Entre la vida y la muerte [Haikyuu!!] [BokuAka]

X [I/II]

Aquí esta la actualización :3

Este capítulo decidí dividirlo en dos partes ya que no he hablado mucho de esta pareja y creo que merecen el reflector por un rato. Disfruten :D y muchas gracias por leer, sus votos, comentarios y ver el número de visualizaciones que tiene la historia, me animan muchísimo a seguir escribiendo.

¡Bienvenidos nuevos lectores! Y, a los que ya seguían desde antes la historia, ya saben, tienen todo mi amor :3

Mañana subiré la siguiente parte :D

Los rayos entraron poco a poco por la ventana. Desde que Akaashi llegó a la madriguera (nombre ridículo que le dio Oikawa al lugar en el que vivían) las noches habían dejado de ser malas. La no escasez de comida y las constantes risas casi los hicieron olvidar la cruda realidad en la que vivían. Pero, después de los desgarradores gritos de la noche anterior, Iwaizumi se dio cuenta de que todos bajaron la guardia. Hasta hace unos meses aún era incapaz de conciliar el sueño si no tenía su katana cerca.

Antes de llegar al pequeño edén en el que ahora habitaban, estuvo tan acostumbrado a desconfiar de todo y de todos que esa efímera paz le dio la oportunidad de ilusionarse y pensar, ingenuamente, que todo lo que paso hace años sólo fue una pesadilla. Parecía imposible, más en días como ese, pero casi consiguió no recordar esas horribles anécdotas de las que estaba plagada su infancia y adolescencia. Aún le producía un sabor amargo en la boca rememorar que su inutilidad no le permitió proteger a Oikawa.

Oikawa y él habían estado juntos prácticamente desde que nacieron. Habían vivido en una aldea que, de alguna extraña y afortunada manera, se las arregló para mantenerse lejos de los problemas. Su comunidad vivía en un hermetismo total pues nada entraba ni salía de ahí. Esa medida les valió varias décadas de tranquilidad. Por un tiempo pudieron vivir lo mejor que la época les permitía. El pensamiento colectivo del lugar es que lograrían tener una apacible vida.

Sin embargo, las cosas rara vez salen como se planean. Cierto día, y por azares del maldito destino, un hombre llegó muy mal herido a las orillas de su aldea. El sujeto mostraba a lo largo de su maltrecho cuerpo, señales de que fue cruelmente torturado y que necesitaba desesperadamente de una mano amiga. Eso logró conmover el corazón del líder y le permitió entrar. Le dieron refugio, cuidaron de él hasta que se repuso. Paso un par de meses ahí y después se marchó. Pocos habrían podido imaginar que su partida marcaría el final del mundo tal y como lo conocían.

Días después, el hombre volvió a la aldea, no obstante, no lo hizo solo. A su lado iba una banda de rufianes que convirtieron su lugar seguro, ese pedazo de cielo, en una representación del infierno en la tierra. Comercializaron con todo lo que el pueblo les ofrecía. Las casas, la comida y sobre todo las personas se convirtieron en monedas de cambio. Transformaron su amado hogar en un burdel.