Mi madre siempre solía tener... un humor muy energético. De hecho, varias personas coinciden en que yo saqué mucho parentesco a ella en cuanto personalidad refiere. No sabría decirlo con certeza, pero ciertamente hay memorias que me hacen pensar que tienen razón. Podíamos comprendernos, especialmente ella a mí ya que en gran parte de mi niñez me mantuve como un niño callado y bastante ajeno a chicos o chicas que me rodeaban. Nunca olvidaré la vez que descolgamos la ropa, fue un día lluvioso y ella llegó eufórica hasta donde estaba. Admito que no le había prestado atención al favor que me pidió de descolgar la ropa por jugar videojuegos, fue algo como:
"¡Suficiente!" mientras desconectaba mi consola. Estaba en shock, pues estuve a punto de ganar mi partida contra mi rival más desafiante de ese entonces, un tal "A. Walker17" y si bien estuve a punto de hacer un berrinche, mi madre supo voltear la jugada. No era de extrañarse, estudió teatro y supo hacer una escenita que me hizo sentir culpable por desobediente. Ese día, bajo la lluvia mientras descolgábamos la ropa aprendí dos cosas importantes, la primera... es que no debía desobedecerla, pues era una mujer astuta y ¿cómo combates contra eso? Y segundo, "hay cosas muy hermosas a tu alrededor". No entendí hasta que miré el paisaje de ese entonces, lleno de vida, cubierto de nubes gigantescas.
Recuerdo haber visto el cielo, se había aclarado y de manera muy tenue se formaba un arcoíris de horizonte a horizonte, las cristalinas gotas resbalaban por mi cabello al igual que en el de ella, las nubes que antes eran grises ahora se tornaban a su pálido y apacible color fresco y un tanto rosado. Cerca de casa solían pasar las aves, pero había una en específico que venía cada tarde sin falta, o eso decía mi madre, pues por jugar videojuegos no solía prestarle atención. Si lo pienso ahora, me arrepiento por todos esos momentos en los que no la pasamos juntos, solo me queda la culpa y uno que otro recuerdo nostálgico. Habrá que ser estúpido para pensar que las personas duran para siempre.
Pero esa ocasión por fin pude ver a esa gigantesca ave junto a mi madre, un águila que se ladeaba con gracia a medida que sus plumas se extendían. Quedé maravillado apenas la vi. Siempre he admirado la belleza de las plumas de las aves, son tan hermosas, son tan, ¿cómo decirlo? Es un paraíso entre esas plumas que quizá nadie más se detenga a observar como yo lo haría. Mi madre miró hacia el punto que yo miraba e inmediatamente interrumpió la extensa poesía que creé en mi cabeza cuando la vi apartarse hacia el horizonte, entre las montañas.
"Con sus plumas te cuidará y debajo de sus alas estarás seguro"
Giré la vista hacia mi madre, sus largas y lindas pestañas brillaban como perfectos cristales, únicos en su especie. Besó mi mejilla y se levantó. Aquel día, fue memorable y perdura con fuerza hasta el día de hoy, no solo porque apreciamos a un ave hermosa sobre nosotros, sino que también, fue el comienzo de la agonía de mi madre.
"¡Flor! ¡Estoy en casa!" es como solía llamarle Leandro cuando llegaba del trabajo, de algún modo, aquella expresión siempre lograba sacar una sonrisa en ella, ¿La razón? Leandro solía decir que la vida era un jardín y ella la única flor que quería en la suya. Solía llegar cansado y mi madre siempre estaba dispuesta a preparar comida para ambos, nos consentía con todo el amor del mundo. A veces, y muy a veces rio en el fondo pensando en la sensación de cosquillas y rareza al verlo actuar tan afectivos. La manera en la que él le plantaba un beso y la sostenía de la cintura mientras ella sonreía. Las acciones de adultos nunca las comprendí, y de hecho, hasta ahora sigo sin comprenderlas. Lo gracioso de esto, es que mi madre tenía un hoyuelo en su mejilla izquierda, mientras que mi padre la conservaba en su mejilla derecha.
"Como yo soy la hermosa creación de ambos, tengo ambos hoyuelos y la gente tiende a decir que es algo adorable. Así que, si la gente lo dice, lo creo." Es así como pensaba cuando ambos sonreían.
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Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO
Novela JuvenilElla es como un violín. Es pequeña y tiene curvas, es delicada y si sabes cómo tocarla, hace un maravilloso sonido. Yo te quiero, incluso negándolo. Incluso dejándote ir, aunque no te pida que te quedes, aunque no vuelva a escuchar tu voz, aunque n...