Capítulo 8

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—¿¡Qué yo qué!?—exclamé sentado en mi cama—¿Estar con ella en la biblioteca hoy?

—Viejo, no es tan mala como crees—dice Chris viéndose al espejo, metiendo ambos brazos en los huecos de su camisa—es linda y tiene temas de los cuales conversar, te va a agradar, te lo aseguro

—Ja... Ja... —comencé a reír histérico—Estás de broma ¿cierto? Si para eso estás tú, bien puedes disfrutar de su compañía en un lugar tan tranquilo como la biblioteca, anda, yo te apoyo para que salgan

—Eh, no... ¿Qué no escuchaste de lo que hablamos ella y yo hace una semana?

—Pues... Ahora que lo dices...

Suspira irritado y se gira para mirarme, terminando de abotonarse. Acomodándose también el cuello de su camisa roja.

—Hoy tengo práctica con Gregori ¿lo recuerdas? No puedo faltar, ya sabes lo pesado que es cuando desobedezco sus órdenes

—Pero...

—Promételo Alexander, que no la dejarás plantada ¿sí? Hazlo no por socializar, pero sí por ser caballeroso

Suspiré irritado.

—No me iré de aquí hasta que lo prometas, así que dilo

—Yo...

—Alexander

—Está bien, está bien, lo prometo—fruncí el ceño, que molesto

—No te oí

—¡Demonios Chris! Prometo que no la dejaré plantada...

—¿Y qué más?

—¿Cómo que qué más? Si solo es eso

—Promete que pasarás el día entero con ella

—¿¡Qué!?

—Alexander, deja a un lado si te agrada o no, es por el proyecto y no quiero reprobar a estas alturas de la universidad, si no lo prometes te juro que romperé o destrozaré algo que quieras

—¿Cómo qué?

—Tu libro de Charles Baudelaire

—No te atreverías...—lo señalé y miré como un asesino en serie—tócale un pelo a mi libro y te rompo la espalda

—Deja plantada a la chica y rompo tu libro, así de fácil

—¡De acuerdo alma sin escrúpulos! Lo prometo, pero no toques mis cosas, suficiente aquella vez que quemaste mi peluche

Él esboza una sonrisa y ríe burlón.

—No me tientes—levanta su mochila del suelo y se encamina hacia la puerta—nos vemos Alex, que tengas un buen día con la nueva alumna

—Suerte con Gregori

—Suerte en tu cita

Rodé mis ojos como canicas a lo cual él estalló en carcajadas y cerró la puerta de golpe. Diablos, me dejé caer sobre el colchón y suspiré pesadamente mientras observaba el techo. Se me tendrá que ocurrir algo para no estar tanto tiempo con esa chica, sobre todo porque últimamente los medios andan muy al pendiente de mí en estos días. Son capaces de inventar ridiculeces y tonterías, y todo eso solo para llenar las hojas del periódico, además de los noticieros. Deseo estar libre de farándulas y especulaciones, digo, sé que todos andan tras de mí con una cámara... pero si puedo evitar rumores, entonces haré lo que pueda.

Me levanté de inmediato, tomé mi libro de Charles Baudelaire y lo dejé en el más oscuro rincón de mi estantería, todo con tal de que Chris no lo encuentre por si algo sale mal en mi reunión con Evangeline.

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora