XVII

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¡Estoy viva! Siento mucho que tardara medio año en traer la actualización. Ya saben, pueden encontrar algunos dedazos y errorcillos ortográficos, así como un poco de OoC, sin embargo, la hice con todo mi amor.  Por otro lado, esta vandalización será corta. ¡Disfruten la lectura! Nos vemos en los comentarios finales :3

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Akaashi estaba nervioso. Se encontraba tan jodidamente fuera de sí que no parecía ser mayor que los chiquillos a los que cuidaba. Es decir, tenía más de quinientos años como para estar temblando porque estaba apunto de casarse. Era ridículo aceptar que tenía miedo. No, no lo asustó ver la verdadera apariencia de Shirabu. Tampoco lo intimidó darse cuenta de que la entrada al inframundo estaba tan cerca y mucho menos saber que se encontraría frente a la diosa de la muerte. Sin embargo, ahí estaba dando vueltas como gato encerrado ya que no era capaz de controlar los frenéticos latidos de su corazón ni el indeseado sudor que perlaba sus manos.

Respiró profundamente y volvió a contar hasta diez. Su nerviosismo no era debido a que estuviera dudando de su decisión, no obstante, tenía miedo de que sus demonios fueran excesivos para la luz que irradiaba Bokuto. Akaashi, durante mucho tiempo, vivió sumido en la desesperación. Lo único que él conoció la mayor parte de su vida fue la oscuridad. Nunca hubo luz, no una tan brillante como la que vio hasta que Bokuto apareció. Por ello, temía que su pasado y la esencia por lo que está compuesto su ser hicieran que ese brillante búho dejara de resplandecer. Pero, por naturaleza, él es egoísta y no quiere ni puede alejarse de Bo. Así que ahí está, en una de las habitaciones del castillo en Yomi, dando vueltas cual león enjaulado sintiéndose profundamente contrariado.

Suspiró por enésima vez y se dirigió a la puerta. Abrió y salió a dar un paso. La advertencia de Shirabu acerca de lo tramposa de la diosa del inframundo daba vueltas en su cabeza, sin embargo, debía pasar de ella para obtener un poco de tranquilidad. Avanzó por un pasillo que era tenuemente iluminado por la luz de las antorchas. Esa tierra era curiosa. Era fría pero más apacible de lo que la pintaba Shirabu. Dada la aversión que a veces pintaba para ir a Yomi, Akaashi llegó a pensar en demonios correteando dentro del castillo, causando destrozos y jugando con lo poco que quedaba de los anteriores muertos.

Sin embargo, lejos de ser un lugar lúgubre era terriblemente melancólico y triste. En el fondo, Akasshi podía entender la furia de la diosa hacia el resto del mundo. No podía imaginar lo difícil que sería ser rechazado por el amor de tu vida, por ese que juraba darlo todo por ti. Akaashi siguió caminando y al final del pasillo que estaba recorriendo encontró otra puerta. El sentido común le pedía regresar, no obstante, la curiosidad era mayor por lo que cruzó el umbral y lo que encontró del otro lado lo sorprendió. ¿La vida y la muerte pueden convivir? Ese árbol de cerezo afirmaba que sí. Un pedacito de la tierra de los vivos estaba en Yomi, floreciendo, extendiendo las ramas en dirección al cielo como si se trataran de pequeños dedos que piden libertad.

—Nunca me imagine que podrías ser catalogado como un ser curioso —escuchó que susurraban a su espalda. Akaashi no quiso ceder ante la respuesta natural de su cuerpo pero le fue imposible suprimir el escalofrío que corrió de manera descarada por su columna vertebral. —Pero esa es una cualidad que encuentro adorable en las creaciones del que fue mi gran amor.

Entre la vida y la muerte [Haikyuu!!] [BokuAka]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora