Capítulo 12

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Tengo que ser sincero, el café no es de mi agrado, no es una bebida que acostumbre consumir o, mejor dicho... la única vez que lo probé sabía tan amargo que me prometí a mí mismo no volverlo a tomar.

Realmente no quería, pero antes de que yo pudiera decir algo para rehusarme, Evangeline ya había pedido dos tazas enormes de café con detalles sumamente increíbles como si fuera toda una experta en el arte de la cafeína. Por un momento me acordé de Fredek, alguien muy especial e importante en mi vida y que al menos yo, considero como si fuera mi padre. Él es amante del vino y conoce un sinfín de cosas sobre esta bebida.

Creo que ahora mismo me vendría mejor un vino por parte de él que algo amargo como esto, me cuestiono a pesar de que tengo la taza entre ambas manos. Soplo al ver la enorme nube de vapor que emana, pero al alzar la vista para mirar a Evangeline mi mandíbula cae en la mesa y mi gesto de asombro ni siquiera es discreto, ¿Cómo es que ella puede tomarse esto de manera tan rápida? Le da igual si está hirviendo o amargo, solo lo bebe como si fuera agua.

—Vamos Melenkov, tienes que beberlo todo —me dice mientras rompe la pequeña bolsita de azúcar para introducirlo a su café

—¿Cómo puedes tomarlo así de caliente? Mi lengua no puede con tremenda temperatura

—Pero Alexander, es muy fácil—da un enorme trago a su bebida, profundo e increíble, considerando que es más caliente que mi bebida tengo que reconocerlo... se ha ganado mi respeto. Ella ríe al ver mis gestos "divertidos" y es que simplemente me es imposible disimular mi asombro — si mi abuela estuviera aquí me diría su típica frase, "el café es como el amor"

—¿Amor? —frunzo el ceño, ¿Cómo es que tan de pronto cambiamos el tema?

—Sí, cuando mi abuelo aún vivía, mi abuela se encargaba de prepararle enormes ollas de café cremoso y espumoso, no sabía el porqué. Sé que tomar demasiado provoca daño en los riñones, pero mi abuelo amaba que ella se lo preparara, la miraba con ternura mientras ella ponía a hervirlo y se lo servía. Un día le pregunté, ¿por qué lo haces? Quiero decir, tus manos están cansadas, te levantas incluso si estás enferma y aún así... ¿Por qué lo haces? Y entonces ella dijo: No hay sentimiento más bonito, que compartir la mesa con el que amor de mi vida y ser capaz de ofrecerle todo el cariño que le tengo en una taza de café. Ella dijo que el café era eso, para mí abuela, el amor debe ser como el café, a veces fuerte, a veces dulce, a veces solo y otras acompañado, pero nunca debe estar frío.

Algo muy dentro de mí se conmovió al escucharla decir eso, la vi tan alegre de compartirme esa historia que, por un momento me transporté a mi niñez... a aquellos tiempos donde mi madre solía despertarnos temprano y prepararnos un auténtico desayuno, tan cálido y delicioso.

Era lo mejor despertar temprano los fines de semana con el olor de shchi, la mejor sopa de Rusia junto a una bebida caliente o simplemente un jugo, aunque a veces, cuando mi familia venía, solían tomar todos juntos el kvas o medovuja.

Si, tiempos aquellos donde yo pensaba que la familia junto a las comidas eran sinónimo de "amor", tal como la abuela de Evangeline con el café.

—Pero es extraño relacionarlo con el amor... —carraspeé algo tenso—¿Qué ocurrió después con ella? Me refiero, a cuando tú abuelo falleció

—A pesar del dolor de haberlo perdido, nunca dejó de prepararlo, me decía que a veces, mientras lo tomaba, imaginaba que mi abuelo estaba junto a ella en el comedor tomando café y platicando de política, de Dios, sonriendo y bromeando con cualquier tema... Ella realmente lo ama, lo digo porque nunca se volvió a casar y aún lo tiene en su memoria, además, se mantuvo fuerte y siempre que voy a visitarla me da muchísimo café y por supuesto, lo disfruto

Alexander, memorias de un violinista (#2 Saga Amor entre acordes) EDITANDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora