VI

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Las risas se vieron cortadas de golpe cuando una fuerte corriente de aire se hizo presente al abrir la puerta y arrancarla casi de tajo. La felicidad fue opacada por la preocupación pues, momentáneamente, habían olvidado el dilema en el que se encontraban. Las miradas de los presentes en la casa se enlazaron poco a poco. En cada una podía apreciarse el recelo. Generalmente el que hablaba para hacer una petición a los kitsunes era Sawamura pues él, de cierta manera, fungía el rol de cabeza de esa extraña manada pero él no estaba ahí en la casa. E ir a buscarlo parecía un poco absurdo. ¿Qué le dirían al demonio zorro? Por favor espera un poco antes de que destroces a mi amigo, el líder del grupo intentará convencerte de que no vale la pena de que mates a mi bro idiota. Obviamente, no. Kuroo suspiró cansado y despeinó su cabello con desesperación.



Paseó la mirada por el grupo buscando una solución. Ahí estaban Oikawa e Iwaizumi pero que hablaran ellos no era la mejor opción. El castaño nunca había intentado ocultar su desprecio hacia los seres que eran dueños del lugar y su intervención sólo podría acarrear más problemas. Por otro lado Iwaizumi no era muy elocuente ni mucho menos respetuoso, una petición por parte de él podrías ser considerada más como un insulto. Después estaba Bokuto y Akaashi. Pero Bo no debería hablar ya que él era la causa del innecesario problema. Akaashi podría hacerlo, después de todo él tenía una especie de amistosa relación con los demonios zorros, sin embargo, en cuanto él se acercara y Bo pensará que se lo podrían robar, comenzaría a gritar. Así que sólo quedaba...



Una cálida y familiar mano se posó en su hombro. Giró su cabeza y se encontró con los dorados ojos de Tsukki. Él dio un paso al frente y Kuroo experimentó un desagradable trastabilleo en el latir de su corazón. No deseaba admitirlo pero comprendía un poco a Bokuto, él también se estaba sintiendo un poco intimidado y celoso al ver a su amado cuervo cerca de ese injustamente bello zorro. No había razón para que se sintiera inseguro y, aún así, no se deshacía de esa molesta sensación en la boca del estómago.



—Humildemente pedimos una disculpa por el irrespetuoso comportamiento de nuestro compañero. Así mismo solicitamos clemencia y, si es necesario un castigo, que éste sea indulgente. —Habló Tsukki respetuosamente e hizo una reverencia. Los segundos pasaron y contuvo el aliento inseguro. Después, tras una corta meditación, suspiró. —También solicitamos su autorización para que Akaashi-san permanezca aquí.



La última frase sorprendió a Kuroo. Los habitantes de esa casa, desde la llegada de Akaashi, comprendieron rápidamente que Bokuto quedó flechado por el azabache de electrizantes y verdosos ojos y que su partida lo destrozaría. Por ello, aún contra los prejuicios de Kuroo, le permitieron quedarse. Sin embargo, la situación ahora era diferente y, por lo mismo, esa petición podría fácilmente ser confundida con un desafío.



Kuroo dio un paso al frente mordiéndose a duras penas la lengua para evitar proferir esa pregunta que colgaba de sus labios. ¿Por qué? ¿Por qué te arriesgas así? Y esa cuestión hizo eco en sus memorias. Sonrió como tonto y se sintió estúpidamente dichoso, a pesar de la precaria situación. También, más que en otro momento, se sintió profundamente amado. Se quedó ahí, aguantando a duras penas la distancia y esperó. El kitsune miró con furia apenas contenida al rubio. El silencio se volvió pesado.

Entre la vida y la muerte [Haikyuu!!] [BokuAka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora