Capitulo 1 - De a dos

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Cuatro años han pasado desde que recibí aquel curioso mensaje en una barra de chocolate. Cuatro años que no ayudaron para nada a mi depresión. Cuatro años en los que me pregunte más de una vez si yo servia para este trabajo, o si lo tenía solo porque quería cumplir mi sueño de niño.

Pero supongo que las cosas pasan por algo.

Son entradas las diez de la noche, casi diez y media. Hace unas cuatro horas termine mi turno por esta temporada. Desde mañana será una relativamente tranquila semana de vacaciones (nos dan cuatro semanas de vacaciones, podemos acomodarlas a gusto, pero no más de dos juntas por motivo de personal, aunque si el hospital nos llama por una emergencia estamos obligados a ir. Yo prefiero tomar una cada tres meses para evitar acumular demasiado estrés), nada del otro mundo, limpiar el departamento, quizá ir un día o dos a visitar a mis padres, salir a caminar a las tres de la madrugada, cosas sencillas que una persona sola y con mis problemas pueda disfrutar.

*timbre sonando*

-Que cara...?- me sorprendo puesto que no sabia que los departamentos tenían timbre dado que nunca lo use –del hospital no creo, habrían llamado. Mama eres tu?- grito dirigiéndome a la única persona que podría venir a casa a esta hora, aunque lo hace con suerte una vez cada cuatro o cinco meses

*timbre sonando a intervalos regulares*

-Ya voy, ya voy- nadie responde así que me dirijo a la puerta

Cuando abro la puerta me llevo una gran sorpresa. Era aquel tipo de los cuatro disparos al que le salve la vida

-Buenas noches mi buen doctor- me saluda bastante educadamente

-Buenas noches... señor- se quien es perfectamente, pero no recuerdo su nombre

-Ah, disculpe. Mi trabajo suele ser rápido, sin lugar a presentaciones, pero dado que no estoy trabajando ahora, puede llamarme Ferrum- me dice disculpándose por no haberse presentado -Venia a hablarle sobre el pago de mi deuda con usted. No creyó que lo había olvidado, o si?- me dice con una expresión seria, a veces esbozando una sonrisa bastante falsa

-Claro que no. Solo que no esperaba que supiera usted donde vivo- le digo con algo de sorpresa

-Vera usted, al comerciar con tantas cosas, la mera información básica de una persona es como los caramelos. Demasiado fácil de conseguir.

-Lo invito a pasar. Haré algo de café- le digo mientras le hago un gesto de invitación

-Esto será muy breve, pero ya que insiste, no voy a despreciar su invitación- me dice mientras voltea a la esquina que da a la escalera –Eh tu! Ven para acá!- cuando grita se acerca a el una niña, mediría un metro cincuenta como mucho, estaba muy delgada y tenia unas marcas que se me hacían muy familiares en su cara, cuello, brazos y piernas, estaba casi aburrido de ver obreros con los brazos y piernas cubiertos de quemaduras de segundo/tercer grado, pero ver a una niña pequeña cubierta de esas marcas realmente me asusto –pasa adentro. Ahora.

Entran ambos y ese hombre, Ferrum, como se llame, se sentó en una de las sillas de la sala, pero la niña permaneció de pie.

Pongo a funcionar la cafetera y me siento frente a el

-Usted dirá- le digo mientras examino a la niña

-Oh, si. Aquí tiene- me extiende un sobre con mas dinero del que cabria en el

-Que cara...?- mi sorpresa es total. Creo que en ese sobre hay por lo menos tres años de mi salario, sino más

-Usted mi buen doctor, no tiene idea a quien le salvo la vida esa noche arriesgando la propia. Ese dinero es algo que creo que compensaría. Inicialmente seria solo un año de su salario, pero no pude volver antes, así que esos son 4 años de su salario más intereses- me dice mientras le da un sorbo a su café que le acabo de entregar

Sobre la depresión y otros demoniosWhere stories live. Discover now