron. Precisamente por eso no puedes hablar de él.
—¡Me habló mierdas de ti en su tiempo! —exclamó—. ¿Le vas a creer a él?
Asentí.
Luis podía ser muchas cosas, menos un mentiroso... o un manipulador, como lo planteaba Marcelo.
—Sí.
—Ustedes pudieron haber cambiado, pero yo sigo igual. Soy el mismo de siempre. —su voz sonaba más calmada.
—No me interesa, Marcelo... de verdad que no. Ahora porfa, ándate. Y olvídate de esta farsa, porque ya no voy a seguir fingiendo.
—Perfecto entonces. No sigamos fingiendo más. —murmuró rápidamente. En un abrir y cerrar de ojos Marcelo estaba sobre mí, besándome con ganas, con necesidad. Sus manos estaban apoyadas en mi cintura. Intenté luchar para liberarme, pero me era imposible... y por la mierda, yo también quería besarlo. ¡Maldita sea! Pasé mis manos alrededor de su cuello y él me apegó más a su cuerpo, si es que era posible. Su lengua jugueteó con la mía durante un rato. Me olvidé completamente de todo, olvidé donde estaba, y todos lo que sentía... Me entregué al beso con una necesidad que no sabía que existía. Sabía que después de esto, la ola de sentimientos contradictorios me azotaría con fuerza, pero era un precio que, en estos momentos, estaba dispuesta a pagar.
—¡Rocío! —gritó alguien. Marcelo y yo nos separamos de golpe. Giré la vista a la puerta y me encontré con la figura de mi mamá, mirándonos impactada. Ahora sí... estaba en problemas.
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He vuelto después de tanto tiempo dskjnfsdkjf prometo no desaparecerme así nunca más.Capítulo dedicado a las más lindass, el Lado Oscuro<3 ((si alguna quiere unirse, diga yo,ah))

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STAY
Fiksi Penggemar"necesito que te quedes" Portada hecha por la bella @marycarrizo -psttrr©. Jul 3, 2017.