Capítulo 33

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—Ven hijo, mira esto... —Gregori desliza sus dedos sobre el piano y me sonríe con entusiasmo —¿No te gusta? Tu madre hubiera adorado que lo tocaras

Mis labios se ladearon, formando una mueca discreta. Es verdad, mamá me hubiera pedido un millón de veces que tocara piano, siempre y cuando fuera para alguien especial como ella lo habría hecho con Leandro. Después de lo ocurrido con Yerik, esas ganas de tocar las teclas se esfumaron; tampoco me llama la atención de la misma magnitud que el violín. Por lo que, veo innecesario siquiera considerar ese instrumento.

—¿Sabes? —dice sin quitar su sonrisa —tu tía va a amar tenerte en su clase de baile, de mi ni dudes que eres desde ya bienvenido a mis clases de música

—¿En serio? —lo miré algo entusiasmado —¿Van a dejar que toque?

—¡Pero claro! En esta academia el arte es un tesoro y tú hijo mío, tienes todo para que yo pueda moldearte a alguien con un talento sublime —expresa emocionado, pero en ese momento su celular suena. Desliza sus dedos y lee lo que dice con rapidez. Sonríe. —Ay Alex, tendrás que disculparme... tengo que ir por unos documentos, ¿Te importaría esperarme aquí?

—No hay problema, me gusta este sitio...

—Solo no olvides asistir a tus clases por favor, ya sabes que tu tía es bastante estricta y más contigo... —asiento sin cuestionarlo —te seguiré mostrando el resto de la academia cuando regrese, juega con todo lo que desees, pero por favor, no olvides tus obligaciones

Se encamina rápidamente hacia la salida. Me trajo al glorioso salón de música, con suelo resplandeciente y algunas columnas de mármol. No voy a negar que me sentí en el paraíso una vez que crucé la puerta. Estuvo hablándome maravillas sobre los instrumentos y vaya que sus palabras no fueron en vano. Hay dos pianos muy cerca de las ventanas y están perfectamente pulidos. De hecho, es casi una ofensa pensar que tienen pelusas. Me senté en uno de los banquitos, contemplé el salón por un rato y seguido de eso me recosté, mirando hacia el techo y pensando en ¿Qué podría estar haciendo la familia Savva? Cómo me encantaría mostrarles el árbol de flores rojas que está en el centro del jardín, es elegante y maravilloso. No llevo más que una semana aquí y es por eso que sigo perdiéndome, por ello siempre me refugio en ese árbol, esperando las mejores cosas bajo su fresca sombra.

El calor... da bastante sueño si lo pienso.

***

Me levanté de golpe al escuchar estrepitosos tamborasos, parecidos a riñas de gatos callejeros en la noche. La baba se me escurría por el labio, ¡Carajo! Estaba a nada de besar en mi sueño a Lana del Rey.

—¿¡Pero qué mierda!? —me quejé al sentarme, cubriendo mis oídos y soltando maldiciones cuando golpeé mi rodilla con la esquina del piano —¿¡Qué carajos!?

Los ruidos se detienen en seco, perfecto para que abra los ojos. Enfoco entonces la vista ceñuda en un chico que sostiene un par de baquetas con listones rojos. Sus ojos zafiros me miran asombrados, en respuesta a eso yo hago una mueca.

—¿¡Y tú qué demonios haces!? —digo malhumorado, descubriendo mis oídos —¿Tienes idea de qué hora es!?

—P-Pues... —traga saliva con dificultad —las tres de la tarde

Abrí los ojos como platos ¡Santa Cachucha! ¡Me olvidé de las demás clases por mi siesta! Mis tíos van a matarme, pero a todo esto... ¿¡Gregori en serio aún no llega!?

—Ya veo... —respondo ocultando mi incomodidad

—Deberías de... ah...

—¿Qué?

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora