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Abrí los ojos y me estiré en la cama. Miré hacia la ventana y me paralicé al ver la pieza. Esta no era mi pieza. Sentí un bostezo a mi lado y me giré con pánico solo para encontrarme con el rostro del Chelo, aunque eso tampoco logró calmarme. Se estiró y me miró con gracia.

—Buenos días, bella durmiente. —sonrió.

Su sonrisa desapareció al ver mi rostro. Estaba horrorizada, y no podía recordar mucho qué pasó anoche.

Me levanté rápido de la cama, reparando en la polera gris que llevaba puesta y que me llegaba hasta el muslo. Esta sin dudas no era mi polera. Miré al Chelo.

—¿Nosotros...? —intenté preguntar. Él pareció entender mi pregunta y negó con la cabeza.

—Tranquila, Ro. No pasó nada anoche —dijo calmado—. Simplemente te traje acá porque estabas algo ebria, nada más. Entre nosotros no pasó nada. Aunque... dormimos juntos a petición tuya —sonrió—. No había dormido tan bien desde hace tanto tiempo.

Hueón, como no sacara esa sonrisa de su rostro yo misma me encargaría de hacerla desaparecer a golpes. Esto no era algo bueno. No, no era bueno en absoluto.

—Marcelo, ¿No te das cuenta de lo que pasó? —inquirí.

—Dormimos juntos nada más, como en los viejos tiempos Ro. —se encogió de hombros.

Mierda, mierda y más mierda. Estaba segura de que esto no iba a llevarnos a buen puerto. Miré a mi alrededor, buscando mi ropa. La encontré en una esquina de la pieza, sobre una silla. La tomé y me apresuré a salir al baño, para cambiarme e irme antes de que la tía se diera cuenta, pero la puerta fue abierta antes de que yo llegar a ella, mostrando a una sonriente tía María. Su sonrisa se ensanchó aún más al verme.

—Buenos días, dormilones —se acercó a mí y pellizcó mi mejilla—, el desayuno va a estar listo dentro de poco, así que vayan a vestirse para que comamos algo abajo y me aprovechan de contar qué tal su noche. —sonrió lascivamente.

Me giré a ver al Chelo, que se veía igual de sorprendido que yo.

—Tía Mari, nosotros no-

—No queremos hablar de esos temas por el momento, mamá —me interrumpió. ¿Estaba loco o qué? Me miró suplicante—. Bajamos altiro nosotros. —sonrió.

—No se demoren. —dijo y se retiró.

Esperé unos segundos y abrí la puerta para cerciorarme que la tía ya estaba abajo. Estaba despejado, ahora podría gritarle un par de cosas al Marcelo. Cerré la puerta y me giré a mirarlo, llevándome la sorpresa de que estaba a unos metros de mi, en bóxers y sin camisa. Miré su abdomen y casi se me cae la boca al suelo. Se veía mucho más trabajado que antes, y era lógico, pero... wow. Escuché una risita y sacudí la cabeza, saliendo del trance.

—¡Marcelo eres un imbécil! —exclamé—. ¿Cómo mierda se te ocurre-

—Ro espera —me interrumpió—. Antes de que sigas y te enojes y me golpees, escúchame —pidió—. Esto es lo más feliz que he visto a mi mamá desde que murió el Pitufo. Discúlpame por involucrarte en esto, en serio lo lamento... pero por primera vez la veo feliz después del incidente, ¿La habías visto tú tan sonriente? —negué—. Te prometo que apenas me vaya esto termina, pero por favor, no le quitemos esa alegría a mi mamá.

Lo miré a los ojos y comprobé que lo decía de verdad. No era una simple excusa, como creía; era verdad. La tía Mari difícilmente sonreía de vez en cuando desde lo del Gonzalo. Y ahora... se veía genuinamente feliz. Me sentiría demasiado culpable si le arruinara todo al decirle la verdad... aunque tarde o temprano se supiera, pensé.

Solté un suspiro.

—Está bien, Marcelo —murmuré—, pero me debes una grande. —lo apunté. El sonrió.

—Gracias, gracias, gracias. —dijo mientras me levantaba del piso y me daba vueltas. Cuando volví a sentir el piso estaba algo mareada. Sus ojos se bajaron a mis labios, pero rápidamente volvieron a mis ojos. Besó mi frente.

Y entonces entendí que yo también podía sacar beneficio de esto. Aún quería a Marcelo, y trataría de hacer lo imposible por enamorarlo nuevamente... al menos hasta que se fuera... ¿Yo pensé eso? Pestañeé un par de veces, Marcelo me miraba confuso.

Salí rápidamente de la pieza con dirección al baño, abrumada por mis pensamientos y por lo que estaba sintiendo.

No quería admitirlo, pero era verdad. Y ahora iba a tener que pretender que volvimos a estar juntos para que su mamá mantuviera esa sonrisa en sus labios. Salí vestida del baño y entré en la pieza. El Chelo ya estaba vestido. Fruncí el ceño al pensar que ni siquiera se bañó p algo, pero me repetí que ese no era mi problema.

Bajamos juntos las escaleras y antes de entrar a la cocina tomó mi mano. Lo miré seria y él se encogió de hombros.

—¿Lista? —susurró. Asentí de mala gana.

Entramos de lleno en la cocina y sonreí al ver la mesa puesta para tres. La tía estaba dando vuelta el pan y poniéndolo en la panera. Lo puso en la mesa y nos indicó que nos sentáramos. Marcelo estaba enfrente mío y la tía a la cabecera. Nos miraba sonriente.

Marcelo, en un acto caballeroso, me sirvió té y me lo entregó. Sonreí.

—Gracias, Chelito. —puse mi voz más dulce. Él me miró perplejo y luego sonrió.

—¿Y bien? —preguntó la tía cuando Marcelo dejó la tetera en la mesa—. ¿Me van a contar cómo pasó esto?

Miré al Marcelo algo incómoda. Él carraspeó.

—Ayer... ayer estuvimos hablando un rato en el patio —comenzó a hablar—, nos pusimos al día y bueno... nos dimos cuenta de que aún teníamos cariño por el otro. Entonces la Ro me invitó cerca de la casa del Seba. Fuimos y estuvimos juntos toda la noche, la pasamos muy bien. Hace tiempo que no veía a algunos. Están... cambiados. —dijo sombrío. Me estremecí al recordar lo que había pasado ayer. La señora María me miró y yo le sonreí. Estaba segura de que quería corroborar la historia.

—Y después de eso el Chelito me invitó a quedarme acá, estaba un poco pasada de copas y usted sabe que a mi mamá no le hace mucha gracia que tome.

—Ufff, lo odia la Amelita.

Asentí.

—Y eso es... —concluyó Marcelo.

—Anoche cuando los fui a ver estaban durmiendo los dos muy abrazados, no se imaginan lo feliz que estoy. Verlos así anoche me recordó cuando estaban juntos y se quedaban a dormir acá de vez en cuando —tomo mi mano y la del Chelo y nos observó, sonriente. De la nada su sonrisa se evaporó—. Ahora, una pregunta seria —dijo, y rogué en mi interior que no hablara de cuidarnos ni nada de eso, no soportaría la vergüenza—. ¿Ya no estás más con la Karencita, verdad? —preguntó la tía. Lo miré confundida—. Porque no quiero enterarme que estás con la Chío a espaldas de tu mujer. —lo retó.

¿Su... mujer?

Tenía que ser joda. Cerré los ojos e intenté calmarme. ¿Marcelo estaba casado? algo en mi corazón se trizó. Intenté parecer natural para que ni Marcelo ni la tía se dieran cuenta de que me había afectado la revelación. Sin embargo, durante el resto del desayuno no dejaba de preguntarme ¿Quién cresta era la Karencita?
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Este es más cortito, pero estoy esforzándome por darles capítulos más largos💘

¿Les gusta como va hasta ahora?, ¿Qué creen que va a pasar?

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